28 de septiembre de 2018

Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, J. K. Rowling


Este mes está siendo un poco complicado para mí por los asaltos constante de realidad que de vez en cuando vienen a "alegrarme" la vida derivada precisamente de la presión que he sentido estas últimas semanas. Por esa razón estoy aprovechando para seguir con series de libros que tengo a medio empezar para así no dejarlos descolgados en los anaqueles del tiempo y dar consistencia a una historia que no se entiende si no es repasando desde el primer libro que forma la saga hasta el último que la concluye.
En este afán que pretende ir completando y cerrando algunos capítulos hoy le ha tocado a mi queridísimo Harry Potter en su tercera entrega, y debo admitir que este es uno de mis absolutos favoritos porque aparece como personaje que interactúa y demás —recordemos que en "La piedra filosofal" aparece únicamente mencionado por Hagrid cuando le cuenta a Dumbledore cómo llegó a Privet Drive— el que me parece uno de los mejores personajes de todos los libros, el incomparable Sirius Black, y desde luego uno que se le compara para mi gusto en adoración, Remus Lupin. 
Además, también aparecen por primera vez la prisión de los magos, Azkaban, y sus guardianes, y es el único de los libros que conforman la saga en el que al final del mismo no se enfrentan directamente a Voldemort, sino que es el camino necesario de paso entre la niñez y la adolescencia más madura de Harry, el que más contexto da en la historia y en los personajes, y el que más ofrece a los lectores. 
Nosotros aprendemos que las apariencias no tienen por qué ser verdad, y que detrás de lo que parece tan evidente puede haber mucho que no vemos, algo que puede volver patas arriba cualquier hecho constatado.
No os voy a asaltar con la historia porque pocos serán quienes no conozcan las peripecias de Harry en este y en otros libros, ya sea por vía directa de haberlos leído o por haber visto las películas que se han hecho basadas en la saga, ya porque tienen pequeños en casa que crecieron con sus historias o que están en proceso de hacerlo, pero sí os diré que junto con el quinto es a mi parecer de los más logrados, no solo porque ya empieza a desarrollarse la trama como debe hacerlo, vislumbrando lo que al final será el misterio que todos ansiábamos descubrir cuando lo leíamos, quién sobreviviría, sino porque Rowling, para mi gusto, se afianza como escritora, empieza a creer más en ella y en el éxito de su historia y deja a un lado las recurrencias de los dos primeros libros para entrar de lleno en lo que será el final de la saga. 

25 de septiembre de 2018

Ready player one, Ernest Cline


Este libro llegó a mí de una forma bastante peculiar. Fue el regalo de cumpleaños de alguien que hoy es amigo mío y la verdad es que fue un poco a la aventura, si bien creo que acerté y para mí fue el descubrimiento del año.
Reconozco que puedo ser un poco predecible en cuanto a regalos se refiere, la mayoría de las veces suele haber un libro de por medio, sobre todo si sé que se trata de personas receptivas a la lectura y este fue uno de esos casos. En momentos así acudo a mi librería de referencia en la que me siento como en casa —en serio— y normalmente es la misma entrada la que ya me ilumina. 
Como me suele pasar se me fueron los ojos hacia él, y la verdad es que en ese momento iba sin saber con cuál me iba a quedar. Quería acertar en ese regalo en concreto. Cuando lo vi no necesité buscar más, este libro de Ernest Cline, del que reconozco que lo que primero me enamoró fue la portada y después la sinopsis, era el idóneo para la persona a quien se lo regalé. 
Estamos en un futuro distópico en el que la vida de la gente se desarrolla principalmente en un juego de realidad virtual, OASIS, casi como si de un Second Life se tratara. Ahí la gente trabaja, va al colegio y, sobre todo, se divierte, ya que como si fuese solo un juego de rol, los avatares, los personajes en los que se mueven y viven los habitantes, pueden subir de nivel, y debido a estas subidas conseguir mejoras, ya sea en vestimentas o incluso en dinero virtual.
La sociedad, por qué no decirlo, se ha ido al traste. Debido al cambio climático tan bestial, la carencia de petróleo y la crisis social en la que se han hundido, la gente huye, y la forma de huir es sumergirse en OASIS, un mundo creado con la ayuda de Ogden Morrow por James Halliday, geek al uso, que en su madurez ve cómo los valores de su juventud, la cual vivió en los ochenta, se han perdido horriblemente y deja como testamento un reto a sus jugadores-habitantes: encontrar un huevo de pascua que esconde un tesoro en este mundo virtual. Este tesoro consiste en encontrar tres llaves y tres puertas que conducen a la herencia del creador y, se sobreentiende, al control OASIS al completo. 
Al principio, naturalmente, todo el mundo se desespera por encontrarlas, casi como si de una Excalibur moderna se tratase, y poco a poco ante la falta de resultados la búsqueda va decayendo hasta que un día, de súbito y casi por casualidad, nuestro protagonista Wade, bajo el nick de Parzival —muy propio, ¿verdad?— encuentra el camino a la primera llave. Y como todo protagonista debe tener su antagonista hacen acto de presencia los sixers, esbirros de IOI, una compañía que busca privatizar el juego y obtener beneficios de él. 
La verdad es que no solo me ha maravillado el contenido, sino lo que yo he interpretado como intertextualidad. En los pequeños detalles de la novela se advierten momentos que te recuerdan a otras obras del género como puede ser la incombustible «1984», que, por desgracia, es cada vez un retrato más fidedigno de la realidad que nos está tocando vivir, «El juego de Ender» e, incluso, «Charlie y la fábrica de chocolate» entre otros muchos clásicos. Eso, a mi parecer, enriquece la novela con detalles que no necesariamente se advierten en una primera lectura e invita a la relectura.
El bastión fuerte de la novela es sin duda que juega con la nostalgia, está claro.
A mí me pilló un poco tarde, pero a quien se haya criado en esta década de los ochenta, tan fantástica y tan llena de innovaciones y de cambios estoy segura de que se le removerá dentro todo un terremoto de sentimientos. No solo por el ambiente, que aunque desarrollado en el futuro bien parece sacado de esta época, sino por el magnífico repaso que hace a toda la cultura musical, fílmica, social y de videojuegos que nos trajeron los ochenta. Estoy segura de que si habéis crecido en esta espiral os va a encantar tanto como a mí, y eso que yo ya solo viví retazos. 
Lo único que os pido si decidís leérosla es que os desliguéis absolutamente de la película, esta, desgraciadamente, no tiene nada que ver. 

21 de septiembre de 2018

Al sur de la frontera, al oeste del Sol, Haruki Murakami


Reconozco que de vez en cuando me gusta dejarme llevar por todas las sensaciones que me procura la lectura del surrealismo desenfadado de mi querido Haruki Murakami, y por eso he decidido volver a encontrarme de frente con él con esta novela, que a mi parecer es una de las más introspectivas —con perdón de tantas otras— y que me envolvió desde primera hora, pese a que lo que me encontré, y como es habitual en su corpus bibliográfico, me trasladó a otro de sus libros.
Los prejuicios, las renuncias, los rechazos y el amor se hacen eco de nuevo en las palabras del japonés eterno candidato al Nobel de Literatura y se reflejan en esta novela en la que el alejamiento es el orden del día de Hajime.
Él es un hombre que fue hijo único rodeado de otros niños con hermanos, y en la novela se trata cómo este hecho le marca de forma trascendental en su vida hasta el punto de que cuando se encuentra con su única amiga de la infancia lo revive todo de una forma tan brutal que se ve impelido a retomar todo lo que dejó atrás en su adolescencia, cuando pasó a la universidad, planteándose incluso el abandonar el vidrio de felicidad que ha creado con el tiempo y la estabilidad familiar y laboral que logró con su matrimonio y su club de jazz. 
Volvemos a encontrarnos con los grandes tópicos usados por Murakami en toda su literatura: la indecisión, los famosos «¿y si...?» que a todos nos asaltan y el ansia por descubrir lo que pudo haber sido se ciernen sobre la vida de Hajime planeando sin control.
Vuelve a haber un triángulo amoroso, casi indispensable en sus novelas, y este hace que recordemos «Tokio Blues» —que traeré más pronto que tarde, confío—, y admito que quizá por eso este libro no me gustó tanto, porque los patrones que sigue mientras escribe parecen ser los mismos de cada una de sus novelas, y aun así dentro de este parecido hay diferencias, mínimas, pero si las buscamos están ahí. 
De todas maneras bien es cierto que sigue siendo un escritor a mi parecer fantástico, a pesar de que las novelas sean prácticamente gemelas. El estilo directo y claro y el lenguaje empleado hacen que sea una novela de fácil lectura que sigue consiguiendo, pese a todo, que te enganches, buscando saber más de la trama y de las vidas de los personajes.
Supongo que sin todos estos parecidos que consiguen que se difuminen todas las novelas como si se tratase de capítulos de una sola no sería Murakami quien escribiera.

17 de septiembre de 2018

Watchmen, Alan Moore y Dave Gibbons


No sé si es que últimamente estoy más pesimista de lo normal, que puede ser, pero cada vez tengo más claro que esto acabará mal, pero no mal de algo ligero que se pueda arreglar, no, mal de hecatombe apocalíptica de acabar todos muertos.
Y mientras tanto y locuras agoreras aparte, y muy en relación con la ucronía en la que se desarrolla, he decidido volver a traeros una novela gráfica que, personalmente, me encanta. 
Alan Moore haciendo un dueto inestimable con Dave Gibbons en lo que se refiere a ilustraciones vuelve a tocar la llaga de una sociedad zaherida para hacernos ver adónde podemos llegar si no se detiene este frenesí de poder y ansia capitalista que, como todo en esta vida, en exceso es terriblemente pernicioso para todo y para todos. 
Es con esta base que se desarrolla una historia de superhéroes que se alejan del uso habitual, puesto que técnicamente no tienen poderes que los saquen de lo normal si obviamos el caso del Doctor Manhattan, que obtuvo los suyos debido a una exposición a la radiación, y solo son gente muy entrenada y vestida con vistosos trajes que se adecuan a su personalidad para luchar por su país en un tiempo convulso.
Estamos en un 1985 alternativo, si bien en la obra encontramos un repaso desde la creación de este cuerpo de héroes hasta la actualidad propuesta.
Frente al transcurso normal de la historia en esta realidad alternativa Estados Unidos ha ganado la Guerra de Vietnam, y lo que supuso un revulsivo social para apartarse —en cierta medida— de conflictos armados durante un tiempo se ha convertido en la gran victoria americana, la que permite que su camino hacia el capitalismo típicamente conservador estadounidense sea imparable. 
Al principio, y debido al éxito de la guerra por su mano, estos superhéroes son socialmente aceptados, sin embargo, conforme pasa el tiempo y la sociedad se va degradando más y más, dejan de ser las estrellas para ser considerados una carga y hasta se les persigue, considerándose a ellos y a sus métodos ilegales.
Algunos continúan con su quehacer en la sombra, otros aprovechan ese tirón mediático inherente a la popularidad, otros prefieren asumir su recuperado anonimato, y todos se unirán para protagonizar esta historia que llega a nuestras manos en forma de novela gráfica. 
Huelga decir que el planteamiento es impecable y que en cierto modo podemos extrapolar esta historia que nos ocupa a la nuestra.
Bajo la frase "¿quién vigila al vigilante?" encontramos ya una bofetada de realidad importante, y más con los tiempos que corren y lo que estamos empezando a acostumbrarnos —si es que no lo estamos ya— a ver y oír en nuestros televisores y radios, y junto con ella la psicología de los personajes, que fácilmente se pueden identificar con cualquiera.
La verdad es que toda la obra en sí es un golpe a lo establecido, a lo que por predisposición —de cualquier tipo— estamos acostumbrados a aceptar.
Personalmente, aunque es una obra dura en ese sentido, me gusta precisamente por eso, porque ofrece la otra cara de la moneda, una nueva impresión de algo que pretendemos controlar y nos muestra que quizá lo que tenemos o tendremos no es tan bonito como quieren hacernos ver. 

14 de septiembre de 2018

El cuaderno dorado, Doris Lessing


Todos tenemos momentos extraños en los que, quizá, la vida no fluye por donde nosotros queremos que lo haga, esos momentos que escapan a nuestro control y que hacen que nos replanteemos si realmente vivimos como queremos vivir o si las cosas por las que luchamos merecen la pena.
Y también creo que esa sensación es cada vez más y más frecuente en el mundo en que vivimos. 
Todo el mundo está desencantado, automatizado, dejamos que los demás piensen por nosotros ya que lo que pensamos es más que posible que no salga adelante, y precisamente porque esa sensación es la que tengo hoy he recordado que Doris Lessing escribió sobre ello una vez y que su valía como escritora la hizo ganar —a destiempo, en mi opinión— el Premio Nobel de Literatura
Nuestra protagonista, Anna Wulf, acaba de separarse y tiene a una pequeña hija a su cargo. Es militante de fuertes convicciones comunistas pero está desencantada, a la vez que deprimida, y esto es, en mi opinión, una de las peores combinaciones de sentimientos que puede padecer un ser humano. Y por ello necesita un nuevo punto de vista para reaccionar y afrontar su nueva realidad en la que ya nada es como antes, tiene diferentes obligaciones y ninguna es la que esperaba, algo que la acerca al límite divisorio entre la cordura y la locura.
Para salir adelante decide escribir como acto catártico, dibujar con letras cada parte diferente de su vida en distintos cuadernos que la ayudan a serenarse y comprender por qué ha llegado hasta ahí, y, mientras tanto, va escribiendo una novela, «Mujeres libres» —muy revelador, sobre todo en la situación en que se encuentra ella como personaje principal—, creando Lessing a su amparo una estructura de caja china de lo más interesante porque es como si descendiera un poco más dentro de la mente de la protagonista y de los límites de la novela, completando con ella la información de los cuadernos y la lucha de Anna. 
Mediante ellos va definiéndose Anna como personaje, justificando en cierto modo sus decisiones y, por qué no, con cierta intención didáctica, va moralizando acerca de las cuestiones que se le presentan nuevas en su vida, y va convirtiéndose a pesar de lo que pudiera parecer a primera vista en una bandera neutral de paz, alejada de la guerra de sexos en la que nadie gana, sino que todos pierden porque no se complementan.
Creo que, a pesar de la profunda decepción de la escritora que protagoniza la novela con todo lo que la rodea, lo importante acaba siendo que sigue manteniendo la esperanza de que, tal vez, en algún momento se arregle todo, y creo también que lo que ilustra esta seguridad es que para ella es casi una certeza el color del cuaderno en que escribe.
El dorado es un color alegre, quizá un poco hortera en según qué modo y contexto, pero es un color de vida, de luz, que da fuerza en última instancia, y a mí me resulta un reflejo de esas ganas por salir adelante y seguir, aunque solo se quede en la intención, y ya se sabe que la intención es, al fin y al cabo, lo que cuenta. 

10 de septiembre de 2018

El segundo sexo, Simone de Beauvoir


No podía faltar en este pequeño anaquel virtual que poco a poco voy construyendo una de las madres del movimiento feminista, Simone de Beauvoir, olvidada, malinterpretada, defenestrada y adorada a partes iguales. Una autora que, naturalmente, me deslumbró en la adolescencia y me hizo ver otros mundos posibles.
Este ensayo parte de la base de que la mujer en realidad no es como los siglos nos han querido vender, frívola, vanidosa y caprichosa, sino que esta actitud aparentemente mayoritaria viene determinada e impuesta por la educación y por la sociedad, que la ligazón de una mujer respecto de otra persona es una forma disimulada pero drástica de deshumanizarla, como si fuese un mero objeto propiedad de alguien, siempre enlazado a otro alguien, así que técnicamente todas estas actitudes son fruto de la presión educativa y no solo del género femenino, también del masculino.
Además de exponer esta tesis, Simone hace un recorrido a través de la historia para sustentar su argumento, demostrando que estos hechos de deshumanización, por nombrarlos de alguna forma, se han llevado a cabo realmente y que se ha encajonado a la mujer como a un ciudadano de segunda, como a un segundo sexo, al que alude el título del ensayo que hoy he tenido a bien traeros para vuestro disfrute y reflexión.
Es un punto de vista tan válido como cualquier otro, y me atrevería a decir que muchas veces, en momentos en los que me reconozco radical, he llegado a pensar si la otra opción es la correcta.
Me parece un libro muy revelador, esencial, fundamental en cualquier estantería, aunque obviamente ningún libro, ninguna persona tiene la verdad absoluta que hace que deba imponerse a las demás verdades. Sin embargo, sí que creo que muchas veces no estaría mal pararnos a meditar el por qué de todo aquello que se ha venido padeciendo.
Tal vez, y solo tal vez, nos demos cuenta de que hemos dejado de lado lo natural para ponerlo todo patas arriba y amoldarlo a una realidad que no es la nuestra, que no es la que se presupone nuestra. Si creo en su necesidad es porque aunque no estemos de acuerdo abrirnos a otros puntos de vista es indispensable.
Libros como este que he decidido traeros hoy dejarán de hacer falta cuando ni nos planteemos lo que recogen sus páginas. Y mientras tanto seguiremos luchando. 

7 de septiembre de 2018

2001, una odisea espacial, Arthur C. Clarke


Fue un amigo mío quien me sugirió este libro hace mucho tiempo. Puedo decir con cierto orgullo que tengo muchos libros recomendados por amigos que me conocen y saben qué me gusta.
Él es un amante de este género y me propuso comentarlo, a pesar de que yo ya lo rondaba por mi cabeza hacía tiempo.
Si me visitáis con cierta regularidad o, por lo menos, habéis visto los temas más frecuentes y el género de los libros más comentados sabréis que la ciencia ficción, las utopías y la aventura son de mis géneros predilectos para perderme entre los libros. 
Esta es, quizá, de las novelas de ciencia ficción más conocidas, de las que más éxito ha tenido en todo el mundo a lo largo del tiempo. Esta novela de Arthur C. Clarke, gran visionario, mejor escritor, ha servido como guía indefectible para todos aquellos que han decidido internarse en la ciencia ficción, tanto para los lectores como para aquellos que quisieron —quisimos— escribir sus propias fantasías. 
Lo curioso de este libro es que no inspiró la película del mismo nombre y dirigida por el magnífico Stanley Kubrick, sino que fue publicada de forma simultanea a la emisión de la película y que ésta estaba basada en una novela corta del mismo autor. 
Supongo que podría considerarse una especie de complemento a la película citada, una especie de índice extraño que hace que logremos comprender ciertos detalles que sucedieron en la película y que quizá no nos resultaron claros al verlos por primera vez.
Reconozco que a pesar de esta especie de interés clarificador que leo entre líneas es una novela difícil y retorcida —aunque lo mismo podría decirse de la película si me lo concedéis—, que quizá no se lea del tirón como sucede en muchos otros casos dado el interés en el tema, sino que requiere de toda la atención posible ya que solo así se alcanzan los puntos expuestos a lo largo de las páginas. 
Es la evolución humana en todos los aspectos la que queda patente. Ya no únicamente a nivel personal, porque la evolución está clara y es un hecho; lo que más llama la atención es lo visionario en cuanto a maquinaria y artefactos electrónicos que todavía no se nos pueden pasar ni por la cabeza.
A todas luces Clarke es un Julio Verne moderno, empapado de su entorno con el deseo de dar una vuelta de tuerca más en el destino humano a través del espacio.
Quizá por eso me gusta, porque tácitamente se advierte ese espíritu de lucha y superación, una mejora para un mundo desagradecido que muerde la mano que le alimenta. 
Quizá sea eso lo que debamos combatir.

3 de septiembre de 2018

Ivanhoe, Walter Scott


Hablemos de clásicos, ¿os parece?
Soy una loca de la novela histórica y de la historia en general, eso puede que ya lo sepáis. 
También es bastante posible que os haya contado ya que la historia es mi espinita clavada y que algún día, preferentemente más pronto que tarde, me gustaría estudiarla en condiciones, tal y como merece. 
En tanto y mientras mi situación me lo permite me sumerjo de lleno y todas las veces que puedo en la novela histórica, que siempre es una delicia para pasar horas y horas en tardes en las que las paredes se caen encima, y por eso os traigo hoy Ivanhoe, el clásico de Walter Scott, ambientado en la Inglaterra del siglo XII. 
Como muchas veces que hablamos de una novela ambientada en esta época el leitmotiv es el del honor y el de la honra. 
Juan Sin Tierra urde un plan por el que quitarle el trono a su hermano, el legítimo rey Ricardo Corazón de León, que lucha en las Cruzadas, y es en este contexto histórico que el rey requiere de Ivanhoe, nuestro protagonista, perteneciente a una familia sajona, en contraposición a la nobleza meramente normanda que gobernaba el país, deshonrado y defenestrado, que con el servicio al rey buscará recuperar su nombre y sus tierras y reparar su desdicha y la de la corona. 
En su periplo digno de una novela bizantina —realmente pueden compararse y mucho— con personajes que conocemos de otras historias como el mismísimo Robin Hood —creedme, le identificaréis enseguida— y con el amor indeciso por dos mujeres, una noble y una judía —recordemos las olas de antisemitismo que se sucedían en Europa en la Baja Edad Media— Ivanhoe crecerá como hombre y caballero e irá conquistando cada uno de los obstáculos en base a la mesura, al esfuerzo y a su buen hacer. 
Por supuesto podemos encontrar licencias del autor para narrar el tema. 
Sí es cierto que muchos de los personajes son reales o están inspirados muy groseramente —sin sentido peyorativo— en personas reales, también las circunstancias, pero se notan estas licencias si se conoce la historia. 
También, entrelazadas en la historia, encontramos una crítica sutil pero no velada hacia la corrupción de los nobles, las traiciones de estos a sus caballeros y sus siervos, la iglesia, la religión y su influencia en todo lo que compete a la vida de la gente y a la sociedad feudal en última instancia.
En cualquier caso el tema que trata y cómo lo trata no desmerece la novela, al contrario, antes bien la adorna y la convierten en un entretenimiento delicioso para cualquier tarde de domingo.