4 de septiembre de 2019

Tarántula, Thierry Jonquet


Que Dumas me perdone, pero este libro de Thierry Jonquet que os traigo hoy casi llega a rozar a mi bien amado «Conde de Montecristo» en lo que se refiere a paciencia y a venganza. 
Madre mía, lo pienso y me da un patatús.
Podría decirse que el libro se fundamenta en el dolor, la rabia y el odio, y que a través de ellos se fragua la venganza final contra una afrenta terrible, y lo bueno —o lo malo, según se mire— es que Jonquet, mientras discurre la trama, va disgregando pequeñas pistas que justifican, para sí mismo y para el lector que se introduce en la historia, las acciones de nuestro protagonista, un cirujano plástico cuya vida se ha visto determinada por la necesidad de venganza. 
Y al final nosotros mismos sentimos que esa venganza se hacía justa y necesaria. Al menos yo lo sentí, aunque creo que no tendría paciencia para llegar a ponerlo en marcha. 
Es un libro que se devora, y puede que sea porque todos los personajes son tan perversos y tan insensibles que lo único que albergan es resentimiento y venganza, y quizá, en el fondo de nuestro corazón, compararnos con ellos nos hace sentir mejores personas de lo que realmente seamos.
Es precisamente esta incapacidad de ser una persona normal —y no seré yo quien diga que no sentir no es bueno, a veces he pensado que sería un consuelo en determinadas circunstancias— la que nos atrae a ellas, bien por afinidad, bien por compasión, bien por querer descubrirles que existen otras posibilidades.
El libro es un no parar, breve pero intenso, y te agota precisamente por el bombardeo constante de información y psiques que supone, pero es un agotamiento que se suple con la historia, que es impecable.
Quizá porque soy una persona terriblemente impaciente —para mi desgracia— creo que sería incapaz de conseguir algo tan elaborado y, por qué no, cruel —otros lo llamarían justo, ahí ya no me meto— solo por venganza.
También es cierto que tendría que verme en una situación así, en ella tal vez consiguiera apartar mi natural impaciente para ir lenta y meticulosamente hasta conseguir mi objetivo final, aunque tuviera que pagar las consecuencias, pero creo que hoy por hoy mi incapacidad para esperar me impediría orquestar semejante obra, porque, buena o mala, es innegable que es extraordinaria.

No hay comentarios: