30 de diciembre de 2018

Extraños en un tren, Patricia Highsmith

Llevo tiempo planeando traeros algo de Patricia Highsmith porque personalmente me parece una escritora brillantísima y adelantada a su tiempo, y ha coincidido que hoy he visto la maravillosa película que Hitchcock, uno de mis directores favoritos, hizo de esta novela para traeros la versión literaria para que comparéis, para que la conozcáis y para que abráis la mente a un mundo más allá del limitado del cine. 
La historia trata, como quizá sepáis, de lo que es lo más anhelado en el mundo de la delincuencia, el crimen perfecto
Este vendrá al encontrarse dos desconocidos, Bruno y Guy, en un tren que, con un trasfondo psicológico como personajes realmente magnífico, deciden hacer un pacto en el que correrá la sangre, uno matará al principal enemigo del otro, el padre y su mujer respectivamente. 
Aparentemente este asesinato no tendría ningún cabo suelto del que tirar para desmontar la historia: son perfectos desconocidos, en realidad no tienen ningún tipo de motivación porque no son sus enemigos y, una vez acabado el viaje, más allá de la mera presencia tampoco tendría más significación. Guy, sin embargo, se acobarda, mientras que Bruno, vehementemente, cumple su parte y el eje de la historia empezará a rodar cuando este último persiga al primero para que lleve a cabo su trabajo. 
Me encantan, ya sabéis, los libros que me hacen pensar y este es uno de ellos.
Ya no es solo por la deliciosa descripción psicológica que hace Highsmith de los personajes, que, de verdad, es absolutamente fantástica, es que cada palabra parece necesitar a la siguiente, cada movimiento tiene una justificación y esta justificación se enlaza de forma magistral en el final de la novela. 
Es curioso cómo con palabras, con la lectura, se puede aceptar lo imposible, cómo podemos ponernos en el lugar de cada uno de los personajes para, a través de su caracterización, comprender cuál fue este o aquél motivo que le llevó a ser lo que es, hasta aceptar el asesinato, este crimen perfecto que planean porque, a través de la identificación con el personaje, realmente te planteas si es justificable, si la motivación es suficiente para ser condescendiente en un acto tan atroz. ¿Seríais capaz de aceptar la propuesta o incluso de llevarla a término?
Con esta pregunta que seguramente sacuda los cimientos de moralidad y fantasía sobre los que hayáis construido a vuestra persona aprovecho para desearos un feliz final de año, que lo paséis lo mejor que podáis y que si este año que acaba no fue de vuestro agrado ojalá este que entra sea mejor. 

26 de diciembre de 2018

Harry Potter y el misterio del príncipe, J.K. Rowling


¿No os entra como una emoción extraña al saber que las sagas de libros se acaban y que es prácticamente inminente?
No sé el vuestro, pero sí es mi caso, y la verdad es que es una sensación agridulce, no la disfruto del todo porque pienso en qué haré una vez se acabe definitivamente y no sé si llega a compensarme.
En esa tesitura estamos hoy cuando ha pasado la primera parte de las fiestas, hoy os traigo la sexta y penúltima entrega de la saga de Harry Potter que nació de la mano de J. K. Rowling y que a mí, personalmente, tanto me ha entretenido a lo largo de mi vida dadas las veces que me la he releído y que preveo que seguirá haciéndolo posiblemente hasta que muera rodeada de libros. 
Harry ya está en su sexto año, ahora es más maduro, se le permite acceder a conocimientos que antes le estuvieron vedados y está  más marcado aún por la pérdida de personas cercanas que serán el preludio de todas las que vendrán después. A la vez, cobran relevancia ciertas localizaciones que antes se mencionaron de pasada, como la tienda del Callejón Knockturn llamada Borgin&Burkes, pero que ahora se hace determinante, porque aunque todavía no lo veamos si llegamos al libro por primera vez es una pequeña pista que nos da Rowling —que ya había dado en libros anteriores y cuando lleguéis al séptimo o si ya lo habéis leído entenderéis por qué lo digo— y aparecen nuevos personajes como Horace Slughorn, que da lugar a ciertas situaciones cómicas y que es el hilo conductor de nuevas revelaciones de asuntos trascendentes en la historia de Hogwarts, de Voldemort y de la propia familia de Harry.
Creo que este libro es el escalón definitivo para el final de la saga porque me da la impresión de que es aquí donde se alcanza el odio máximo —o el amor máximo, según hacia dónde se inclinen nuestras simpatías, porque no me diréis que siendo amantes de estos libros no habéis proclamado con orgullo a qué casa «pertenecéis» dependiendo de vuestras afinidades— hacia Severus Snape. 
Este es un personaje al que al principio se le tiene un asco supremo, después se comprende con el Always y una vez pasa el momento te das cuenta de que es un personaje profundamente gris y bien definido. Es innegable que es interesante y misterioso, y que puede que hubiera cierto poso de nobleza en él, pero el método quizá no fue el correcto.
Como digo, es quizá el libro en el que se empiezan a entender muchas cosas aunque se malinterpreten otras, pues el conocimiento parcial que se tiene hasta el momento y que concluye con el séptimo libro no permite hacerlo de otra manera. 

23 de diciembre de 2018

Capricornio Uno, Ron Goulart


Me chifla de una forma que no podéis ni imaginar la ciencia ficción setentera —salvo que me conozcáis en persona u os lo haya dicho antes expresamente, cosa que no dudo dado que mi memoria es bastante pésima hasta el punto de que hay una persona que me llama cariñosamente Dory, como la de Buscando a Nemo, con eso os lo digo todo. 
Me parece la mejor del universo, quizá sea por sus efectos especiales cutres —pero adelantadísimos para la época— o por la pretensión de adivinar un futuro que les resultaba lejano y que preveían mucho mejor y avanzado que su época, lleno de telas que parecían de papel de aluminio y lucecitas que no presagiaban nada bueno la mayor parte de las veces. Y si como en este caso también está escrita desde el punto de vista de la conspiración ya puedo dar saltitos de felicidad cual niña pequeña. 
A finales de los años setenta y con la euforia de haber llegado a la Luna —supuestamente según algunos— la NASA se prepara para mandar a Marte el primer grupo de tres tripulantes para explorarlo también, pero una vez está preparado el vuelo, a punto de salir como quien dice, los técnicos de la NASA descubren que hay un tremendo problema en la nave y que es imposible salir. Sin embargo, como se ha generado tantísima expectación y eso provocaría la automática pérdida de fondos para continuar el proyecto se decide que es mejor generar una especie de película —¿os suena?—, en un escenario, con los propios astronautas que asisten perplejos a lo que se les propone una vez se les ha conducido en secreto y por la fuerza a unas instalaciones cinematográficas.
Allí deberán permanecer hasta que la supuesta nave llegue a Marte para escenificar la toma de contacto y conseguir un éxito más en la historia de la agencia, pero no todo saldrá tan bien, puesto que un técnico descubre que las transmisiones no son correctas y la nave se destroza al reentrar en la atmósfera, con lo que cambian las tornas y comienza la trama de la novela. 
Como dato curioso del libro que os traigo hoy debo decir que esta vez fue la gallina antes que el huevo.
Es decir, la obra es el resultado de una novelización de la película homónima y que a falta de una adaptación contó con dos, una para Reino Unido y escrita por el mismísimo Ken Follett y otra, la que os traigo hoy porque es la que más me gusta de las dos, la que escribió Ron Goulart para el público estadounidense, en última instancia destinatario también de la película. 

20 de diciembre de 2018

La metamorfosis, Franz Kafka


«Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.» Y si a esto le añadimos la portada tan reveladora inquieta, ¿verdad?
Hoy lo que os traigo es la alegoría más brutal que me he encontrado en mis muchos libros leídos de las deshumanización del ser humano y del importante peso que tienen los sueños en la realidad como reflejo incontrolado de la misma, y como sabéis viene de la mano de Franz Kafka
Una, cuando lee esta pequeña pero gran obra, se pregunta qué es lo que queda de humano en la humanidad, y me explico conforme a lo que yo extraigo de este libro del que hasta su título tiene consecuencia y trasfondo. 
Lo que yo veo, lo que concluyo cuando cierro la contraportada es que lo bueno deja de serlo una vez se convierte en diferente bien por elección, bien por enfermedad, bien por cualquier motivo que se pase por la cabeza. Gregor Samsa mantiene a su familia y con su transformación ésta va a la quiebra y se empiezan a presentar las dificultades como es obvio. Samsa las intenta remediar escondiéndose de todo y de todos, pero a estas dificultades económicas se suma el rechazo que en mayor o menor grado encuentra en el sitio que debería ser su principal foco de compasión o comprensión, su propia familia. Entre su padre que le detesta, su madre que le teme pero que le acepta permitiendo que se quede en casa y su hermana que en un principio le atiende y que gradualmente va perdiendo motivación hasta el punto en que es ella misma quien propone echarlo de casa está su jefe, que en cierto modo intenta seguir cubriendo las deudas de la familia Samsa.
Lo admito, la novela confunde en cuanto todo se asemeja a un sueño, en cuanto la realidad y lo surrealista van tan de la mano, pero eso no es óbice para que no nos arrastre a la reflexión.
Me reitero en que, a mi parecer, lo que hace patente Kafka con la transformación de Samsa y el trato que se le da una vez ha dejado de ser el bueno para todo para convertirse más en un lastre que una ayuda muestra lo mejor y lo peor del ser humano. Lo peor en todas sus dimensiones, en este caso, es la profunda dicotomía que habita en la sociedad empezando por el individuo mismo que por sobrevivir y por miedo quizá a lo que es diferente es capaz de hacer cualquier cosa, de negar cualquier situación que le corrompa o le denigre en pos de un colectivo. 
¿No os parece revelador?

17 de diciembre de 2018

Viajes con Heródoto, Ryszard Kapuściński


Aunque soy materialmente incapaz de pronunciar el nombre de Ryszard Kapuściński porque, de hecho, ya me cuesta pronunciar todas las eses —bellezas de mi dialecto— eso no significó que en el momento en que vi la portada del libro que hoy nos ocupa me enamorase absolutamente del conejo que la ilustra.
La verdad es que me evoca muchas cosas, como la calma, o más bien la fingida calma de la presa a punto de saltar y escapar, el silencio y la paz de la naturaleza, la justicia casi divina que emana de ella al equilibrarse a sí misma y, quizá por una especie de deformación social, imaginé que el conejo se llamaba Heródoto —¿quién dice que no es un buen nombre para un animal de compañía?— y se me ocurrió que, tal vez, si cuando faltase mi gato me decidía a adoptar a otro sería un nombre para tener en cuenta.
Sin embargo, una vez me detuve a introducirme en sus páginas descubrí una realidad totalmente diferente que en cierto modo debí haberme imaginado porque el nombre se refería a Heródoto, el historiador, el histórico, el de verdad.
Me ha resultado, de veras, un libro muy muy peculiar porque en sus páginas el autor casi va comparándose con él y con su Historia mientras desgrana sus viajes periodísiticos, en los tiempos en los que se desempeñó como reportero internacional. 
Y se compara con él porque le considera una especie de «protoperiodista», si es que esa palabra puede llegar a existir en algún contexto, porque en su historia no solo la recoge a ella, sino que recoge realidades de los diferentes pueblos que retrata a lo largo de sus nueve tomos.
Mientras no puedo viajar, leer este libro me ha traído a la mente lugares inmensos, con todas sus peculiaridades que no son sino formas de hacerlos maravillosos, y a veces he perdido el hilo en el sentido de que no sabía cuándo era Heródoto y cuándo el autor, pero sin embargo es esta es una muestra de la genialidad de Kapuściński al llevar más allá la biografía, de su prosa que en ningún momento resulta pesada o aburrida. 
Para mí por lo menos me es muy ameno viajar, aprender y descubrir realidades que nos han sido negadas, bien por intereses, bien por distancia, al mismo tiempo, y Kapuściński consigue que nos sintamos parte de su recorrido, como un compañero más de viaje en algo tan personal como es la vida propia, y la parte buena es que no nos sentimos extraños al introducirnos en la prosa de este autor al que el trabajo llevó a descubrir medio mundo, sino que, más bien, o por lo menos yo, acabamos viendo casi como en diapositivas descritas todas las vidas que ha vivido.

14 de diciembre de 2018

La camisa, Lauro Olmo


Creo que, con la absoluta excepción de la enfermedad devastadora que consume sin piedad, no hay nada más doloroso que dejarlo todo, tu entorno, tu familia, tu vida en definitiva, obligado por una causa mayor, aunque sea para sacar adelante a los tuyos y comprobar que quienes hicieron antes lo mismo de forma discreta para que no se les detuviera y les mandaran de vuelta se olvidan de que ellos son su reflejo y que no vienen a destruir ni a amenazar, sino a conseguir un futuro. Y ya no digo un futuro mejor, lo dejo en futuro.
La desesperación que la incertidumbre conlleva, la lucha por la supervivencia, porque en ocasiones ni puede considerarse vida aquello, y el dolor de sentirse inútil o acaso inválido en una sociedad que se muere de hambre y necesita una escapatoria bajo mi criterio nunca ha sido mejor reflejada en esta pequeña pero durísima obra de teatro —que por desgracia tiene poco de teatro en estos días; parece que los patrones son cíclicos y que, como consecuencia, se repiten cada cierto tiempo, cada cierta crisis— de Lauro Olmo, un autor que descubrí cuando, en cierto modo, me fue impuesta por una asignatura. Y me sorprendió para bien.
Esta podría ser una familia cualquiera, en una ciudad cualquiera, pero en los sesenta le tocaba a España. El trabajo escaseaba y la gente necesitaba salir adelante.
El drama de la emigración estaba presente en casi todas las familias obreras, pues los afectos ni siquiera tenían que cocer y recocer las mondas de patata para hacer una suerte de sopa, y a través de personajes tipo —el cacique, la niña bonita, el borracho, el soñador fantástico que vende globos como metáfora de sus sueños, la mujer que tiene hacerse cargo de la familia y el hombre que se ve inútil en una sociedad aún machista— Olmo nos lo retrata con el elocuente nombre de La camisa. La única camisa que nuestro protagonista tiene en condiciones para que los patrones, guiándose por la buena impresión, le ofrezcan un puesto de trabajo que le permita a él y a su familia repartirse más de un tomate, y esa camisa está zurcida y remendada hasta la saciedad, como la vida del protagonista y de su entorno, con los pequeños tejemanejes a los que se veían abocados para continuar
La verdad es que es una obra de las que arañan el corazón precisamente por su dureza, y aun así está llena de una deliciosa ironía que adorna las vidas de quienes la protagonizan, mostrando temas tan volubles y nunca tan necesarios como el amor, la camaradería y la entrañable unión que surge en tiempos de miseria.
Lamento haberme puesto tan trágica pero creo que nunca deberíamos olvidar las cosas importantes, aquellas que siempre quedan postergadas por las urgentes, así como espero que me concedáis la licencia de poner esta portada tan seria y tan clara.