28 de marzo de 2021

Tiempo de odio, Andrzej Sapkowski

Sigue pareciéndome de lo más curioso esta saga de libros, aunque también debo admitir que sigue resultándome difícil escribir sobre ellos, quizá porque me cuesta sintetizar de una manera correcta lo que se ha escrito sobre la base del relato corto —algo revolucionario y a la vez útil para algo tan denso y lleno de características y personajes como suele ser la novela de tintes fantásticos— o quizá porque por ellos mismos ya dicen todo lo que tienen que decir. 
Yo pensaba que era imposible, pero no, Andrzej Sapkowski consiguió sorprenderme de nuevo con «Tiempo de odio», la obra que continúa en cuarto lugar la saga de Geralt de Rivia, uno de mis brujos literarios favoritos hasta el momento. 
Aunque si bien sigue recordando sobre todo a la parte anterior, sobre todo por su forma y contenido, ahora todo es más oscuro, más catastróficos. 
La posibilidad de una guerra es inminente, ya no hay marcha atrás, y como tal, en este periodo de paz armada, como diría una profesora de historia que tuve que, por desgracia, ya no está entre nosotros, las fuerzas contingentes, magos, brujas, reyes, taberneros, se preparan para el choque, que será, de nuevo, épico.
Desde luego que no son sólo los prolegómenos de la batalla los que expone Sapkowski. 
Si estáis familiarizados con sus obras sabréis que no están exentas de una reflexión filosófica que creo que es fácilmente extrapolable a nuestra realidad. 
En este caso es referida al nivel de tensión creciente, a las barbaridades que la gente está dispuesta a prometer en pos de una causa que olvidarán en el campo de batalla porque ya no sabrán para quién luchan, habrán perdido sus ideales y hasta la poca humanidad que les pudiera quedar. 
Esta es la segunda entrega de una saga que sigue estando al mismo nivel de genialidad. 
Coincidiréis conmigo en que si ya es complicado mantener un nivel constante en una obra, más aún cuando son chorromil —permitidme la expresión—; pero en este caso se da.
Yo, personalmente, sigo disfrutando tanto con este libro como lo he hecho con el resto y como espero hacerlo con los que me quedan por leer, y podría decir que incluso más.
Ya sabéis que las catástrofes me pierden, no sé si porque a veces me gustaría organizar una de proporciones descomunales o porque me resultan catárticas en su grandeza. 
Por cierto. ¿Soy la única a la que la chica que ilustra la portada le recuerda a Audrey Tautou?

23 de marzo de 2021

Macbeth, William Shakespeare

Una tiene días en los que se levanta de diferentes maneras: inspirada, triste, trágica... pues bien, hoy me he levantado trágica y con una duda existencial general—sí, es la influencia de la primavera la que potencia mi vis trágica, cada vez estoy más convencida. 
Y al hilo de todo lo que veo y me rodea, pensé que vendría bien una dosis de vacuna contra la ambición desmedida y la traición. Rápidamente se ha encendido en mi cabeza una bombillita... ¡plinc! Macbeth, de William Shakespeare
Este hombre me puede. Lo admito. 
A mi parecer, es de las más oscuras que escribió, dadas las circunstancias y la época. 
Conjuros, crímenes, amoralidad, discordia, alucinaciones y rencillas... ¿qué le falta? yo creo que nada. 
Empieza con un vaticinio de las tres brujas, que recordando —a mí, por lo menos— la figura de las Moiras, auguran a Macbeth su futuro como rey, pero para ello, comprende que ha de asesinar al rey Duncan. Expuesta la profecía en una carta a su mujer —chicas, ¿os recuerda a algo?—, ella alienta su ambición para que lo consiga, y, aunque duda, cede a esas pretensiones de grandeza y poder y es ahí donde nuestro protagonista se pierde y condiciona su vida, su alma y su destino a las brujas, que a mi parecer resultan ser las protagonistas verdaderas y en la sombra de la obra, porque son las que marcan el ritmo. 
Si por algo me gusta, es porque pone en evidencia lo peor del ser humano, lo que puede parecer un tema manido, pero Shakespeare da una vuelta de tuerca importante, sitúa la trama en una familia real, algo que, si bien era algo frecuente —y da igual cuán atrás nos remontemos, las puñaladas, tanto metafóricas como literales, solían estar a la orden del día por tal de arañar el poder—, no era tan fácil o habitual ver representado. 
El que pagaba, mandaba, y normalmente los mecenas eran aquellos que gobernaban; una representación así antes habría supuesto mínimo el ajusticiamiento por sedición o algo peor. 
En un trasfondo de crítica a estas preocupaciones humanas, aparece esta joya del teatro, como bien anuncia la portada que os he puesto, para redimir al lector y al espectador que la ve representada de estos males, advirtiendo de las consecuencias que pueden llegar a tomar estas acciones contra la vida, contra la moral y contra la humanidad, y a pesar de que se sitúa en una época que nos puede quedar muy atrás, creo que puede extrapolarse, en cierto modo, a nuestros días.

18 de marzo de 2021

La caverna, José Saramago

Quizá, si tenéis en cuenta alguno de los libros que os he traído, pensaréis que soy una descastada, o tal vez una persona que critica simplemente por estar en contra.
Y tal vez, quizá por eso, inconscientemente, he escogido este libro por todo lo que significa para mí, porque creo que no hay manera mejor de desmontar algo construido en el afán de consumir que ilustrar con hechos, con las palabras de un grande de la literatura que, por desgracia, nos dejó cuando más falta nos hacía, y cómo no, me refiero a José Saramago.
Efectivamente, este libro se basa en el mito platónico de la caverna, en el que se nos presenta la premisa de que, grosso modo, la verdad no es lo que parece ser, y construye este mito para explicarlo partiendo de la base de que hombres encadenados desde su nacimiento en una caverna creerán que las sombras que se proyectan son la realidad —versión sucinta, más o menos.
Así, nos compara a nosotros con esos hombres encadenados que solo ven lo que le dejan ver, y a través de una familia de alfareros va replanteando y destruyendo dogmas que parecen escritos a fuego pero que, en realidad, hace tiempo que el viento se los llevó consigo.
El libro es una constante de rupturas, de bofetadas de realidad que hacen que los pies del lector se acerquen a la tierra y, sobre todo, hace pensar. 
Es quizá lo que más me gusta del libro, que sientas lo que sientas, pienses que es verdad la descripción tan devastadora que hace de la sociedad que se desmorona con sus propias acciones o que no creas que es tan drástico lo que vivimos, por lo menos hace que recapacites, que dudes, y la duda, mis queridos, es la base de la existencia.
No en vano Saramago afirmó que «la caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna», y, personalmente, creo que cumplió con su objetivo, por lo menos conmigo.
Así que este es mi pequeño regalo para vosotros, la duda. Creo que es lo mejor que puedo daros.

13 de marzo de 2021

Beatriz y los cuerpos celestes, Lucía Etxebarría

Hay libros cuyo contenido te gusta porque en su momento te entretuvieron o porque realmente la historia te llama sin que el autor o la autora, por decirlo diplomáticamente, te sean afines, y este libro de Lucía Etxebarría que os traigo hoy podría considerarse perteneciente a esa categoría, incluso podría ser el libro que la corone. 
Como si de un satélite en dirección a su Órbita Cementerio se tratara, Beatriz recorre su vida a través de Mónica, Cat, Ralph y las ciudades que marcan su existencia, Madrid y Edimburgo. 
En una espiral de destrucción adolescente entre presiones familiares por los que no siente cariño, pues ve que todo no deja de ser un teatro a ojos del mundo, decide evadirse, escaparse de lo planeado y arriesgarse a la aventura. 
Yendo a parar con sus huesos a Edimburgo inicialmente por un único año, prolonga su estancia , Beatriz, que considera que el amor no tiene género, conoce a Cat, con la que comparte su vida hasta que se marcha sin despertarla, y decide volver a su Madrid, aquel Madrid que tanto extrañó cuando lo dejó atrás. 
Una vez allí, se da cuenta de que el tiempo y la distancia no han sido tan benévolos con Mónica como con ella. Mónica no pudo escapar a aquél «inocente» juego de las drogas e hizo mella en ella y en su cuerpo. 
La vida de Bea nunca fue fácil y el amor será su guía, tanto para lo bueno como para lo malo. A través de Mónica, Cat y Ralph irá creciendo hasta convertirse en lo que es, y cuando llegó a mí este libro, allá por mis tiernos —y lejanos ya— dieciocho años, en los que era una adolescente frustrada y, sobre todo, muy intensa —como todos—, me marcó de una forma bastante potente.
Después lo lees y te das cuenta de que es porque, naturalmente, siendo adolescente te sientes incomprendido —la mayor parte de las veces lo eres, tampoco os quiero engañar—, y viéndote raro y desubicado es fácil ver que no eres el único que se siente así, y, aunque no lo quieras, es un pequeño paso que das para asentarte y, por extensión, asentar tus sentimientos.
En esa época en la que te sientes solo, a pesar de estar rodeado de gente, las más de las veces a disgusto, a mí me resultó útil identificarme en cierto modo con la protagonista y las presiones familiares que tiene, y me hubiera gustado evadirme, no lo niego, pero solo podía hacerlo a través de un libro. 
De todas formas, y viéndolo en retrospectiva, me parece que no me ha salido tan mal. 

9 de marzo de 2021

No tengo boca y debo gritar, Harlan Ellison

Parece que cuando se acerca el buen tiempo es para mí la época de los Premios Hugo, teniendo en cuenta que con este es el tercer —si mal no recuerdo— elemento literario que ha sido galardonado con este premio de la ciencia ficción
No lo conocía, lo admito, fue un buen amigo, un apasionado del tema y de los videojuegos, el que me puso al tanto hace unos años de su existencia. 
También admito que fui posponiendo, y cuando lo leí, vi que había sido bastante a mi pesar, porque reconozco que, aunque quizá no sea igual que las obras de otros maestros del terror, Harlan Ellison ha conseguido que me estremezca pensando en el destino de los que protagonizan este relato de sólo catorce páginas. 
Es un futuro distópico, en el que un ordenador toma conciencia de sí mismo y conocedor de todas las cosas, decide provocar un holocausto nuclear que acabe con la humanidad, rescatando únicamente a cinco personas, una mujer y cinco hombres. 
Y no contento con haberles destruido, continúa su venganza, torturándoles y otorgándoles lo que a mi parecer es el peor don que puede dárseles en este contexto desolador, la inmortalidad, pero, lo que me resultó extraño, el suicidio les está concedido, pero no permitido, y precisamente contra el hecho de que lo lleven a cabo lucha AM, el ordenador rebelde. 
La desesperación toma partido y la humanidad vence a la lógica consiguiendo que uno de los habitantes mate a sus compañeros, poniendo fin a su sufrimiento y a la tortura, pero la venganza vuelve a girar la tuerca del dolor, convirtiéndole el ordenador cuando intenta suicidarse en una masa deforme incluso sin boca para impedir que se autolesione, que grite o que oponga resistencia, siendo la tortura mayor. 
Es de lo más violento que he leído últimamente, y lo único que en mucho tiempo ha hecho que la metaparanoia que a veces me asalta se alimente. 
Cuando lo acabé, reconozco que estuve parada bastante tiempo, intentando recomponer en mi mente los fragmentos del relato y tratando de buscarle una lógica coherente a los sucesos que cuenta. Parece mentira como en un cuento, a mi modo de ver, predecesor absoluto del cyberpunk más actual, se puede concentrar tanto odio, tanta venganza y tanta muerte. 
No sé si es idóneo para estas tardes que, al hilo del relato, va acercándose el calor, pero sí sé que es fantástico para queramos pasar un poco de miedo, del sano. 
Yo no sé vosotros, pero yo, desde entonces, intento mirar con otros ojos a mi ordenador.

4 de marzo de 2021

Ventana secreta, jardín secreto, Stephen King

Siento no haber encontrado una portada mejor y con menos comentarios críticos, pero me apetecía comenzar el mes con un poco de terror, que no hace daño a nadie mientras se quede en los libros; y haciendo cábalas sobre quién podría ser el elegido, pensé que no había nadie mejor —en mi humilde opinión bibliófila— entre los escritores actuales de este género que Stephen King. Entre los estantes encontré esta pequeña joya del suspense y del thriller psicológico más puros, que pertenece a la serie «Las cuatro después de la medianoche», una especie de compendio de novelas cortas. 
Esta muestra de las dotes de King la descubrí de la mano de una película que compré por casualidad hace años y que escogí porque me llamó la atención el nombre que tenía y su sinopsis, que me pareció increíblemente interesante. 
Es la historia de un escritor frustrado, Mort Rainey, con la vida hecha pedazos, bloqueado por los derroteros en que ha acabado desempeñándose, que se aísla del mundo en una cabaña en medio del bosque. 
Pronto aparecerá un personaje que le acusa de plagio con un énfasis que pronto le hará dudar de sí mismo y dará comienzo a una serie de sucesos que le aterrorizarán y le desesperarán de una forma que sólo puede desencadenarse de la lucha contra uno mismo. 
Perderá el control de sí mismo y la conexión con la realidad desde el momento en que aparece este personaje que le confunde, que le ataca, pero que acaba siendo una revelación sorprendente. 
Si bien la película no es exactamente fiel al libro aunque esté basada en él, creo que es tan buena como el propio libro. La verdad es que la actuación de Depp es fantástica; lo cierto es que, a pesar de todo, su carrera cinematográfica demuestra que es un gran actor y que su identificación con el personaje que le toque interpretar es total y es como si lo absorbiera, y el director es capaz de crear ese ambiente necesario para el terror más profundo que puede sentir una persona, el psicológico.