8 de septiembre de 2019

La conjura de los necios, John Kennedy Toole


Reconozco que lo que me atrajo de una forma salvaje hacia esta novela de John Kennedy Toole, y no me refiero en su prosa, sino en la propia vida del escritor. 
Kennedy Toole se suicidó tras ver que ninguna editorial se interesaba por su única novela, acumulando un rechazo tras otro. Todas se la rechazaban aduciendo vacío en su contenido, y él, que la consideraba una obra maestra —a mí me lo parece, es uno de mis libros favoritos y como bibliófaga puedo decir que tener un libro favorito, no digamos varios, en estas circunstancias es complicado—, cayó en una espiral de alcoholismo y depresión que le condujo a la muerte temprana.
Fue su madre quien póstumamente consiguió que se publicase, y gracias a su tenacidad tenemos esta admirable pieza de valor literario incomparable. 
Supongo que el hecho de que se publicase, cumpliendo de esta manera con los deseos de su hijo, fue una de las pocas cosas que en cierto modo la consolarían en tan desgraciadas circunstancias.
Ignatius Reilly es el antihéroe por antonomasia.
Es un individuo inadaptado, egocéntrico y misógino que sueña con una época medieval dorada y su instauración, negando la época que le ha tocado vivir y sufriendo y haciendo sufrir a su excéntrica madre, que, por su influencia, acaba llevando los más disparatados trabajos tras haberse resignado de una forma peculiarísima a su situación. 
Me parece que el manejo de la prosa es exquisito, que los diálogos son fantásticos y las descripciones de los personajes son tan buenas que eres capaz de imaginar que los estás viendo. 
Me parece que es una crítica fantástica a la sociedad del momento —y si me apuras, a una sociedad atemporal, puesto que señala todos sus fallos caricaturizándolos— que rechaza por diferencias, carente de moral y de decoro, al que se referencia constantemente en la novela. Ignatius, no en vano, llega a compararse con el propio Boecio convencido de que en su siglo viviría mejor y sería respetado. 
Quizá lo que me guste tanto sea que parece ser hijo del esperpento más puro y eso lo acerca a la realidad de tal manera que se convierte en un extremo más de ella.

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