30 de diciembre de 2018

Extraños en un tren, Patricia Highsmith

Llevo tiempo planeando traeros algo de Patricia Highsmith porque personalmente me parece una escritora brillantísima y adelantada a su tiempo, y ha coincidido que hoy he visto la maravillosa película que Hitchcock, uno de mis directores favoritos, hizo de esta novela para traeros la versión literaria para que comparéis, para que la conozcáis y para que abráis la mente a un mundo más allá del limitado del cine. 
La historia trata, como quizá sepáis, de lo que es lo más anhelado en el mundo de la delincuencia, el crimen perfecto
Este vendrá al encontrarse dos desconocidos, Bruno y Guy, en un tren que, con un trasfondo psicológico como personajes realmente magnífico, deciden hacer un pacto en el que correrá la sangre, uno matará al principal enemigo del otro, el padre y su mujer respectivamente. 
Aparentemente este asesinato no tendría ningún cabo suelto del que tirar para desmontar la historia: son perfectos desconocidos, en realidad no tienen ningún tipo de motivación porque no son sus enemigos y, una vez acabado el viaje, más allá de la mera presencia tampoco tendría más significación. Guy, sin embargo, se acobarda, mientras que Bruno, vehementemente, cumple su parte y el eje de la historia empezará a rodar cuando este último persiga al primero para que lleve a cabo su trabajo. 
Me encantan, ya sabéis, los libros que me hacen pensar y este es uno de ellos.
Ya no es solo por la deliciosa descripción psicológica que hace Highsmith de los personajes, que, de verdad, es absolutamente fantástica, es que cada palabra parece necesitar a la siguiente, cada movimiento tiene una justificación y esta justificación se enlaza de forma magistral en el final de la novela. 
Es curioso cómo con palabras, con la lectura, se puede aceptar lo imposible, cómo podemos ponernos en el lugar de cada uno de los personajes para, a través de su caracterización, comprender cuál fue este o aquél motivo que le llevó a ser lo que es, hasta aceptar el asesinato, este crimen perfecto que planean porque, a través de la identificación con el personaje, realmente te planteas si es justificable, si la motivación es suficiente para ser condescendiente en un acto tan atroz. ¿Seríais capaz de aceptar la propuesta o incluso de llevarla a término?
Con esta pregunta que seguramente sacuda los cimientos de moralidad y fantasía sobre los que hayáis construido a vuestra persona aprovecho para desearos un feliz final de año, que lo paséis lo mejor que podáis y que si este año que acaba no fue de vuestro agrado ojalá este que entra sea mejor. 

26 de diciembre de 2018

Harry Potter y el misterio del príncipe, J.K. Rowling


¿No os entra como una emoción extraña al saber que las sagas de libros se acaban y que es prácticamente inminente?
No sé el vuestro, pero sí es mi caso, y la verdad es que es una sensación agridulce, no la disfruto del todo porque pienso en qué haré una vez se acabe definitivamente y no sé si llega a compensarme.
En esa tesitura estamos hoy cuando ha pasado la primera parte de las fiestas, hoy os traigo la sexta y penúltima entrega de la saga de Harry Potter que nació de la mano de J. K. Rowling y que a mí, personalmente, tanto me ha entretenido a lo largo de mi vida dadas las veces que me la he releído y que preveo que seguirá haciéndolo posiblemente hasta que muera rodeada de libros. 
Harry ya está en su sexto año, ahora es más maduro, se le permite acceder a conocimientos que antes le estuvieron vedados y está  más marcado aún por la pérdida de personas cercanas que serán el preludio de todas las que vendrán después. A la vez, cobran relevancia ciertas localizaciones que antes se mencionaron de pasada, como la tienda del Callejón Knockturn llamada Borgin&Burkes, pero que ahora se hace determinante, porque aunque todavía no lo veamos si llegamos al libro por primera vez es una pequeña pista que nos da Rowling —que ya había dado en libros anteriores y cuando lleguéis al séptimo o si ya lo habéis leído entenderéis por qué lo digo— y aparecen nuevos personajes como Horace Slughorn, que da lugar a ciertas situaciones cómicas y que es el hilo conductor de nuevas revelaciones de asuntos trascendentes en la historia de Hogwarts, de Voldemort y de la propia familia de Harry.
Creo que este libro es el escalón definitivo para el final de la saga porque me da la impresión de que es aquí donde se alcanza el odio máximo —o el amor máximo, según hacia dónde se inclinen nuestras simpatías, porque no me diréis que siendo amantes de estos libros no habéis proclamado con orgullo a qué casa «pertenecéis» dependiendo de vuestras afinidades— hacia Severus Snape. 
Este es un personaje al que al principio se le tiene un asco supremo, después se comprende con el Always y una vez pasa el momento te das cuenta de que es un personaje profundamente gris y bien definido. Es innegable que es interesante y misterioso, y que puede que hubiera cierto poso de nobleza en él, pero el método quizá no fue el correcto.
Como digo, es quizá el libro en el que se empiezan a entender muchas cosas aunque se malinterpreten otras, pues el conocimiento parcial que se tiene hasta el momento y que concluye con el séptimo libro no permite hacerlo de otra manera. 

23 de diciembre de 2018

Capricornio Uno, Ron Goulart


Me chifla de una forma que no podéis ni imaginar la ciencia ficción setentera —salvo que me conozcáis en persona u os lo haya dicho antes expresamente, cosa que no dudo dado que mi memoria es bastante pésima hasta el punto de que hay una persona que me llama cariñosamente Dory, como la de Buscando a Nemo, con eso os lo digo todo. 
Me parece la mejor del universo, quizá sea por sus efectos especiales cutres —pero adelantadísimos para la época— o por la pretensión de adivinar un futuro que les resultaba lejano y que preveían mucho mejor y avanzado que su época, lleno de telas que parecían de papel de aluminio y lucecitas que no presagiaban nada bueno la mayor parte de las veces. Y si como en este caso también está escrita desde el punto de vista de la conspiración ya puedo dar saltitos de felicidad cual niña pequeña. 
A finales de los años setenta y con la euforia de haber llegado a la Luna —supuestamente según algunos— la NASA se prepara para mandar a Marte el primer grupo de tres tripulantes para explorarlo también, pero una vez está preparado el vuelo, a punto de salir como quien dice, los técnicos de la NASA descubren que hay un tremendo problema en la nave y que es imposible salir. Sin embargo, como se ha generado tantísima expectación y eso provocaría la automática pérdida de fondos para continuar el proyecto se decide que es mejor generar una especie de película —¿os suena?—, en un escenario, con los propios astronautas que asisten perplejos a lo que se les propone una vez se les ha conducido en secreto y por la fuerza a unas instalaciones cinematográficas.
Allí deberán permanecer hasta que la supuesta nave llegue a Marte para escenificar la toma de contacto y conseguir un éxito más en la historia de la agencia, pero no todo saldrá tan bien, puesto que un técnico descubre que las transmisiones no son correctas y la nave se destroza al reentrar en la atmósfera, con lo que cambian las tornas y comienza la trama de la novela. 
Como dato curioso del libro que os traigo hoy debo decir que esta vez fue la gallina antes que el huevo.
Es decir, la obra es el resultado de una novelización de la película homónima y que a falta de una adaptación contó con dos, una para Reino Unido y escrita por el mismísimo Ken Follett y otra, la que os traigo hoy porque es la que más me gusta de las dos, la que escribió Ron Goulart para el público estadounidense, en última instancia destinatario también de la película. 

20 de diciembre de 2018

La metamorfosis, Franz Kafka


«Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.» Y si a esto le añadimos la portada tan reveladora inquieta, ¿verdad?
Hoy lo que os traigo es la alegoría más brutal que me he encontrado en mis muchos libros leídos de las deshumanización del ser humano y del importante peso que tienen los sueños en la realidad como reflejo incontrolado de la misma, y como sabéis viene de la mano de Franz Kafka
Una, cuando lee esta pequeña pero gran obra, se pregunta qué es lo que queda de humano en la humanidad, y me explico conforme a lo que yo extraigo de este libro del que hasta su título tiene consecuencia y trasfondo. 
Lo que yo veo, lo que concluyo cuando cierro la contraportada es que lo bueno deja de serlo una vez se convierte en diferente bien por elección, bien por enfermedad, bien por cualquier motivo que se pase por la cabeza. Gregor Samsa mantiene a su familia y con su transformación ésta va a la quiebra y se empiezan a presentar las dificultades como es obvio. Samsa las intenta remediar escondiéndose de todo y de todos, pero a estas dificultades económicas se suma el rechazo que en mayor o menor grado encuentra en el sitio que debería ser su principal foco de compasión o comprensión, su propia familia. Entre su padre que le detesta, su madre que le teme pero que le acepta permitiendo que se quede en casa y su hermana que en un principio le atiende y que gradualmente va perdiendo motivación hasta el punto en que es ella misma quien propone echarlo de casa está su jefe, que en cierto modo intenta seguir cubriendo las deudas de la familia Samsa.
Lo admito, la novela confunde en cuanto todo se asemeja a un sueño, en cuanto la realidad y lo surrealista van tan de la mano, pero eso no es óbice para que no nos arrastre a la reflexión.
Me reitero en que, a mi parecer, lo que hace patente Kafka con la transformación de Samsa y el trato que se le da una vez ha dejado de ser el bueno para todo para convertirse más en un lastre que una ayuda muestra lo mejor y lo peor del ser humano. Lo peor en todas sus dimensiones, en este caso, es la profunda dicotomía que habita en la sociedad empezando por el individuo mismo que por sobrevivir y por miedo quizá a lo que es diferente es capaz de hacer cualquier cosa, de negar cualquier situación que le corrompa o le denigre en pos de un colectivo. 
¿No os parece revelador?

17 de diciembre de 2018

Viajes con Heródoto, Ryszard Kapuściński


Aunque soy materialmente incapaz de pronunciar el nombre de Ryszard Kapuściński porque, de hecho, ya me cuesta pronunciar todas las eses —bellezas de mi dialecto— eso no significó que en el momento en que vi la portada del libro que hoy nos ocupa me enamorase absolutamente del conejo que la ilustra.
La verdad es que me evoca muchas cosas, como la calma, o más bien la fingida calma de la presa a punto de saltar y escapar, el silencio y la paz de la naturaleza, la justicia casi divina que emana de ella al equilibrarse a sí misma y, quizá por una especie de deformación social, imaginé que el conejo se llamaba Heródoto —¿quién dice que no es un buen nombre para un animal de compañía?— y se me ocurrió que, tal vez, si cuando faltase mi gato me decidía a adoptar a otro sería un nombre para tener en cuenta.
Sin embargo, una vez me detuve a introducirme en sus páginas descubrí una realidad totalmente diferente que en cierto modo debí haberme imaginado porque el nombre se refería a Heródoto, el historiador, el histórico, el de verdad.
Me ha resultado, de veras, un libro muy muy peculiar porque en sus páginas el autor casi va comparándose con él y con su Historia mientras desgrana sus viajes periodísiticos, en los tiempos en los que se desempeñó como reportero internacional. 
Y se compara con él porque le considera una especie de «protoperiodista», si es que esa palabra puede llegar a existir en algún contexto, porque en su historia no solo la recoge a ella, sino que recoge realidades de los diferentes pueblos que retrata a lo largo de sus nueve tomos.
Mientras no puedo viajar, leer este libro me ha traído a la mente lugares inmensos, con todas sus peculiaridades que no son sino formas de hacerlos maravillosos, y a veces he perdido el hilo en el sentido de que no sabía cuándo era Heródoto y cuándo el autor, pero sin embargo es esta es una muestra de la genialidad de Kapuściński al llevar más allá la biografía, de su prosa que en ningún momento resulta pesada o aburrida. 
Para mí por lo menos me es muy ameno viajar, aprender y descubrir realidades que nos han sido negadas, bien por intereses, bien por distancia, al mismo tiempo, y Kapuściński consigue que nos sintamos parte de su recorrido, como un compañero más de viaje en algo tan personal como es la vida propia, y la parte buena es que no nos sentimos extraños al introducirnos en la prosa de este autor al que el trabajo llevó a descubrir medio mundo, sino que, más bien, o por lo menos yo, acabamos viendo casi como en diapositivas descritas todas las vidas que ha vivido.

14 de diciembre de 2018

La camisa, Lauro Olmo


Creo que, con la absoluta excepción de la enfermedad devastadora que consume sin piedad, no hay nada más doloroso que dejarlo todo, tu entorno, tu familia, tu vida en definitiva, obligado por una causa mayor, aunque sea para sacar adelante a los tuyos y comprobar que quienes hicieron antes lo mismo de forma discreta para que no se les detuviera y les mandaran de vuelta se olvidan de que ellos son su reflejo y que no vienen a destruir ni a amenazar, sino a conseguir un futuro. Y ya no digo un futuro mejor, lo dejo en futuro.
La desesperación que la incertidumbre conlleva, la lucha por la supervivencia, porque en ocasiones ni puede considerarse vida aquello, y el dolor de sentirse inútil o acaso inválido en una sociedad que se muere de hambre y necesita una escapatoria bajo mi criterio nunca ha sido mejor reflejada en esta pequeña pero durísima obra de teatro —que por desgracia tiene poco de teatro en estos días; parece que los patrones son cíclicos y que, como consecuencia, se repiten cada cierto tiempo, cada cierta crisis— de Lauro Olmo, un autor que descubrí cuando, en cierto modo, me fue impuesta por una asignatura. Y me sorprendió para bien.
Esta podría ser una familia cualquiera, en una ciudad cualquiera, pero en los sesenta le tocaba a España. El trabajo escaseaba y la gente necesitaba salir adelante.
El drama de la emigración estaba presente en casi todas las familias obreras, pues los afectos ni siquiera tenían que cocer y recocer las mondas de patata para hacer una suerte de sopa, y a través de personajes tipo —el cacique, la niña bonita, el borracho, el soñador fantástico que vende globos como metáfora de sus sueños, la mujer que tiene hacerse cargo de la familia y el hombre que se ve inútil en una sociedad aún machista— Olmo nos lo retrata con el elocuente nombre de La camisa. La única camisa que nuestro protagonista tiene en condiciones para que los patrones, guiándose por la buena impresión, le ofrezcan un puesto de trabajo que le permita a él y a su familia repartirse más de un tomate, y esa camisa está zurcida y remendada hasta la saciedad, como la vida del protagonista y de su entorno, con los pequeños tejemanejes a los que se veían abocados para continuar
La verdad es que es una obra de las que arañan el corazón precisamente por su dureza, y aun así está llena de una deliciosa ironía que adorna las vidas de quienes la protagonizan, mostrando temas tan volubles y nunca tan necesarios como el amor, la camaradería y la entrañable unión que surge en tiempos de miseria.
Lamento haberme puesto tan trágica pero creo que nunca deberíamos olvidar las cosas importantes, aquellas que siempre quedan postergadas por las urgentes, así como espero que me concedáis la licencia de poner esta portada tan seria y tan clara. 

11 de diciembre de 2018

Bilbao-New York-Bilbao, Kirmen Uribe


Si el autoanálisis no me falla, aunque es posible que lo haga, creo que soy una persona bastante —demasiado— pasional. Amo y siento en exceso, no importa qué y no tengo control sobre ello, y, francamente, me importa poco.
¿A cuento de qué viene este pequeño momento de confesión? Pues a que estoy enamorada de Euskadi, de su gente, de su idioma, de su paisaje, de todo en general. Tengo la suerte de ir una vez al año y todas las personas con las que he ido me lo han dicho, la sonrisa que se me pone cuando la piso es distinta a todas las demás. 
Y por desgracia no es algo que todo el mundo entiende. Por este amor que le tengo a Euskadi he llegado al punto de intentar aprender euskera, y digo intentar porque es un proceso largo y complejo como podréis imaginar.
Evidentemente este amor se extiende a lo literario, y por eso hoy os traigo una novela de Kirmen Uribe
Es un librito muy curioso, ya no solo por el título, que según nos vamos adentrando en la novela descubrimos que tiene todo el sentido del mundo, sino por la forma en que está escrito. 
Liborio Uribe, después de saber que su muerte está cerca, quiere ver por última vez un cuadro de Aurelio Arteta; él ha sido toda su vida un hombre de mar y es frente a este cuadro que su nieto, Kirmen, nuestro autor, recopila y rastrea estas anécdotas de su abuelo con sus compañeros en el mar para acaso pincelar la historia de su familia en tres generaciones y escribir una novela. 
En el transcurso de un vuelo entre el aeropuerto de Bilbao y el JFK de Nueva York es donde se centra el nudo, donde las cartas, los correos electrónicos, las memorias y los diarios se combinan para culminar en esta historia buscada, en descubrir el pasado para comprender el presente y afrontar el futuro.
Me gusta esta técnica narrativa, lo reconozco.
Eso de coger de aquí y de allá, de mezclar novela con epístola, de hablar de la creación de un texto en él mismo, de ser, tal vez, el inicio de un collage literario aparentemente deshilado que acaba siendo el puzzle de tres generaciones es algo que me ha llegado. No sé si se la pueda catalogar de realista —lo cierto es que, después de mucho pensar, las etiquetas existen solo para complicarnos la vida en todos los sentidos— pero al recurrir a personajes reales creo que el asentamiento que logra es mucho más cercano que el que puede brindar un personaje poco definido psicológicamente y me explico. La vida hecha, por muchos tintes de fantasía que se le dé, tiene una base, unos cimientos que no se pueden cambiar —o sí, pero ya me entendéis— y que sirven para construir sobre ellos. Crear un personaje es muchísimo más difícil y siempre puedes olvidar algo que, aunque en apariencia innecesario, puede resultar indispensable para la resolución de la trama.
No es una novela al uso, pero quizá sea esa cualidad de inusual la que la hace merecedora de un puesto en el anaquel de cualquier biblioteca bien cultivada. 

7 de diciembre de 2018

Jane Eyre, Charlotte Brontë


Si os digo que es una de las novelas románticas por excelencia de los últimos tiempos sé que no me equivoco y que sabréis que os hablo de la novela de Charlotte Brontë que pasó a la historia con el nombre de Jane Eyre. 
Publicada en un principio con el subtítulo de «una autobiografía» es la propia Jane quien cuenta su historia desde que queda huérfana y pasa a vivir con sus tíos hasta la culminación de su historia amorosa con el señor Rochester.
Jane es una chiquita huérfana, anodina y gris como todas sus ropas de la adolescencia y adultez cuyos problemas comienzan desde el momento en que muere su tío Reed y su tía, que no la quiere y que la considera una deshonra porque el matrimonio de sus padres fue morganático, actúa como una madrastra cruel en la que ciega por el amor que profesa a sus hijos no ve que tras las contestaciones de Jane solo está la verdad y la lucha por sobrevivir.
Tras algunos incidentes con su primo, que parece decidido a hacerle la vida imposible, acaba yendo a parar al cruel orfanato de Lowood en el que, por suerte, confraterniza con alguna profesora y alguna compañera, pero en este estado de aparente y relativa normalidad para la vida de una huérfana en aquellos tiempos no solo aprende a desenvolverse y a demostrar que no es la niña mala y mentirosa que su tía quiso ilustrar ante el padre Brocklehurst, sino que convive con la pobreza —según el sacerdote la frivolidad aparente de las mujeres les impide llevar una existencia pía, sumisa y abnegada y el lujo solo conduce a la depravación, pero naturalmente esto solo ocurre en aquellas que no pueden permitírselo, puesto que sus hijas llevan las mejores galas y son unas pequeñas malcriadas— y sus principales males, la enfermedad y su consecuencia, la muerte.
Una vez se casa la señorita Temple, aquella profesora a la que ha adoptado en cierta manera como madre y guía, decide que ya no tiene nada más que hacer en Lowood y pone un anuncio que la lleva a ser la institutriz de la pupila de un noble, el señor Rochester. 
Con el devenir de sus enseñanzas empezaremos a conocer el trasfondo de Jane, conoceremos a un tío que fue a buscarla poco antes de partir de la casa de la tía Reed, las intrigas de la casa Thornfield y, sobre todo, el amor, que en un principio rehuirá para encontrarse con algunos familiares y afrontar nuevas situaciones que pondrán a prueba lo que es y lo que ha aprendido.
A su manera y a la de su época Brontë, además del reflejo de ciertos aspectos de su propia existencia, comienza a dar pinceladas de lo que sería un revulsivo en la férrea sociedad victoriana. Comienzan a aparecer los conceptos de igualdad de clases, o por lo menos de mejora de aquellos que están oprimidos, y, sobre todo, los matices de un primitivo feminismo que iría asentándose y floreciendo progresivamente en el tiempo. 
Es, en fin, el canto a una revolución que comienza desde dentro de uno mismo y que culmina con la idea de que el amor está por encima de todas las cosas y todo lo vence.
Lástima que la realidad en la mayoría de los casos no lo comprenda. 

5 de diciembre de 2018

From Hell, Alan Moore y Eddie Campbell


De nuevo elijo a Alan Moore, teniendo de compañero esta vez a Eddie Campbell, para recomendaros un nuevo cómic. 
De la mano de ellos dos nos trasladamos a la Inglaterra victoriana, en la que la vida de casi nadie valía nada a pesar de que, poco a poco, se iban haciendo nuevas concesiones que costaron mucha lucha y mucha sangre. 
Entre los que se consideraba que tenían vidas valiosas encontramos a una nueva clase pujante derivada de la Revolución Industrial, la burguesía, aunque obviamente ya llevaba cierto tiempo haciendo su aparición en el panorama de clases, y ya sabemos que por mucho poder o dinero que se tenga, siguen siendo movidos por los mismos impulsos que asaltan al resto de los humanos, por los mismos instintos que los del trabajador más miserable y desharrapado. 
Es al auspicio de esta sociedad decimonónica que se forman sociedades secretas —o discretas— que pretendían buscar más allá de la trascendencia humana y en las que se agrupaba la flor y nata del país en el que se encontraban.
En este caso Moore y Campbell trazan una teoría —aunque por teoría no es menos probable— acerca de la identidad de Jack el Destripador, algo que aestas alturas me temo que nunca se sabrá, y que pronto, por desgracia se acabará olvidando. Junto con la teoría de de la identidad ambos ilustran los crímenes de una forma muy cruda y sórdida, casi tanto como en la misma época, y cimentan los asesinatos cometidos en una conspiración fabulosa entre los masones —demasiado vilipendiados desde su origen— y el propio poder de la Casa Real británica de la época para ocultar el matrimonio católico del potencial heredero del príncipe de Gales y el consecuente nacimiento de una niña cuya existencia se presupone —aunque técnicamente su desaparición y la de su madre no fue tan violenta— que darían al traste con la Iglesia Anglicana tal y cómo se la conoce, fundamentada en el protestantismo, ya que el papel de cabeza de la misma está destinado al propio monarca.
Se hizo una película homónima que protagonizaba Johnny Depp, y a pesar de que me gustó en el momento en el que leí el cómic que hoy he decidido traeros reconozco que, aunque en las bases sí se puede identificar la historia, lo cierto es que no tiene demasiada relación, omitiendo aspectos importantes de la historia gráfica. 
En cuanto llegó a mis manos este cómic pasó a ser de mis favoritos precisamente porque contempla una posibilidad tan válida como cualquier otra y la argumenta de forma fantástica, y porque, qué puedo decir, el misterio, los crímenes y las investigaciones me pierden.
Quizá algún día se descubra quién fue el verdadero asesino de esas mujeres que, según cuenta la historia, guardaban un secreto que podía afectar a los cimientos del propio país, unas mujeres cuyo mayor crimen fue no tener un oficio mejor y nadie que las protegiera y se vieron abocadas a ser las víctimas de un asesinato terrible e injusto, quizá uno de los crímenes más famosos de todos los tiempos y uno de los que más literatura ha generado.
Que se plasmara en un cómic no iba a ser la excepción.

2 de diciembre de 2018

Como agua para chocolate, Laura Esquivel


En una época en la que tendemos a creer a pies juntillas todo lo que nos muestran desde los medios de comunicación —haciendo el efecto contrario las más de las veces— y los libros de texto que muchas veces se olvidan de mostrarnos el amplio abanico de escritores que se prodigan en los distintos géneros repitiendo hasta la náusea los mismos nombres, desgastados tal vez por exceso de uso, hoy me gustaría mostraros, si es que no lo sabéis ya, que en el Realismo mágico hay más nombres aparte de Gabriel García Márquez, Horacio Quiroga o Carlos Fuentes entre otros —sin denostarles, naturalmente, porque es obvio que lo suyo tienen cuando se les tiene en tales pedestales. 
El problema es que por encumbrar a unos nos olvidamos de otros escritores cuya trayectoria literaria es tan buena como la de los recordados. Y este es, para mí, el caso de Laura Esquivel, una escritora mexicana que en este libro que os traigo hoy establece la relación que existe entre lo de más allá, lo sobrenatural, y lo de más acá, lo humano, a través de la historia y los amores de una mujer fronteriza.
Es el tiempo de la Revolución mexicana y la laxitud de las normas brilla precisamente porque está en su máximo apogeo, y esto también sucede en los amores. La madre de nuestra protagonista, cual Bernarda Alba a lo mexicano, separa a Tita de su amor para juntarlo con su hermana, y es el conjunto de recetas de cocina y las metáforas usadas para reflejar los estados de ánimo y relacionadas con ellas las que hacen reír o llorar hasta los más fatales desenlaces que puedan imaginarse.
Ya no es solo la separación, porque la pérfida madre consigue no solo la boda, sino que se vayan del país, también es la muerte del hijo de su hermana y su eterno amor el que la termina de quebrar estallando como un globo de papel, y es al final de todo la exaltación de las pasiones y la muerte quienes ganan de mano cualquier partida perdida en el pasado.
Esta tragicomedia moderna ambientada en épocas convulsas y confusas merece un puesto en el estante de cualquier librería que se precie. La risa acompaña al llanto de la mano allí donde la muerte se celebra como santa y se la venera. Es la dicotomía de lo doloroso y la distensión que son caras de la misma moneda, y el destino que parece querer vengarse de Tita a lo largo de su vida por motivos desconocidos parece tener piedad en tanto que le permite culminar lo deseado durante tanto tiempo, aunque se lo arrebate después de la forma más cruel.
Si fuera creyente, si fuera Tita, diría que Dios juega a los dados, dijeran lo que dijeran.