12 de noviembre de 2020

El reino del dragón de oro, Isabel Allende


Hace un par de meses, más de lo que hubiera esperado, y no es que me haya olvidado de continuarla, comencé a enseñaros esta pequeña joya de la novela hispanoamericana actual con la primera parte de esta trilogía de Isabel Allende
No me olvidé, es simplemente que han ido surgiendo otros libros y he ido posponiendo la segunda entrega de «Las memorias del águila y del jaguar». Pero aquí está, «El reino del dragón de oro».
Si recordáis, Alex y Nadia recorrieron el Amazonas más puro de mitología y leyendas aprendiendo en su camino que no sólo lo que tenemos por habitual es la realidad, y esta vez es al Himalaya adonde acompañan a la abuela Kate, al Reino Prohibido. Paralelamente, vamos descubriendo que en ese reino hay un dragón de oro, herencia de los monarcas de este reducto, que descubre el futuro y que es reclamado por un misterioso coleccionista del que nada se sabe pero del que se intuye que sus intenciones no son buenas, algo que se confirma con los medios que usa y a los que recurre para obtenerlo, a toda costa, y que en el Valle de los Yetis, estos antropomorfos padecen una enfermedad letal que les destruye poco a poco y les condena, sin piedad, a la desaparición.
Esta vez, las creencias ancestrales del chamán son sustituidas por las de un monje budista, que se convierte en su guía, y por el heredero del reino, depositario de estas enseñanzas y encomendado a él para aprender que los caminos de la naturaleza, la paz, y de la vida, en definitiva, no son los que transitamos cada día, sino que hay senderos alternativos mucho más pacíficos y menos dañinos para con nosotros mismos.
Es curioso porque Allende hace una contraposición entre dos mundos claramente diferenciados, el "civilizado" y el "primitivo", y no es que sea una apología del "primitivismo", en el sentido menos peyorativo de esta palabra, pero sí que se entrevé que, quizá, desprendiéndonos de cosas que podemos considerar un tesoro, nos damos cuenta de que sólo son una carga.
La naturalidad con que afronta este hecho la hace merecedora, cuando menos, de una pequeña reflexión, y yo, desde aquí, os invito a hacerla.

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