30 de abril de 2021

Hamlet, William Shakespeare

«Ser o no ser, esa es la cuestión». 
Una simple frase que esconde mucho detrás y que creo —y espero no estar equivocada— que ha calado en la imaginería popular hasta el punto de llegar a convertirse en un recurso ampliamente empleado, casi en un chascarrillo con el que aderezar un momento dramático con una pizca de sarcasmo; y es que William Shakespeare, además de un visionario, fue prácticamente un pionero. 
Esta frase, ligada a la calavera que ilustra la portada que he escogido —me parece una delicia; bravo, Elkar—, es casi tan conocida como la corruptela. 
La elección de esta obra en la que el tema de la venganza es el eje central no ha sido premeditado, pero supongo que es culpa de la primavera. 
Esta no es la historia de la venganza por una condena, es la historia de la venganza por una muerte que se multiplicará hasta límites insospechados, como típico era en la época y como era del gusto popular, dado que lo sangriento estaba, prácticamente, a la orden del día. 
Es en el lejano —¿y exótico para los ingleses?— reino de Dinamarca donde el príncipe Hamlet lleva a cabo su venganza contra su tío por haber matado a su padre para casarse con su madre y usurpar un trono que no le pertenece, ni por derecho dinástico, ni por dignidad. 
Lo cierto es que en esta obra caben múltiples interpretaciones. 
Para un lego en la materia, quizá y solo quizá, puede ser considerada como una bonita obra de teatro, pensada para entretener y mantener a un público exigente contento y atento a nuevos estrenos. Para alguien que busque destripar su contenido, tal vez pueda encontrar mucho más. 
Al principio mencionaba la frase que casi todo el mundo conoce aun sin haber leído esta obra y decía que la venganza era el eje central. Bien, me ratifico y me explico. 
La carga moral que esconde la obra es indudable, mencionaba antes la dignidad necesaria y carente de Claudio, el tío de Hamlet, aquel que usurpa el trono, pero es también la representación de una duda existencial, cual soliloquio de Segismundo, del destino y de la crueldad de lo que acecha. 
Todo esto parece ser producto de una época sumida en la crueldad y en la doble moral, hija de guerras y madre de un tiempo iluminado bajo el gobierno de una poderosa reina
Será que no controlamos los tiempos, sino que somos reflejo de ellos.

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