20 de septiembre de 2019

El juego de Ender, Orson Scott Card


«He mirado con sus ojos, he escuchado con sus oídos y te digo que es el indicado.»
De entrada este inicio nos sugiere muchísimas cosas si interiorizamos la frase: en nuestro pensamiento pasaremos por la predestinación, por el control externo, por la alienación y por la indefectible lucha por la supervivencia en el caso de aquellos que controlan y crean casi por una selección genética milagrosa que les permita una hipotética victoria en una lucha aún no producida.  
Lo que no se refleja, o quizá sí pero a niveles más profundos, es lo que realmente arrastra. El desprecio, la humillación por ser un Tercero —algo que en la sociedad en la que se maneja Ender es algo prácticamente proscrito—, el allanamiento del camino a seguir y del propio yo, el hecho de no controlar tu propia vida porque está prometida y subyugada a un bien superior.
Hace tiempo que quería traer esta obra de Orson Scott Card, tan puntera en su tiempo que se llevó los premios Nébula y Hugo, pero he ido posponiéndola porque, sinceramente, en los últimos tiempos tengo atragantado al autor. 
Si bien soy plenamente consciente de que debo separar al autor de la obra, como escritora sé que hay más de un autor en un libro de lo que a simple vista se puede observar. 
Ender y su realidad es una ucronía en la que los extraterrestres están en guerra con los humanos y el fin último de los niños es ser entrenados en tácticas y estrategias militares para desarrollar la guerra y ganarla de paso, y ahí es donde entra en juego Ender como líder indiscutible de un ejército de pequeños niños-adolescentes en potencia cuyos valores deben primar sobre cualquier táctica, porque son estos los que les permitirán sobrevivir. 
Por otro lado y no tan al margen como cabría esperar se encuentra la política, la titiritera que mueve al mundo, y es por ella precisamente que nace Ender como Tercero, porque aunque sus hermanos son especialmente aptos no son los indicados. 
Estos hermanos, bajo pseudónimos y con la prodigiosa habilidad de la retórica y la manipulación, logran abrirse paso a pesar de su juventud a través de las zarzas de la política internacional, manejando los hilos de todos aquellos que, tras el opaco telón de los secretos de estado, controlan la realidad de la gente. 
Creo que su éxito, además de este factor político y manipulativo tan actual, radica en el hecho de que es bajo el punto de vista de unos niños, que son estos los que hacen y deshacen y manejan el cotarro, si se me permite la expresión. 
Es la comparación de los políticos con niños inexpertos, políticos que dependen de ellos hasta el punto de alcanzar a ser el Hegemón, lo que atisba un rayo de crítica social y política tan necesaria en estos tiempos.

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