17 de diciembre de 2018

Viajes con Heródoto, Ryszard Kapuściński


Aunque soy materialmente incapaz de pronunciar el nombre de Ryszard Kapuściński porque, de hecho, ya me cuesta pronunciar todas las eses —bellezas de mi dialecto— eso no significó que en el momento en que vi la portada del libro que hoy nos ocupa me enamorase absolutamente del conejo que la ilustra.
La verdad es que me evoca muchas cosas, como la calma, o más bien la fingida calma de la presa a punto de saltar y escapar, el silencio y la paz de la naturaleza, la justicia casi divina que emana de ella al equilibrarse a sí misma y, quizá por una especie de deformación social, imaginé que el conejo se llamaba Heródoto —¿quién dice que no es un buen nombre para un animal de compañía?— y se me ocurrió que, tal vez, si cuando faltase mi gato me decidía a adoptar a otro sería un nombre para tener en cuenta.
Sin embargo, una vez me detuve a introducirme en sus páginas descubrí una realidad totalmente diferente que en cierto modo debí haberme imaginado porque el nombre se refería a Heródoto, el historiador, el histórico, el de verdad.
Me ha resultado, de veras, un libro muy muy peculiar porque en sus páginas el autor casi va comparándose con él y con su Historia mientras desgrana sus viajes periodísiticos, en los tiempos en los que se desempeñó como reportero internacional. 
Y se compara con él porque le considera una especie de «protoperiodista», si es que esa palabra puede llegar a existir en algún contexto, porque en su historia no solo la recoge a ella, sino que recoge realidades de los diferentes pueblos que retrata a lo largo de sus nueve tomos.
Mientras no puedo viajar, leer este libro me ha traído a la mente lugares inmensos, con todas sus peculiaridades que no son sino formas de hacerlos maravillosos, y a veces he perdido el hilo en el sentido de que no sabía cuándo era Heródoto y cuándo el autor, pero sin embargo es esta es una muestra de la genialidad de Kapuściński al llevar más allá la biografía, de su prosa que en ningún momento resulta pesada o aburrida. 
Para mí por lo menos me es muy ameno viajar, aprender y descubrir realidades que nos han sido negadas, bien por intereses, bien por distancia, al mismo tiempo, y Kapuściński consigue que nos sintamos parte de su recorrido, como un compañero más de viaje en algo tan personal como es la vida propia, y la parte buena es que no nos sentimos extraños al introducirnos en la prosa de este autor al que el trabajo llevó a descubrir medio mundo, sino que, más bien, o por lo menos yo, acabamos viendo casi como en diapositivas descritas todas las vidas que ha vivido.

No hay comentarios: