23 de marzo de 2021

Macbeth, William Shakespeare

Una tiene días en los que se levanta de diferentes maneras: inspirada, triste, trágica... pues bien, hoy me he levantado trágica y con una duda existencial general—sí, es la influencia de la primavera la que potencia mi vis trágica, cada vez estoy más convencida. 
Y al hilo de todo lo que veo y me rodea, pensé que vendría bien una dosis de vacuna contra la ambición desmedida y la traición. Rápidamente se ha encendido en mi cabeza una bombillita... ¡plinc! Macbeth, de William Shakespeare
Este hombre me puede. Lo admito. 
A mi parecer, es de las más oscuras que escribió, dadas las circunstancias y la época. 
Conjuros, crímenes, amoralidad, discordia, alucinaciones y rencillas... ¿qué le falta? yo creo que nada. 
Empieza con un vaticinio de las tres brujas, que recordando —a mí, por lo menos— la figura de las Moiras, auguran a Macbeth su futuro como rey, pero para ello, comprende que ha de asesinar al rey Duncan. Expuesta la profecía en una carta a su mujer —chicas, ¿os recuerda a algo?—, ella alienta su ambición para que lo consiga, y, aunque duda, cede a esas pretensiones de grandeza y poder y es ahí donde nuestro protagonista se pierde y condiciona su vida, su alma y su destino a las brujas, que a mi parecer resultan ser las protagonistas verdaderas y en la sombra de la obra, porque son las que marcan el ritmo. 
Si por algo me gusta, es porque pone en evidencia lo peor del ser humano, lo que puede parecer un tema manido, pero Shakespeare da una vuelta de tuerca importante, sitúa la trama en una familia real, algo que, si bien era algo frecuente —y da igual cuán atrás nos remontemos, las puñaladas, tanto metafóricas como literales, solían estar a la orden del día por tal de arañar el poder—, no era tan fácil o habitual ver representado. 
El que pagaba, mandaba, y normalmente los mecenas eran aquellos que gobernaban; una representación así antes habría supuesto mínimo el ajusticiamiento por sedición o algo peor. 
En un trasfondo de crítica a estas preocupaciones humanas, aparece esta joya del teatro, como bien anuncia la portada que os he puesto, para redimir al lector y al espectador que la ve representada de estos males, advirtiendo de las consecuencias que pueden llegar a tomar estas acciones contra la vida, contra la moral y contra la humanidad, y a pesar de que se sitúa en una época que nos puede quedar muy atrás, creo que puede extrapolarse, en cierto modo, a nuestros días.

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