4 de octubre de 2018

El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez


Creo que tengo las hormonas revolucionadas.
De un tiempo a esta parte solo leo pasteladas —que, lo creáis o no dado mi interés en la novela policíaca, de misterio y de terror, me encantan— o novelas románticas con unas reminiscencias que en una mente inocente darían miedo, mucho miedo.
Será por esto que pensé en quién podría satisfacer mis ganas de amor en forma literaria y, aunque dudé entre este hombre y Benedetti —pocos como él para los poemas de amor más profundo—, me quedé con Gabo, a pesar de que que esta sea una historia agridulce, de las que se hacen huequito en el corazón y anidan ahí reclamando su lugar.
Con cariz de flashback en tanto que a pesar de que la historia empieza contando la historia actual de dos de los tres protagonistas al final de su vida el grueso de la obra se centra en el triángulo amoroso entre Florentino Ariza, Fermina Daza y Juvenal Urbino y las consecuencias que las elecciones tendrán para las vidas que nos ocupan, de las que Gabo se ocupa.
Florentino y Fermina se enamoran en su juventud loca y apasionadamente, pero al final ella se casa con Juvenal, un médico prometedor y de buena familia. Florentino la sigue amando, de hecho la amará siempre, y aunque no desistirá, comprende que su vida ha de seguir mientras la espera y sostiene romances que inevitablemente acaban, puesto que nunca podrá sentir con ellas lo que sintió con Fermina. Su carrera crece y mejora, pero nunca es lo mismo sin ella. 
Con los años Juvenal muere, y Florentino decide declararse ante Fermina admitiendo que todavía siente lo mismo que cuando eran jóvenes y ella, aunque al principio duda y no comprende por todo el dolor que siente por la pérdida de Juvenal acaba asumiendo la realidad y accede a su amor compartiéndolo. 
Además de la historia, que me parece realmente conmovedora, una de las cosas que más me gusta de este libro que te llega al corazón es el tema de las cartas. Las cartas tienen un regusto a melancolía y cercanía que nunca podrán tener en mi opinión los correos electrónicos si lo extrapolamos a nuestros días.
No sé si coincidiréis conmigo en este sentido, pero personalmente adoro las cartas por la carga emocional que tienen, el olor, la textura... de vez en cuando me gusta sacar algunas cartas y postales viejas que conservo y me paso horas leyéndolas e imaginando a los amigos que las mandaron mientras me las escribían.
En cualquier caso, y volvemos al tema de mis hormonas, la sola idea de que alguien ame así, a lo largo del tiempo, incondicionalmente, me pone sensible, y es una excusa perfecta para recomendaros que os perdáis entre las páginas del libro que hoy os traigo.
En el fondo soy una empalagosa, lo sé.

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