28 de septiembre de 2019

La levedad, Catherine Meurisse


Creo que todos recordamos con más o menos impacto, puesto que se trata de un evento reciente, el atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Fue hace cuatro años. 
Desde luego la revista había tenido anteriores ataques, cuando haces humor irreverente ocurre porque , pero ninguno como aquél.
Y en esa revista trabajaba nuestra autora, Catherine Meurisse, cuando ocurrieron los hechos. 
Podéis imaginaros que este cómic es el resultado de la supervivencia, la forma de sobreponerse a todo el dolor y todo el miedo derivados del atentado y de la muerte de sus compañeros. 
Sin embargo, si bien es inabarcable todo el dolor que transmite porque es su experiencia en algo tan cruento como puede ser un atentado, lo cierto es que Catherine Meurisse consigue algo extraordinario: dota su propósito de curación de una belleza delicada; no se recrea en la derrota, sino que emerge más fuerte y más válida, no hay morbo, es la vida misma la que se cuenta.
El cómic tiene dos partes, la que se desarrolla en París y la que se desarrolla en Roma. 
La primera parte se corresponde con su trabajo en Charlie Hebdo y en la Catherine de después del atentado, traumatizada, dolida y asustada, que se deja llevar por la corriente y a la que le cuesta sobreponerse. La segunda comprende su estancia en Roma, ciudad en la que vuelve a ver la luz de la serenidad y la calma y lo consigue a través de la búsqueda de la belleza pura, la vida le viene dada por la belleza que aun en esas circunstancias encuentra. 
Y a la vez que Catherine encontramos nosotros mismos un nuevo sentido a nuestra existencia, haciendo un ejercicio de introspección que nos sirve de catarsis para seguir vivos.
No sé qué más puedo deciros de esta pequeña joya porque las palabras no son suficientes.  
Es un cómic-sentimiento. 
Las viñetas están inundadas de verdad y de todo el interior de la autora volcado en ellas, y eso te atrapa de tal forma que es imposible ser impasible a toda la esperanza que aun así transmite. 
Catherine Meurisse nos demuestra que es posible volver a encontrar la felicidad y a encontrarnos a nosotros mismos incluso si padecemos las más terribles circunstancias. 
Pandora dejó el regalo correcto en la caja. 

24 de septiembre de 2019

Tirano Banderas, Ramón María del Valle-Inclán


La semana pasada me quedé con el runrún de la política y de su crítica, así que continúo con el tema pero de una forma diferente, esta vez hacemos uso de la comedia para criticar a la sociedad, sus decisiones y sus manejos.
Creo que esta magnífica obra de Valle-Inclán es la primera que llegó a mí haciendo uso de este género para retratar y señalar los desmanes políticos de una época especialmente convulsa como la que le tocó vivir al buen Ramón María y por eso me sorprendió gratamente. 
La combinación única de una cruel realidad con el esperpento más grotesco, digno hijo de su creador, se muestra en esta novela que, por lo menos a mí, no me dejó indiferente. 
Se centra en un punto caliente, imán para dictaduras, catástrofes sociales y naturales e injusticias, y en ella se nos narra la obra y caída del dictador Santos Bandera, que gobierna haciendo acopio de opresiones y muestras de fuerza injusta que nada tienen que ver con un gobierno sano y con la democracia política tradicional. 
Al mismo tiempo de esta deliciosa descripción de temas nada buenos para una sociedad normal Valle-Inclán nos hace una introducción a la política de principios del siglo XX, fruto de desagravios y desmanes y arrastradas por las revoluciones del siglo anterior. La degradación a la que lleva el poder absoluto se hace patente en esta forma de gobierno, y la personificación de la misma dictadura es la figura de Santos Banderas en su imaginario país, si bien podemos extrapolarlo a cualquier dictador de cualquier país de la época. 
Como adivino indeseado de lo que sucederá en su propio país pone su opinión en la boca de personajes que que conforman la oposición deseosa de libertad y nuevos rumos, que no hace más que declarar la verdadera inclinación política del autor. Este se permite hacer una declaración firme de intenciones, opuesta a cualquier tipo de prohibición y anhelante de una justicia social reflejada en el ámbito político a través de sus personajes.
Tirano Banderas es una obrea reflexiva que se deja disfrutar, no solo en el sentido que se le puede dar a la actualidad candente, en la que cada vez vemos más movimientos totalitarios que empiezan a asomar la patita por el quicio de la puerta, sino que gran parte del disfrute deriva del uso del lenguaje del siempre grande Valle-Inclán, reflejo de su cultura y de su imaginación. 

20 de septiembre de 2019

El juego de Ender, Orson Scott Card


«He mirado con sus ojos, he escuchado con sus oídos y te digo que es el indicado.»
De entrada este inicio nos sugiere muchísimas cosas si interiorizamos la frase: en nuestro pensamiento pasaremos por la predestinación, por el control externo, por la alienación y por la indefectible lucha por la supervivencia en el caso de aquellos que controlan y crean casi por una selección genética milagrosa que les permita una hipotética victoria en una lucha aún no producida.  
Lo que no se refleja, o quizá sí pero a niveles más profundos, es lo que realmente arrastra. El desprecio, la humillación por ser un Tercero —algo que en la sociedad en la que se maneja Ender es algo prácticamente proscrito—, el allanamiento del camino a seguir y del propio yo, el hecho de no controlar tu propia vida porque está prometida y subyugada a un bien superior.
Hace tiempo que quería traer esta obra de Orson Scott Card, tan puntera en su tiempo que se llevó los premios Nébula y Hugo, pero he ido posponiéndola porque, sinceramente, en los últimos tiempos tengo atragantado al autor. 
Si bien soy plenamente consciente de que debo separar al autor de la obra, como escritora sé que hay más de un autor en un libro de lo que a simple vista se puede observar. 
Ender y su realidad es una ucronía en la que los extraterrestres están en guerra con los humanos y el fin último de los niños es ser entrenados en tácticas y estrategias militares para desarrollar la guerra y ganarla de paso, y ahí es donde entra en juego Ender como líder indiscutible de un ejército de pequeños niños-adolescentes en potencia cuyos valores deben primar sobre cualquier táctica, porque son estos los que les permitirán sobrevivir. 
Por otro lado y no tan al margen como cabría esperar se encuentra la política, la titiritera que mueve al mundo, y es por ella precisamente que nace Ender como Tercero, porque aunque sus hermanos son especialmente aptos no son los indicados. 
Estos hermanos, bajo pseudónimos y con la prodigiosa habilidad de la retórica y la manipulación, logran abrirse paso a pesar de su juventud a través de las zarzas de la política internacional, manejando los hilos de todos aquellos que, tras el opaco telón de los secretos de estado, controlan la realidad de la gente. 
Creo que su éxito, además de este factor político y manipulativo tan actual, radica en el hecho de que es bajo el punto de vista de unos niños, que son estos los que hacen y deshacen y manejan el cotarro, si se me permite la expresión. 
Es la comparación de los políticos con niños inexpertos, políticos que dependen de ellos hasta el punto de alcanzar a ser el Hegemón, lo que atisba un rayo de crítica social y política tan necesaria en estos tiempos.

17 de septiembre de 2019

La verdad sobre el caso Savolta, Eduardo Mendoza


De nuevo lo que se presentaba como una obligación estudiantil que iba a dar más pena que ganas y que al final sería una especie de agonía —soy un poco dramática y me viene de lejos, qué le voy a hacer— fue una sorpresa y al final se convirtió en uno de los libros que más me he leído en mi vida y uno de los que más disfruto, no importa el tiempo que pase, y por eso os traigo hoy —que además, si mal no recuerdo, hace tiempo que os lo prometí— «La verdad sobre el caso Savolta», de mi admirado Eduardo Mendoza
Este libro, allá por los setenta, fue pionero en muchos aspectos, aunque destaco el uso de la retrospectiva, a la aportación de documentación  para sustentar el caso mencionado y a la declaración de numerosísimos personajes secundarios que forman un puzle sobre el que se construye la historia.
La acción se desarrolla en la Barcelona de principios del siglo XX, resultado de la Semana Trágica, cuna de próceres anarquistas, burguesa en su trasfondo, inundada por propaganda y de muertes en sus calles. 
Una Barcelona que en 1918 ve cómo la revolución se prepara y se masca en el ambiente y los obreros se levantan contra los burgueses que les explotan para reclamar lo que por derecho les pertenece, a pesar de que, como siempre, el dinero les perjudica. No hay paz en la ciudad, y los sicarios son contratados para obtener los propósitos. 
Lo genial de la prosa de Mendoza, y de este libro en concreto, es que nos presenta a todos los personajes, mostrándonos hasta sus inquietudes más íntimas y, poco a poco, nos hace adentrarnos en el caso y enfundarnos la gorra de Sherlock Holmes para descubrir quién fue el asesino.
El poder y el amor aderezados con política y la ayuda de la serie de documentos judiciales y policiales nos insta a convertirnos en uno más de la Barcelona de principios de siglo, en uno más de los personajes de este libro.

12 de septiembre de 2019

La ciudad de las bestias, Isabel Allende


Revolviendo entre mis libros —algo que suelo hacer con bastante frecuencia sin ningún motivo en especial, si bien ahora ocurre que lo estoy haciendo porque estoy limpiando la estantería para hacer sitio— y soplando un poco de polvo de sus cubiertas he vuelto por un momento a mi adolescencia más ansiosa de comprensión y libertad. Esta necesidad se vio compensada por parte del realismo mágico, y en este caso fue de la mano de mi queridísima Isabel Allende.
Este libro que hoy nos ocupa es el primer título de los que conforman «Las memorias del Águila y del Jaguar», una trilogía que me dio la posibilidad de volar y correr en mi mente aventuras que de otro modo me habrían estado vedadas.
En este tomo, el primero, insisto, los protagonistas toman contacto. Es la Amazonia la que conforma el telón de fondo y donde se crearán las historias entre mitología y folklore que se confunden con la propia realidad.
Alex es un niño que, por circunstancias familiares, acaba viviendo con su excéntrica abuela Kate, una periodista especializada en viajes que le tiene preparada una sorpresa, una expedición a la selva amazónica en busca de una bestia que, en principio mitológica, es más real que el aire que respiran.
Como compañera tiene a Nadia, una joven autóctona, y como ayuda para encontrarse un chamán cuyas palabras pueden resultar exasperantes por ambiguas, pero que esconden siempre una enseñanza que adivinarán con mentes privilegiadas.
En esa selva descubrirán mundos mágicos no tan lejanos del que ellos consideran real: dioses mitológicos, olvidados a causa de sus civilizaciones devastadas, que siguen vivos y se hacen notar, sus animales totémicos —que dan nombre a estas Memorias— que les ayudarán en momentos cruciales y la maldad y la ambición de la gente que no ve más que negocio en asuntos que inspiran una paz casi religiosa.
Entrevemos El Dorado en las descripciones de Allende, y hace suyo al lector con momentos tragicómicos, con personajes perfectamente caracterizados en cuanto a físico y psicología en una novela, en una trilogía, con una sencillez asombrosa y sorprendente.

8 de septiembre de 2019

La conjura de los necios, John Kennedy Toole


Reconozco que lo que me atrajo de una forma salvaje hacia esta novela de John Kennedy Toole, y no me refiero en su prosa, sino en la propia vida del escritor. 
Kennedy Toole se suicidó tras ver que ninguna editorial se interesaba por su única novela, acumulando un rechazo tras otro. Todas se la rechazaban aduciendo vacío en su contenido, y él, que la consideraba una obra maestra —a mí me lo parece, es uno de mis libros favoritos y como bibliófaga puedo decir que tener un libro favorito, no digamos varios, en estas circunstancias es complicado—, cayó en una espiral de alcoholismo y depresión que le condujo a la muerte temprana.
Fue su madre quien póstumamente consiguió que se publicase, y gracias a su tenacidad tenemos esta admirable pieza de valor literario incomparable. 
Supongo que el hecho de que se publicase, cumpliendo de esta manera con los deseos de su hijo, fue una de las pocas cosas que en cierto modo la consolarían en tan desgraciadas circunstancias.
Ignatius Reilly es el antihéroe por antonomasia.
Es un individuo inadaptado, egocéntrico y misógino que sueña con una época medieval dorada y su instauración, negando la época que le ha tocado vivir y sufriendo y haciendo sufrir a su excéntrica madre, que, por su influencia, acaba llevando los más disparatados trabajos tras haberse resignado de una forma peculiarísima a su situación. 
Me parece que el manejo de la prosa es exquisito, que los diálogos son fantásticos y las descripciones de los personajes son tan buenas que eres capaz de imaginar que los estás viendo. 
Me parece que es una crítica fantástica a la sociedad del momento —y si me apuras, a una sociedad atemporal, puesto que señala todos sus fallos caricaturizándolos— que rechaza por diferencias, carente de moral y de decoro, al que se referencia constantemente en la novela. Ignatius, no en vano, llega a compararse con el propio Boecio convencido de que en su siglo viviría mejor y sería respetado. 
Quizá lo que me guste tanto sea que parece ser hijo del esperpento más puro y eso lo acerca a la realidad de tal manera que se convierte en un extremo más de ella.

4 de septiembre de 2019

Tarántula, Thierry Jonquet


Que Dumas me perdone, pero este libro de Thierry Jonquet que os traigo hoy casi llega a rozar a mi bien amado «Conde de Montecristo» en lo que se refiere a paciencia y a venganza. 
Madre mía, lo pienso y me da un patatús.
Podría decirse que el libro se fundamenta en el dolor, la rabia y el odio, y que a través de ellos se fragua la venganza final contra una afrenta terrible, y lo bueno —o lo malo, según se mire— es que Jonquet, mientras discurre la trama, va disgregando pequeñas pistas que justifican, para sí mismo y para el lector que se introduce en la historia, las acciones de nuestro protagonista, un cirujano plástico cuya vida se ha visto determinada por la necesidad de venganza. 
Y al final nosotros mismos sentimos que esa venganza se hacía justa y necesaria. Al menos yo lo sentí, aunque creo que no tendría paciencia para llegar a ponerlo en marcha. 
Es un libro que se devora, y puede que sea porque todos los personajes son tan perversos y tan insensibles que lo único que albergan es resentimiento y venganza, y quizá, en el fondo de nuestro corazón, compararnos con ellos nos hace sentir mejores personas de lo que realmente seamos.
Es precisamente esta incapacidad de ser una persona normal —y no seré yo quien diga que no sentir no es bueno, a veces he pensado que sería un consuelo en determinadas circunstancias— la que nos atrae a ellas, bien por afinidad, bien por compasión, bien por querer descubrirles que existen otras posibilidades.
El libro es un no parar, breve pero intenso, y te agota precisamente por el bombardeo constante de información y psiques que supone, pero es un agotamiento que se suple con la historia, que es impecable.
Quizá porque soy una persona terriblemente impaciente —para mi desgracia— creo que sería incapaz de conseguir algo tan elaborado y, por qué no, cruel —otros lo llamarían justo, ahí ya no me meto— solo por venganza.
También es cierto que tendría que verme en una situación así, en ella tal vez consiguiera apartar mi natural impaciente para ir lenta y meticulosamente hasta conseguir mi objetivo final, aunque tuviera que pagar las consecuencias, pero creo que hoy por hoy mi incapacidad para esperar me impediría orquestar semejante obra, porque, buena o mala, es innegable que es extraordinaria.