7 de agosto de 2018

Cuando Hitler robó el conejo rosa, Judith Kerr


Siempre he sido una niña bastante rara y quizá por eso mi vida social se haya visto afectada, sobre todo en la adolescencia.
He tenido intereses que no se adaptaban a las convenciones necesarias, como por ejemplo disfrutar de los diccionarios cuando a otros les daba grima solo mirarlos —y eso me ha servido para pasármelo bomba cuando tuve la asignatura de Lexicografía en la carrera, lo admito— o por prácticamente rozar el fetichismo con mi gusto por la Historia en general y con la historia de la Segunda Guerra Mundial en particular desde que tengo uso de razón aunque luego haya recorrido el camino de la Filología en lo que se refiere a mi formación académica. 
Recuerdo que estaba en 2º de ESO cuando leí este libro por primera vez.
La profesora de lengua que tuve empezó obligándonos a leer al mes uno de los libros que había en clase —que creo que llegaron allí desde un mercadillo de viejo, si consideramos su estado— aunque esta suerte de obligación no duró mucho en vista de los escasos resultados en el conjunto de la clase. Mirando lo que había yo quise coger los Episodios Nacionales, recuerdo que el que estaba era el de "El 19 de marzo y el 2 de mayo", y no me dejó, alegando una excusa que ese libro no era lectura para una niña de catorce años por mucho que le interesara el tema —y sabía que me interesaba de verdad, no era un intento de pecar de pedante o algo así— y que ya tendría tiempo de leer, y cito, "tochos pesados que se atragantan hasta a los mayores". 
Tal cual.
La verdad es que mis peripecias en ese instituto fueron cuando menos peculiares dada la inmensa valía de los profesores con que me crucé allí y de los que estaban conmigo en clase, y espero que se capte claramente la ironía, porque en realidad solo se salvaba uno de cada grupo.
Obviamente en ese momento aluciné, y de los que había el menos malo era este que os traigo hoy de Judith Kerr, que como veis es una edición de Alfaguara juvenil —y no tengo nada en contra de esa editorial, pero imaginaos el tamaño del libro y valorad si se tarda un mes completo en leer eso, en fin—, pero que sin embargo no resultó tan malo aun habiéndolo devorado en una única tarde.
Reconozco que se trata de un libro interesante, porque ve la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto desde los ojos de una niña pequeña —la autora, se trata de una autobiografía—, que por su inocencia no puede comprender el alcance de la tragedia que se estaba llevando a cabo en su país, pero que precisamente por esta inocencia, es la que con más crudeza relata lo cruel de la historia que les lleva como nómadas, como mendigos en realidad, por diferentes países que les rechazan por las mismas causas por las que los nazis les buscan o porque prefieren no pillarse los dedos como suele decirse acogiéndoles y dando una justificación para el ataque. 
Es una pequeña joya de libro, muy bonito y muy duro al mismo tiempo, y mirándolo en perspectiva mereció la pena que me negaran el libro que yo pedí. 
Por eso os lo recomiendo, para vosotros y para vuestros pequeños si los tenéis o pensáis tenerlos, porque creo que los libros para chiquitos no tienen por qué estar necesariamente alojados en la calle de la piruleta, sino que también se les puede empezar a mostrar con ellos —con los matices obvios que requiere la niñez— de qué es capaz el ser humano. 

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