18 de marzo de 2021

La caverna, José Saramago

Quizá, si tenéis en cuenta alguno de los libros que os he traído, pensaréis que soy una descastada, o tal vez una persona que critica simplemente por estar en contra.
Y tal vez, quizá por eso, inconscientemente, he escogido este libro por todo lo que significa para mí, porque creo que no hay manera mejor de desmontar algo construido en el afán de consumir que ilustrar con hechos, con las palabras de un grande de la literatura que, por desgracia, nos dejó cuando más falta nos hacía, y cómo no, me refiero a José Saramago.
Efectivamente, este libro se basa en el mito platónico de la caverna, en el que se nos presenta la premisa de que, grosso modo, la verdad no es lo que parece ser, y construye este mito para explicarlo partiendo de la base de que hombres encadenados desde su nacimiento en una caverna creerán que las sombras que se proyectan son la realidad —versión sucinta, más o menos.
Así, nos compara a nosotros con esos hombres encadenados que solo ven lo que le dejan ver, y a través de una familia de alfareros va replanteando y destruyendo dogmas que parecen escritos a fuego pero que, en realidad, hace tiempo que el viento se los llevó consigo.
El libro es una constante de rupturas, de bofetadas de realidad que hacen que los pies del lector se acerquen a la tierra y, sobre todo, hace pensar. 
Es quizá lo que más me gusta del libro, que sientas lo que sientas, pienses que es verdad la descripción tan devastadora que hace de la sociedad que se desmorona con sus propias acciones o que no creas que es tan drástico lo que vivimos, por lo menos hace que recapacites, que dudes, y la duda, mis queridos, es la base de la existencia.
No en vano Saramago afirmó que «la caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna», y, personalmente, creo que cumplió con su objetivo, por lo menos conmigo.
Así que este es mi pequeño regalo para vosotros, la duda. Creo que es lo mejor que puedo daros.

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