31 de octubre de 2018

Drácula, Bram Stoker


Creo que pocas cosas quedan por decir de esta genial novela.
Siendo una de las pioneras en su género, retrata como nadie al vampiro, al nosferatu, al ser de la noche que acecha para desangrar a sus víctimas... pero la grandeza de Bram Stoker radica en que el vampiro asesino que no tiene piedad tiene una de las capacidades más maravillosas de las personas a pesar de todo el odio, el dolor, de toda la muerte, es capaz de amar, el último rasgo, ineludible, de humanidad.
En la novela Jonathan Harker se ve obligado a sustituir en una venta a su predecesor, Reinfield, que, misteriosamente, ha caído preso de una locura que parece perpetuarse en el tiempo, así que acude al castillo de Drácula a Transilvania, que le recibe con las palabras archiconocidas «Bienvenido a mi casa. ¡Entre con libertad y por su propia voluntad! ¡Bienvenido a mi casa. Venga libremente, váyase a salvo, y deje algo de la alegría que trae consigo!». Creo que pocas veces, con tan pocas palabras, se había transmitido tanto: sospecha, libre albedrío, dolor... todo un cúmulo de sensaciones que se agolpan al leerlas.
Y poco a poco, aquel complaciente conde se va convirtiendo en poco menos que un secuestrador cuando le retiene en contra de su voluntad entre las paredes de su castillo y de su propia mente. Mina, la prometida de Jonathan, le espera impaciente en la casa de su rica amiga Lucy Westenra mientras el conde se traslada a Londres en tierra de su patria, la única manera, puesto que debe descansar en ella.
Cuando el conde pisa la tierra de Inglaterra, en la casa Westenra se empiezan a suceder las desgracias, y habiendo entre sus pretendientes un doctor, el doctor Seward, que trabaja en el manicomio donde está Reinfield, se llama al experto médico Abraham Van Helsing, y, a través de él, se irá descubriendo cuál es la cruel mano que mueve los hilos que controlan a los Harker, a los pretendientes, a la casa Westenra y a él mismo. 
Reconozco que es uno de los pocos casos en los que la adaptación cinematográfica —que, por cierto, constituye una lista casi interminable— me ha fascinado, y hablo en concreto de la de 1992 protagonizada por mis adorados Gary Oldman y Winona Ryder. Me parece que esa película es capaz de transmitir todo lo que pretendía Stoker, con las obvias licencias, claro está. 
Ambos, película de Coppola y libro de Stoker tienen para mí un hueco ineludible en las estanterías. Ya no solo para el que le guste el tema vampírico o misterioso, sino por todo lo que significa para la historia de la literatura y la producción posterior. 

28 de octubre de 2018

Los miserables, Víctor Hugo


Pocas cosas hay en esta vida, al margen de la lectura, claro está, que me gusten más que un musical; como se suele decir vulgarmente los vivo más que verlos, los disfruto con cada fibra de mi ser y cuando vi que se adaptaba esta magistral novela de Víctor Hugo que os traigo hoy no pude evitar sentir cierto miedo dada la magnitud de la obra y que, como ya sabéis, no suelo ser demasiado amiga de las adaptaciones de libros a la gran pantalla, ni siquiera a la pequeña. 
Y fue precisamente la aparición del musical la que me motivó a releer el libro en su momento, pues es una pequeña manía que tengo y que me trae no pocas decepciones. La más horrible que recuerdo es la de una adaptación teatral que hicieron en mi ciudad del Don Juan Tenorio: no se me ocurrió otra cosa que refrescar la obra leyéndola antes de la función y maldita la hora, mirándolo desde la distancia pienso que habría sido mejor que hubiese ido con las lagunas inevitables de años sin leerla que teniéndola tan fresca.
Sin embargo en este caso la adaptación me pareció bastante razonable. 
Como obra coral es extensa —mucho— y densa, como suele pasar en estos casos ya que la cantidad de personajes, de motivaciones, de inspiraciones y de diferentes psicologías suelen hacer que el lector se pierda si no está realmente concentrado en la novela, pero, en cualquier caso, es precisamente esta capacidad de cohesión y de tanto detalle que ilustra prácticamente a la perfección un tiempo tan tumultuoso la que la hace magnífica. 
Me gustan los libros que, más o menos sutilmente, dejan entrever la opinión del autor al respecto del tema que tratan, sobre todo los que aparecen en una época censurada o censurable —términos que suelen ir ligados— porque por las metáforas acaba diciéndose más que si el autor lo explicase de forma explícita, y, para mi gusto, con un resultado indudablemente más feliz que si se hiciera de una manera más evidente.
Es estimulante un libro que te haga replantearte los esquemas de la vida, de tu vida.
Por suerte hemos superado muchos de los problemas que se plantean en el libro, otros muchos quedan ahí, a la espera de que nosotros mismos seamos capaces de evolucionar de forma acorde a lo que debería ser nuestra grandeza, y siempre viene bien que nos recuerde alguien ajeno a nosotros todo el potencial que escondemos. 
Este libro me inunda de esa fuerza vital que me invita a superarme.

24 de octubre de 2018

Crimen en directo, Camilla Läckberg


Cuando los días se van haciendo cada vez más grises y menos se ve el azul siempre pienso en una de las pocas experiencias buenas que tuve en la parte más temprana de mi adolescencia en un instituto infame. 
Este primer instituto al que fui organizó un intercambio a Finlandia, y fue raro porque era la primera vez que salía de mi casa sola a un país extranjero —Marruecos no cuenta porque he ido tantas veces que ya es para mí algo normal y no exótico— y porque hablando de primeras veces fui en pleno enero y nunca había visto la nieve antes y entonces me llegaba al muslo. Y sí, soy bajita, pero a gente más alta también le llegaba arriba. 
Así que una cosa lleva a la otra, Finlandia a Escandinavia, Escandinavia a la novela policíaca y, voilà, la combinación lógica de estas dos cosas es Camilla Läckberg
De nuevo son nuestros Patrik y Erica, aunque ahora acompañados de su bebé, que ya tiene unos meses, los que deberán resolver el misterio que vuelve a proporcionar el pueblo.
Esta vez, al más puro estilo de Hitchcock, por lo menos eso pensé yo cuando lo leí, el misterio se desenvuelve en un reality show que llega al pueblo con la promesa de unos beneficios increíbles, por polémico que sea, pero que acaba siendo un caso para esta joven pareja, porque una de las participantes aparece muerta, mientras que, paralelamente, sucede otra muerte muy extraña, la de otra mujer del pueblo que sufre un accidente de tráfico estando borracha, y digo que es extraña porque ella nunca ha bebido y su tasa de alcohol es superior, incluso, a la de una persona habituada a la bebida.
Además, aparecen unas marcas en su cuello y una hoja de un cuento infantil, algo que se corresponde con diferentes asesinatos en otros puntos de Suecia que siguen el mismo patrón.
Como veis la polémica y el interés están servidos y van de la mano.
De la novela negra no puedo decir nada que no haya dicho ya en otras reseñas, porque sigue siendo de mis favoritas, pero el planteamiento que expone Läckberg me ha resultado de lo más original.
Desde luego que el asesinato por emborrachamiento y posterior accidente de coche no es algo nuevo, ni en la historia ni en la historia de la literatura, pero el hecho de que lo que parece ser un asesino en serie —que luego se confirma— se meta dentro de un reality show para llevar a cabo su atroz acto me ha llamado poderosamente la atención, y no solo por el asesinato en sí.
Creo que así expone bastante de la psicología de un asesino en serie, un afán protagonista increíble; por decirlo de alguna manera, el hecho de que televisen todo lo que arrastra el asesinato es una forma brutal de alimentar el ego del asesino en cuestión, y a la vez puede ser el punto determinante para que dé un paso en falso y se descubra, en este caso por la pareja de Patrik y Erica. 

20 de octubre de 2018

El maestro de Go, Yasunari Kawabata


Hace un tiempo me interesé por este juego. Podéis llamarme rara porque quizá no os equivoquéis y tal vez lo sea.
Fue a raíz de ver una fantástica e inquietante película de Darren Aronofsky en la que su protagonista, en un momento dado, en los que discute con su maestro las tácticas que está llevando a cabo para proseguir con su estudio de que mediante los números se puede representar a toda la Naturaleza, juega al go y me dediqué a buscar información sobre él.
Como fanática frustrada del ajedrez, pues no se puede jugar en condiciones contra una misma con un libro en la mano de la misma forma que se haría practicando y cometiendo errores con otro contrincante, me resultó, salvando las distancias, ligeramente parecido, y en una de esas múltiples páginas en las que detallaban jugadas, métodos e historias varias vi que se hacía referencia a este libro de Yasunari Kawabata, un libro relativamente famoso en Occidente del que, sin embargo, nunca había oído hablar. 
Pensando que sería un manual de aprendizaje de los que mencionaba antes al respecto del otro juego ya que en la página no había más referencia que el nombre del autor y del título y no  explicaba su verdadera naturaleza lo busqué y lo conseguí, y me dediqué a adentrarme en sus páginas.
Cuál no sería mi sorpresa al encontrar en ellas la crónica de la última partida de un famoso jugador, una partida que le llevó alrededor de seis meses, contra un joven aspirante en apariencia digno de subestimar, en la que además de lo obvio que recoge la narración encontramos mucho más si nos decidimos a buscar: el enfrentamiento tácito entre dos generaciones, dos formas de vivir, de jugar al propio juego y de las tradiciones, un tema más que presente en el Japón actual y mucho más en el Japón de la época. 
Las descripciones son una delicia y se nota que nos encontramos ante un autor genial y meticuloso, y resulta anecdótico que el propio Yasunari utilizase extractos de la columna en la que relataba la partida que le habían pedido, periodísticamente hablando, y a partir de ella consiguiera esta maravillosa obra en la que además de un manual de juego, ya que la partida la vamos encontrando documentada en sus páginas mediante diagramas, podemos encontrar una novela realista, con golpes que podemos considerar de ficción que adornan los movimientos del maestro.
La verdad es que fue todo un descubrimiento, espero que para vosotros también lo sea. 

17 de octubre de 2018

Harry Potter y el cáliz de fuego, J.K. Rowling


Suelo ser muy cuidadosa con mis libros, tanto que en ocasiones mi interés porque sigan intactos roza la paranoia, especialmente si es uno de mis libros favoritos —como sucede de hecho con una superedición del «Cantar de mío Cid» que tengo, que casi me da miedo tocarla por si acaso la descuadro o le pasa algo, tanto me gusta— pero confieso que este libro, la cuarta parte de la saga de Harry Potter, es el único libro que he destrozado —literalmente— de leerlo tantas y tantas veces.
El pobre está tan remendado con cinta adhesiva que me da penita verlo, y tiene hasta páginas sueltas, pero hasta que salió el siguiente fue mi absoluto favorito tras «El prisionero de Azkaban» y no pude dejar de leerlo. Quienes lo hayáis leído sabréis por qué y entenderéis el ansia que tuve en su momento por saber cómo continuaba la historia.
Confieso que me sé pasajes de los libros y, sobre todo, el hechizo de resurrección de Voldemort de memoria.
Sí.
De memoria.
Y lloré de emoción mientras lo recitaba junto con Pettigrew en la película porque me sentía mala y poderosa.
Pocos finales más apoteósicos que los de este libro de J.K. Rowling que os traigo hoy he encontrado a lo largo de todas las lecturas de mi vida, con el tiempo he pensado que supera a «Las Reliquias de la Muerte» en muchas ocasiones, y que hasta debería haber concluido la saga con él aunque, desde luego, es imposible. Dejaría coja parte de la historia y demasiados cabos sueltos que ata más adelante, pero de verdad que en su momento me pareció increíble y cada vez que lo leo encuentro un aliciente más, un detalle incluso mejor que por el ansia o el tiempo se me había traspapelado.
Aquí se ve a una Rowling más madura, que poco a poco va oscureciendo la saga y que culmina con el encuentro final del laberinto.
Es el preludio de lo que vendrá, ya no hay vuelta atrás y Voldemort ha vuelto, e incluso por un momento llega a parecer invencible. Esta vez Harry lo tendrá difícil para sobrevivir.

13 de octubre de 2018

Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll


Sé que hoy no os estoy descubriendo nada nuevo pues es un clásico con todas las de la ley. 
En realidad hace muchísimo tiempo que llegó a mí en forma de película, e imagino que así es como llegó también primero a muchos de vosotros. Ya se sabe, la típica de Disney que se pone a los niños pero que, en realidad, revisionándola de adultos  conserva esa capacidad de fascinación por aquello de entender ahora de forma más amplia las metáforas y los diversos giros que en sus minutos subyace. 
Sabía que debía de haber algo, una fuente de inspiración, y pronto la búsqueda se hizo fructífera, encontrando que la base de la mencionada película estaba en el relato de Lewis Carroll que os traigo hoy para amenizaros la tarde o, como poco, recordaros que Alicia es un libro y existe. A partir de ese día no he podido dejar de releerlo periódicamente, porque a veces hay que pensar cosas imposibles antes de que termine el día.
Indudablemente todos conocéis la historia. Alicia es una niña que en una tarde de total aburrimiento ve a un conejo blanco vestido y con reloj de bolsillo y, extrañada, decide seguirlo a la madriguera, puerta de entrada a un mundo mágico que la llevará por un trepidante viaje de oníricas alucinaciones y surrealismos impresionantes.
A través de la madriguera del conejo comerá para crecer y menguar, correrá con los animales para secarse del mar de sus propias lágrimas, se hará tan grande que se encajará en la casa del conejo y asustará a la pobre lagartija que va a deshollinar, encontrará a una oruga que fuma pipa y la aconsejará, tomará el té con un sombrerero loco y una liebre y mil peripecias más llenas de símbolos que de pequeños nos parecen hilarantes pero que de mayores cobran sentido.
Reconozco que es un libro que en su momento me marcó y no he debido de ser la única puesto que se han hecho innumerables versiones de esta obra, principalmente cinematográficas. Hasta hay una traducción en esperanto de la que os pongo portada, porque allá por la época en la que me decidí a aprenderlo —una larga historia— me lo leí con la misma avidez.
Ya sé que siempre, siempre, estoy diciendo lo de volver atrás, mirar hacia dentro de nosotros mismos y meditar las conclusiones que saquemos, pero a veces es bonito y necesario. 
A veces es necesario seguir al conejo blanco.

11 de octubre de 2018

Inferno, Dan Brown


Soy de las que dice que para poder criticar algo primero hay que darle la oportunidad de conocerlo, de leerlo si se trata de un libro, para poder hablar con propiedad, y aunque lo cierto es que no andaba muy por la labor teniendo en cuenta lo que opino por norma general de Dan Brown esa portada que ha hecho Planeta mostrando el Duomo de Florencia y la constante referencia a Dante —fetiches de filóloga, lo sé, lo admito— han hecho que ceda y me decida a robarle horas al sueño para leer este libro de este autor tan controvertido, porque o le amas o le odias, y un término medio en estos casos a veces es difícil de alcanzar.
Robert Langdon, protagonista de los archiconocidos «El código Da Vinci» y «Ángeles y Demonios», vuelve a hacer aparición y esta vez lo hace a lo grande: con una herida en la cabeza en un hospital de Florencia cuando supuestamente estaba en la universidad dando clase y siendo perseguido, al parecer, y cómo no, para matarle. Para salvarle de esta persecución aparece Sienna Brooks, una doctora que, según iremos descubriendo, tiene mucho que ocultar.
Como telón de fondo sostiene la obra Dante y su Divina Comedia, y narra una especie de conspiración que, aparentemente y a pesar de que el tema de la persecución-ocultación de algo de otro personaje-descubrimiento de la verdad-redención comienza a hacerse en cierto modo predecible, plantea un dilema moral y social al lector: si somos perniciosos para la tierra o beneficiosos para nosotros mismos, si una masacre en masa para salvar o alargar el tiempo de los que queden estaría justificada y, en caso de ser así, qué es lo mejor, el silencio conspirativo o la abierta verdad.
Habrá, desde luego, a quien no parezca descabellada la idea.
Aun así debo reconocer que no es un libro que no es infumable y que en cierto momentos y en determinadas circunstancias entretiene. Sinceramente para mí se salva por las referencias constantes a la Comedia, obviamente centradas en el Infierno, que es el que da sentido a la novela y que se trata del punto de partida, metafóricamente hablando. Un punto —un poco pretencioso, pero un punto al fin y al cabo— para Brown es que concluye su Inferno de la misma forma que Dante concluye cada parte de su obra, con la palabra «estrellas».
Hay que concederle el éxito que ha supuesto, no solo por la campaña de publicidad tan salvaje que ha tenido, con aquello de los búnkeres y la confidencialidad y todo lo que se ha ido sabiendo con cuentagotas con el tiempo y que ya perdimos la cuenta de si es cierto o son elementos más que añadir a la mitología que circunda el libro, sino porque aunque me ha parecido un poquito machacón —concedédmelo, por favor— en el sentido de que si te has leído uno de Dan Brown te los has leído prácticamente todos, y a la inevitable coprotagonista que acompaña a Langdon en sus peripecias y lo que exponía anteriormente me remito. 
Para mí se pasa un buen rato leyéndolo porque no piensas, y no pensar es, a veces, mejor que cualquier redención. 

8 de octubre de 2018

La encrucijada, Paco Roca


Hace tiempo que tengo ganas de traer este cómic porque no concibo la vida sin música y es la música el eje central que vertebra esta obra de Paco Roca, coautor junto con José Manuel Casañ, vocalista de Seguridad Social
La verdad es que no es un cómic al uso porque la historia que narra es una suerte de autobiografía aderezada de la construcción del proceso creativo a través del diálogo de estos dos grandes referentes, cada uno en su campo. 
En estos diálogos se ponen de manifiesto el proceso de creación, qué lleva a una persona a sentarse delante de una hoja en blanco y escribir, dibujar o lo que quiera que haga con esa hoja y desarrollar algo más, algo que marque y cambie la vida al recipiente futuro de lo que se convertirá esa hoja, en este sentido me recuerda a «Mientras escribo» del siempre enorme Stephen King. Son las experiencias de cada uno, sus reflexiones acerca de adónde van y de dónde vienen, la inseguridad, los miedos, las ganas y, en definitiva, todo lo que conlleva la creación. 
Si recordáis cuando os traje «Arrugas» del mismo autor os dije que era puro sentimiento, que era la vida misma contada por diferentes personajes. Este sin embargo, aunque es la vida desconocida de los autores que leemos y de los cantantes que oímos y con los que pasamos horas tal vez sin ser conscientes de ello. Es lo que hay detrás de lo que consumimos y nos da consuelo, la evolución que se hace de la mano de lo que absorbemos y el camino que buscas y que encuentras exponiéndote a horizontes nuevos.
El cómic incluye un disco que complementa al cómic, haciendo repaso de la historia del grupo en la música y de géneros como el punk y el rock y yo recomiendo escucharlo mientras se lee después de haberle dado una oída como se merece, a solas, interiorizando cada letra, y aun así no creo que sea necesario que te guste Seguridad Social para disfrutarlo. A mí me gusta mucho el rock y no he escuchado antes mucho más de ellos que los grandes clásicos que sonaron en mi infancia en la radio, y eso no ha sido óbice para no empaparme de ellos a través de las conversaciones que mantienen en las páginas del cómic. 
Dadle una oportunidad, no os va a defraudar.

4 de octubre de 2018

El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez


Creo que tengo las hormonas revolucionadas.
De un tiempo a esta parte solo leo pasteladas —que, lo creáis o no dado mi interés en la novela policíaca, de misterio y de terror, me encantan— o novelas románticas con unas reminiscencias que en una mente inocente darían miedo, mucho miedo.
Será por esto que pensé en quién podría satisfacer mis ganas de amor en forma literaria y, aunque dudé entre este hombre y Benedetti —pocos como él para los poemas de amor más profundo—, me quedé con Gabo, a pesar de que que esta sea una historia agridulce, de las que se hacen huequito en el corazón y anidan ahí reclamando su lugar.
Con cariz de flashback en tanto que a pesar de que la historia empieza contando la historia actual de dos de los tres protagonistas al final de su vida el grueso de la obra se centra en el triángulo amoroso entre Florentino Ariza, Fermina Daza y Juvenal Urbino y las consecuencias que las elecciones tendrán para las vidas que nos ocupan, de las que Gabo se ocupa.
Florentino y Fermina se enamoran en su juventud loca y apasionadamente, pero al final ella se casa con Juvenal, un médico prometedor y de buena familia. Florentino la sigue amando, de hecho la amará siempre, y aunque no desistirá, comprende que su vida ha de seguir mientras la espera y sostiene romances que inevitablemente acaban, puesto que nunca podrá sentir con ellas lo que sintió con Fermina. Su carrera crece y mejora, pero nunca es lo mismo sin ella. 
Con los años Juvenal muere, y Florentino decide declararse ante Fermina admitiendo que todavía siente lo mismo que cuando eran jóvenes y ella, aunque al principio duda y no comprende por todo el dolor que siente por la pérdida de Juvenal acaba asumiendo la realidad y accede a su amor compartiéndolo. 
Además de la historia, que me parece realmente conmovedora, una de las cosas que más me gusta de este libro que te llega al corazón es el tema de las cartas. Las cartas tienen un regusto a melancolía y cercanía que nunca podrán tener en mi opinión los correos electrónicos si lo extrapolamos a nuestros días.
No sé si coincidiréis conmigo en este sentido, pero personalmente adoro las cartas por la carga emocional que tienen, el olor, la textura... de vez en cuando me gusta sacar algunas cartas y postales viejas que conservo y me paso horas leyéndolas e imaginando a los amigos que las mandaron mientras me las escribían.
En cualquier caso, y volvemos al tema de mis hormonas, la sola idea de que alguien ame así, a lo largo del tiempo, incondicionalmente, me pone sensible, y es una excusa perfecta para recomendaros que os perdáis entre las páginas del libro que hoy os traigo.
En el fondo soy una empalagosa, lo sé.

1 de octubre de 2018

Armand, Anne Rice


En un tiempo en el que han convertido la palabra «crepúsculo» en un disparate con la tetralogía homónima que posee una habilidad pasmosa para hacer que Bram Stoker se revuelva en su mismísima tumba hoy os traigo un término medio entre el gran clásico y el desastre que hizo que proliferaran los libros de vampiros y seres de la noche y que, en mi opinión, redujo la calidad en general de los libros publicados con este tema. 
Anne Rice creó hace años, cuando la literatura vampírica era limitada en número y a mi ciudad apenas llegaban unos ejemplares a una única librería porque no era el género que más se vendía, un universo mágico en el que los vampiros están arriba de la cadena alimentaria que incluso se popularizaría en los noventa con adaptaciones cinematográficas.
Hoy, y aprovechando que sé que hay una persona muy especial para mí que adora tanto o más que yo a esta autora y a sus hijos literarios, he querido traeros la historia de Armand, mi vampiro favorito junto a Marius —de quien también traeré su historia— y que ya conocimos en «Entrevista con el vampiro». 
La verdad es que aunque, lógicamente, hay una trama subyacente a lo largo de los libros, como empecé a leerlos sin seguir un criterio cronológico u ordenado de las Crónicas vampíricas porque compraba los que encontraba y no seguían necesariamente el orden de escritura así será como os los reseñe. 
Antes mencionaba a Marius y a su historia, y lo hago porque ambos personajes están ligados de una forma muy íntima en su devenir y son los que más hondo han calado en mí. 
Como una confesión casi expiatoria y deshaciéndose de una pesada carga, el vampiro Armand cuenta la historia de su vida a David Talbot, de la Orden de Talamasca, y con su vida hace un delicioso recorrido histórico y topográfico narrando sus vivencias, que más que marcadas por estos sitios, vampiros o tiempos, han conseguido justo lo contrario, dejar su huella en ellos.
Armand comienza siendo Andrei, un esclavo traído desde la vieja Europa del Este hasta Constantinopla, donde llega a las manos de Marius y le convierte en Amadeo, el amado por los dioses, un joven de belleza casi divina a quien todos perdonan, al que todos adoran y que se metamorfosea en una personalidad oscura, compleja y llena de dudas tras el velo de la creencia de que su mentor Marius ha sido asesinado. Por esto se erige líder de una secta de fanáticos, cambiando una vez más de nombre, convirtiéndose en Armand.
Ya sabéis que todo aquello que conlleve una evolución o una especie de camino iniciático me fascina.
No sé si será que lo identifico con una especie de espiral de subida a los cielos o de bajada a los infiernos y se convierte en una pasión que solo culmina cuando paso la última hoja del libro y cierro sus tapas.
En este Anne Rice lo consigue. Solo en una narración así se puede apreciar la autobiografía más cruel de un ser vivo que ha dejado de serlo.