9 de abril de 2021

El peregrino, Jesús Torbado

A veces se me puede considerar una mujer de extremos. 
La mayoría de las veces no puedo evitarlo y soy incapaz de ver el término medio de las cosas, aunque me esfuerzo terriblemente por hacerlo, ya que, como bien decía Aristóteles, "entre el exceso y el defecto se halla la virtud". 
Así, partiendo de esta premisa, podría decirse que soy apasionada, que amo o aborrezco con la misma fuerza. 
Lo que está en medio me suele dar bastante igual salvo que se acerque a un extremo, y, para mí, uno de los escritores que se acercan al extremo de adoración, a pesar de que hace tiempo que no traigo un libro suyo y que este sería sólo el segundo, es Jesús Torbado.
Jesús Torbado me gusta desde que leí, por una de estas casualidades de la vida, «En el día de hoy», un libro que llevaba años en una de mis estanterías y en el que acaso me había fijado un par de veces sin el menor interés, pero que una vez leí me enamoró. 
La causa principal, aunque lo pudiera parecer, no es lo que me gusten los temas que trata y cómo los trata, que también, sino porque es uno de los autores que he tenido oportunidad de disfrutar que es capaz de caracterizar al personaje, sea trágico o no, con una especie de humor negro subyacente en todas sus acciones que hace que te rías de ellos y a la vez con ellos, y, sobre todo en los trágicos o lejanos en cuanto a ideas o acciones, como si te compadecieras. 
A mí, personalmente, es algo que pocas veces me ha pasado. 
Este libro de hoy es el retrato de la España —cañí— medieval
Llena de miseria, de pícaros, de excesos, de putas y de enfermedades. 
En la que no todo era tan bueno como pretendía parecer y en la que los que tenían el poder eran los únicos que se creían esa mentira creada por ellos mismos. 
Lo curioso es que no es la picaresca al uso, sino que está fuertemente influenciada por el escenario en el que se dibuja, el Camino de Santiago, algo tan propio del país como la exacerbada religiosidad de la época, y mientras Martin, nuestro personaje, viene de Francia recorriéndolo para purgar los pecados de su aldea y evitar una nueva oleada de peste, bajo cuyo auspicio podría decirse que nació, nos descubre lo que podríamos considerar lo mejor y lo peor de la época y de la zona. 
Es uno de esos libros que te cambian por completo, y que imagino que tendrá mayor relevancia si has hecho el Camino en un momento dado. 
Quizá sea ese émulo de Lázaro lo que añade gracia al libro, precisamente porque lo que se supone un camino de purgación, una iniciación en nuestro propio interior, se profana con las tropelías del peregrino y de los que se encuentra a través de su recorrido, y los contrastes siempre son apetecibles.

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