11 de febrero de 2019

Pyongyang, Guy Delisle


Aunque intento que al menos haya un cómic al mes —porque, lo creáis o no, organizo con bastante antelación los libros que os quiero traer para buscar las portadas y demás— sí que reconozco que no fue hace mucho que descubrí el potencial de las novelas gráficas y desde entonces no he dejado de sumergirme en un mundo que me resulta delicioso y cómodo por la facilidad de lectura, no necesariamente por los sentimientos que me provoca. 
La capacidad que tienen de reflejar una realidad que muchas veces nos es desconocida y descubrirnos un mundo que, quizá, ni siquiera imaginemos me parece maravillosa, bien porque no queremos descubrirlo, bien porque no podemos.
Y en este ámbito se desarrolla el «Pyongyang» de Guy Delisle, y casi el emblema actual de la combinación de estas dos circunstancias.
Corea del Norte es, tal vez, el país más hermético y desconocido del mundo. Lo que sabemos está contado por sus enemigos, por los que han desertado o por los pocos extranjeros que han tenido la oportunidad de pasear por sus calles de reducto comunista, y es inevitable que esta información esté si bien no mediatizada, sí que tremendamente influenciada y sea parcial, porque desde luego el mundo no es como lo vemos, sino como el conjunto de gente que lo ve. Y con esto no digo solo que la información que recibimos esté sesgada —que lo está—, sino que cuando viajamos recorremos los mejores sitios, los más emblemáticos, y nos olvidamos de los más pequeños o los más alejados. 
Quizá sea este último grupo, el de los extranjeros que pasan allí una temporada bien por trabajo o bien por turismo, el que menos sesgado esté porque tiene la experiencia directa de haber estado allí y aun así no me parece infalible, pero esto es lo que nos ofrece Delisle en su historieta, la visión obtenida a través de su estancia en el país y su relación con distintos individuos, tanto norcoreanos como extranjeros que igualmente hacen allí su trabajo.
El dibujo, desde luego, es genial.
Algo que siempre me pasa cando leo este tipo de obras es que me entra una envidia tremenda por no ser capaz de dibujar, o al menos hacerlo con un mínimo de criterio para crear algo identificable, pero me gusta poder encontrar este tipo de novelas, tan válidas como la que más, y, como digo, muy reveladoras; hasta cierto punto me parecen más libres, más capaces de transmitir, porque el ser humano es un animal vago por naturaleza y solemos preferir «algo con dibujitos» aunque tenga una tremenda carga detrás de esos dibujos que nos suele impactar por lo imprevisto.
Así que hoy os ofrezco este pequeño viaje a uno de los lugares más remotos del mundo y espero que os guste tanto como me gustó a mí cuando llegó a mis manos hace muchos años.

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