29 de abril de 2020

Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar


No sé si alguna vez os lo había comentado, pero a pesar de que estoy bastante satisfecha con mi recorrido en lo que respecta a la Filología Hispánica, mi gran espina clavada es la Historia, en casi cualquiera de sus formas, y por eso, relativamente a menudo, os traigo obras de esta temática o, por lo menos, relacionada con ella en mayor o menor medida.
Hoy le ha tocado a uno de los grandes que guardo, un clasicazo de Marguerite Yourcenar.
Escrita en forma de una larga epístola, es el recuerdo de Adriano, uno de los hispanos que alcanzaron el más alto cargo político del Imperio Romano, hecha palabras desde la decadencia, desde la senectud que le resultó especialmente quejumbrosa y patética para quien había llegado a todo y ahora no era nada.
Es curioso cómo oscila entre la novela y la realidad en el sentido de que parece que es el mismísimo Adriano quien dicta a Yourcenar su vida y su declive. Algunos me diréis que precisamente este es el propósito de la novela histórica y de las «autobiografías», pero no es fácil hacerse uno con el personaje, menos cuando es uno de tanta trascendencia en la propia Historia y, a mis ojos, muchísimo menos conseguir que guarde la precisa verosimilitud para que el lector realmente piense que está ante una autobiografía.
Yourcenar nos hace un espléndido viaje a través del tiempo, en el que describe con sus frases la Roma de otro tiempo, frívola y a la vez cargada de un fuerte sentido político y competitivo. 
Creo que es precisamente la conveniencia de este mundo de escaladas y la vida que, públicamente en Roma y en la época, se proclamaba como la mejor y necesaria, rural y pura, por decirlo de alguna forma, y, a través de esta pureza, feliz, la que se pone en entredicho en la confesión del emperador, como si en sus palabras se entreviera que, quizá, no le habría merecido la pena tanto sacrificio en pos de la política salvaje y todo lo que conlleva.
Esta novela no es fácil en el sentido de que carece de diálogos, como digo, es una novela epistolar, y obviamente esto dificulta las cosas para que exista el dinamismo propio de la interacción de personajes, pero una vez te sumerges en el mundo clásico, en las traiciones y en los vaivenes de un Imperio que una vez dominó gran parte del mundo conocido y que, por suerte o por desgracia, poco a poco iba resquebrajándose, dejando su esplendor aparcado en la oscuridad que le sobreviviría, disfrutas de los pequeños detalles, de la densidad propia de este género y de la excepcional prosa de Yourcenar que, en ocasiones, logra convertir casi en poesía los oscuros avatares de la Historia.

24 de abril de 2020

El último deseo, Andrzej Sapkowski


Admito que puede que llevemos una temporada saturadísimos de Geralt de Rivia teniendo en cuenta el éxito de la serie, pero es que no puedo evitar sentir cierta debilidad por estos temas.
Ya sabéis que también, entre mis debilidades, suelen estar las sagas de libros. No siempre creo que sean necesarias. Por ejemplo, para «El juego de Ender», reconozco que, no sé si siendo justa o injusta, me sobraron los seis que lo siguieron —y ahora más que le tengo tirria al autor—, pero hay casos en los que es inevitable quedarse con ganas de más, como si un sólo libro no pudiera satisfacer todo el placer bibliófilo que pugna por salir una vez un libro cae en las manos, y este que da inicio a la Saga de Geralt de Rivia, es uno de esos casos.
Andrzej Sapkowski me gusta desde hace muchos años, desde cuando, en lugar de Filología Hispánica, lo que quería era dedicarme a la Filología Eslava —rara que es una—, y dado que en sus libros mezcla lo fantástico con la mitología de esos pueblos del este que me fascinan desde que tengo uso de razón, le encontré perfecto y adecuado a mis gustos.
En la saga que os traigo hoy y doy comienzo con este libro, a pesar de que en su lengua original el primero es otro, he decidido seguir el orden de la publicación española, que, aparte de esta variación de orden, también contiene un tomo más que el original, haciendo un total de ocho.
Es la historia de Geralt de Rivia, vista en retrospectiva desde su momento actual, recuperándose de las heridas producidas en uno de sus combates en el templo de la diosa Nenneke, y explicada para sustentar la base de una historia que, llena de personajes y de criaturas, lo cierto es que se me antoja deliciosa. 
Los saltos que hace desde el presente a sus recuerdos son con una explicación exhaustiva y totalmente adecuada a la presentación de una saga que llenará —espero— hasta su conclusión algún anaquel de nuestra biblioteca.
Geralt es un brujo que hace las veces de mercenario, matando monstruos —tanto mitológicos como humanos, y, de esos, por desgracia hay muchos más—, y a través de estas historias breves pero llenas de bondades que nos traerán a la mente recuerdos de nuestra más tierna infancia dando pinceladas en ellas de cuentos clásicos pero sin la ñoñez que encontramos en ellos. 
Más bien es una reconstrucción de esos cuentos, poblándolos de criaturas que sólo en la imaginación y en la historia encontramos aderezada con la eterna lucha entre el bien y el mal, cuyos límites a veces son tan difusos que no podemos estar seguros.

19 de abril de 2020

El cliente, John Grisham

A pesar de ser un autor claramente conocido y vendedor de bestsellers a, permitidme la expresión, punta pala, la verdad es que no había leído nada de John Grisham hasta que llegó este libro a mis manos en forma digitalizada.
Estaba buscando sugerencias. Aunque tengo cientos de libros, mi madre solía decir que como entrara un libro más, tendríamos que salir nosotros de casa para que cupieran, pero creo que ya los he leído todos. Así que decidí limitarlo a los parámetros que me suelen satisfacer, cierto suspense, tintes de novela negra, un tanto policíaco...y di con este autor que, la verdad, no creí que me fuese a llenar del todo. 
Si habéis leído alguna de las entradas al respecto, sabréis que tengo una relación de cierto amor-odio con los bestsellers. Pero, aun así, me atreví a dejarme llevar por las páginas, y creo que acerté, a pesar de que el hilado, o tal vez la traducción, a veces se va aquí o allá y desconcierta un poco.
La historia es bastante oscura, justo lo que necesito en estos días.
Dos hermanos, niños, de un estrato bastante marginal, presencian el suicidio de un importante abogado de la mafia que, antes de morir, decide en un acto meramente catártico, y bastante grotesco teniendo en cuenta que se confiesa delante de unos niños —casi— inocentes (bastante personal esta aseveración, conste, lo del casi y lo de lo grotesco), detallar los tejemanejes de un secreto que afecta a las más altas cúpulas del gobierno de los Estados Unidos, relacionado con el asesinato de un senador que aspiraba a ser gobernador del estado. Mientras tanto, el hermano que "solo" ha visto el suicidio, acaba en una institución mental debido al trauma que le causa.
A partir de ahí comienzan las conspiraciones, y no sé cuál de las dos es la peor, si la del FBI, que obviamente pretende que el niño dé los detalles de la confesión del abogado suicida para poder apresar al matón que acabó con la vida del senador, o la de la propia mafia que intenta evitar que el niño «cante», y aparece la mano protectora de Reggie, la abogada que, desesperadamente, luchará por salvar al chico y a su familia, dándoles una seguridad que se vio perdida en el momento en que se convirtió en depositario de la trama de corrupción que funciona como eje de la novela.
La premisa de la que parte es buena, me gusta, de hecho, pero siento que le falta algo. 
Es casi como si de un guión o de un libreto se hubiera forzado el asunto para desarrollarlo y convertirlo en una novela. A pesar de todo, creo que el trasfondo suple con creces ese pequeño detalle que, quizá, sólo se deba al puntillismo extremo del que, me temo, adolezco.
Yo, la próxima vez, probaré a leerlo en el idioma original, quizá encuentre la chispa que creo que necesita la versión española para poder tenerlo entre aquellos que, como los de Pendergast, no puedo dejar de hojear.

14 de abril de 2020

Los quinientos millones de la Begún, Julio Verne


Siempre he considerado a Julio Verne como un pionero, un iniciado, un visionario —de hecho lo es— capaz de imaginar todo aquello que vendría después con inexcusable exactitud a pesar de las obvias limitaciones de su tiempo.
De pequeñita pensaba que era como un mago, porque las cosas maravillosas que describía me resultaban imposibles, a pesar de haber nacido en una era que empezaba a despuntar tecnológicamente hablando. Me parecían increíbles todos esos inventos que preconizaba, y, lo mejor de todo, me hacía correr las mismas aventuras que seguían sus personajes.
Conforme fui creciendo y comprendiendo la magnitud de lo que narraba, me fui convenciendo de que no había estado equivocada al sorprenderme.
Y hoy he decidido traeros al visionario, al casi mago, en una de las novelas que casi me lleva al extremo de la casualidad o de la coincidencia de «Futility, or the Wreck of the Titan», de Morgan Robertson, otra novela que un día os tengo que traer.
Una begún muere en la lejana y siempre misteriosa India con una gran fortuna que, en apariencia, queda sin heredero. Con el tiempo hacen acto de presencia dos a falta de uno, dos descendientes, uno francés y otro alemán, que ni siquiera esperan o conocen su ligación con ella pero que están emparentados entre sí. Con este dinero, ambos crean dos ciudades, antagónicas en su totalidad. Mientras que la del francés parece ser el sueño de la utopía, moderna, y adalid de la ciencia y de los avances para mantener y prolongar la vida, la del alemán es oscura, industrializada, y opresora, dominada por el capitalismo y por las armas.
¿No os recuerda a algo, aparte de la obvia bonanza con la que trata a sus congéneres y la dureza al otro pueblo que, tradicionalmente, siempre ha sido enemigo natural del francés?
Aparte de la dualidad propia del bien y el mal, y ya sabemos quién refleja qué, si nos vamos alejando de esta premisa para sumergirnos en la narración de la vida diaria de estas ciudades, encontramos sorprendentes coincidencias o visiones que el autor nos trae.
Se advierten tendencias políticas, armas que se desarrollarán con el tiempo, regímenes que herirán a la humanidad e irán matándola lentamente, totalitarismo de cualquier color y, sobre todo, avance, mucho avance.
A mí por lo menos me resulta curioso ver cómo nada es nuevo, que, real o en las mentes de las personas, ya se arrastra desde hace siglos y que todo el cambio está en nosotros, los únicos elementos comunes a todas estas situaciones.

10 de abril de 2020

Las edades de Lulú, Almudena Grandes


Me apetecía, de nuevo, girar el rumbo hacia un tipo de literatura totalmente contrapuesto a la anterior entrada. que si mal no recordáis hablaba de zombis, y, ¿qué hay más rompedor contra la moral que lo erótico?
Almudena Grandes es otra autora que conocí en un aeropuerto. No en persona, sino en literatura. Y me resultó tremendamente curiosa y, a la vez, fantástica por la forma que tiene de explicar esos pequeños detalles que rompen tabúes y que, a la vez, consiguen hacer que nuestra mente se relaje y se traslade a nuestras fantasías más ocultas y perversas, aunque no tengan nada que ver con las que se exponen en el libro.
Y, al margen de lo sexual y erótico que rezuma por cada página de la novela, se encuentra la explicación de la espiral de placeres por la que se deja caer nuestra protagonista, un excelente tratado psicológico encubierto por el deseo que deja ver las carencias que llevan a nuestra Lulú adolescente a buscar aquello que no tiene en lo más rompedor que se le ocurre, el sexo.
Como digo, la novela empieza con tabúes y a romperlos con la propia edad de la protagonista, una tierna jovenzuela de quince años que ya experimentado el dolor más grande de todos, la soledad y, ligada a esta, la necesidad de afecto. 
Es un punto importante, por lo menos bajo mi parecer, porque aunque se entregue a todas esas perversiones seguirá estando vacía y encontrando el sexo como una mera aceptación social, incapaz de amar completamente porque no sabe lo que es sentirse amada y, con cada cesión, va destruyéndose cada vez más. Pero sí que siente atracción, cada palabra buena es confundida con un sentimiento real y cae en el mito del amor, una mentira cada vez más grande que la lleva prácticamente a la locura y, por qué no decirlo, al desfase.
Es un libro que seduce, no sólo por lo que narra, que está claro que a todos, en mayor o menor medida, nos atrae leer este tipo de literatura; seduce porque consigue poner en evidencia un problema bastante importante, del que casi todo el mundo adolece, la inseguridad y el desafecto. 
Me explico, porque así dicho parece que todos somos unos descastados. 
Lo que pienso cuando leo esta novela es la tremenda disfunción social de Lulú. Es rompedora, se entrega a todos los placeres —y ya imagino a muchos diciendo o pensando que qué suerte tiene de poder entregarse a ellos, pero recordemos que es una niña, una niña de quince años—, pero no siente nada aparte de un goce vacío que cada vez la hunde más.
Os lo advierto, este libro es tremendamente explícito. Y en cierto modo puede parecer chocante que un libro que esté construido sobre tabúes pueda ser tan ilustrador.

5 de abril de 2020

Lazarillo Z, Lázaro González-Perez de Tormes


Es curioso cómo la vida altera los planes, incluso de quienes como yo, de una forma un poco amateur —para qué negarlo—, nos dedicamos a escribir de cuando en cuando sobre los libros que nos han llamado la atención.
Ya sabéis que soy un poco especialita en cuanto a modas se refiere. 
Me pongo muy tiquismiquis cuando se hace el todo por el todo, porque creo que la saturación de determinado género no ayuda a nadie, bueno, a los autores forrándolos, pero llega un momento en que el lector acaba aborreciendo el género de tanta variedad y tanta cantidad, pero a veces, como digo, la vida te da sorpresas.
Hace unos años este libro llegó a mis manos y qué puedo decir, me lo leí en dos horas y se lo acabé recomendando a todo el mundo que me conoce en persona, así que ahora os toca a vosotros.
La estructura del libro es casi idéntica a la del original, el «Lazarillo de Tormes» —que algún día os traeré.
La historia la cuenta el propio Lázaro, solo que apuntando que sus vivencias reflejadas en el libro estaban tergiversadas, ya que, según él, no sucedieron tal y como se reflejan y que, ni mucho menos, él era un cornudo consentido que aceptaba todo para vivir en lugar de sobrevivir. Reconoceremos en ella los diferentes amos que pasaron por la vida de Lázaro, y ofrece una solución muy curiosa a los hechos, por ejemplo, el abandono del ciego o el episodio del clérigo. Lo que varía es que nuestro Lazarillo no se pasa la vida huyendo de aquí a allá cediéndose al mejor postor para procurar obtener las mayores ventajas que le permitieran cierta acomodación, sino que se convierte, junto a un grupo de dudosa reputación, que, en fin, son los despojos de la sociedad del Siglo de Oro según los cánones, en un cazador de zombis en toda regla, convertidos por una enfermedad traída del Nuevo Mundo que se encubre por las ventajas que proporcionan los tratos y el expolio de esta tierra nueva y vieja a la vez, aunque esa plaga, según nos cuenta el propio Lázaro, continúa hasta nuestros días, asolando las ciudades.
La verdad es que le da una vuelta de tuerca a la novela picaresca, acercándola a los que se muestran reticentes a acceder al clásico, y admito que me he reído mucho con sus golpes.
Os la traigo porque no es fácil conseguir que casen tantos cabos sueltos y que la parodia no se convierta en algo grotesco, así que queda recomendada plenamente.

1 de abril de 2020

Lo que esconde tu nombre, Clara Sánchez


Por suerte —no las tenía todas conmigo—, he podido traeros el libro hoy y la verdad es que lo agradezco, porque me apetecía muchísimo empezar el mes con Clara Sánchez.
Desde que la conocí con «Presentimientos» Clara Sánchez me tocó el corazón con sus escritos y ha hecho que me interese aún más por todo aquello que, desde la ficción, tiene relación con la vida misma.
Asimilando esta lectura a mi momento actual, lo que os traigo hoy, esta fantástica novela de Clara Sánchez,  trasciende más allá de lo que nos tiene acostumbrados.
Sandra está desencantada y embarazada, y decide dejar su trabajo para buscar algo que la llene, acabando en la costa levantina, y una vez allí conoce a Julian, un anciano argentino, superviviente de Mauthausen, que se dedica a vigilar a los noruegos que vienen y van a la localidad, pero, un día, decide abordar a Sandra, haciéndola partícipe de su vida y de sus recuerdos, y va borrando lo poco que le quedaba de inocencia a Sandra, haciendo que se replantee todo lo que había construido a lo largo de su vida.
Es, por decirlo de alguna manera, una novela sencilla, que roza la irrealidad en algún momento —algo muy propio de la autora— y que hace capaz una revisión de un tema tan usado y a la vez nuevo por cómo lo cuenta, pero debo admitir que, como siempre, mi relación literaria con ella comienza de un modo más bien insulso. 
No sé si porque estoy sin ganas en general o si es que los principios no se le dan bien, pero una vez la novela va avanzando, la trama crece sin parar hasta culminar en un final absolutamente sorprendente y fantástico. Ya me pasó como os digo con «Presentimientos», y me ha vuelto a pasar con este, y si os digo la verdad, justo lo que necesitaba era un final a lo grande, que me dejara huella.
Me parecía que un poco de terror también era necesario, aunque sea psicológico y radique en nosotros mismos más que en elementos ajenos.
Esta novela me recuerda que nuestros enemigos más feroces somos nosotros mismos, y que no siempre somos capaces de adjudicarnos ese papel en ocasiones tan ruin y que tanto daño nos hace. 
Es curioso cómo no somos capaces de identificarnos cuando nosotros mismos nos vetamos y nos ponemos las trabas más importantes de nuestra vida, y quizá sea un buen ejercicio pararnos a pensar los límites que nos autoimponemos, incluso en los que dejamos que los demás nos impongan para facilitar las cosas aun a costa de nuestra cordura.