19 de marzo de 2019

La deuda de Eva, Alicia Giménez Bartlett


Es curioso cómo al final todos olvidamos que nuestra valía no radica en cómo aparentamos ser sino que más bien es cosa de constancia, tesón y empeño, y que lo que realmente permanece y acaricia la eternidad son nuestros actos y la inteligencia con que seamos capaces de desenvolvernos. 
No voy a decir que las mujeres hemos estado oprimidas a lo largo de los siglos y que, por desgracia, en muchos sitios, incluso en algunos en los que no esperaríamos tal trato, sigue siendo así porque es un hecho constatable.
Tampoco voy a culpar a los hombres de todos los males del mundo porque aunque es indudable que tienen parte más bien lo contemplo como algo que trasciende a los siglos y al género, algo que va de la mano con la humanidad misma. 
Me parece que todos, da igual quiénes seamos, tenemos parte de culpa al perpetuar estereotipos que nos son impuestos o nos imponemos nosotros mismos. Sueños imposibles de belleza, de estatus, de dones no repartidos entre todos. Nosotros los establecemos y los perpetuamos, y luego nos quejamos de que existen mientras los mantenemos aunque sea de forma inconsciente. 
¿Pero qué es la belleza? Algo completamente subjetivo.
Y es precisamente la carencia de belleza o encantos, consideremoslo así, lo que une a las mujeres que protagonizan este libro de Alicia Giménez Bartlett
Las caracteriza esta carencia y el poder casi absoluto, a veces en la sombra, a veces sin ocultarlo, alejándose de lo socialmente esperado para una mujer y convirtiéndose en las que han conseguido destacar en un mundo que les daba la espalda por la mentalidad de la época o porque la falta de costumbre siempre ha hecho estragos.
Este ensayo hace un repaso por todas aquellas mujeres que han hecho historia sin necesidad de pertenecer a nadie más que a ellas mismas, aunque el mundo no esperara mucho de ellas, y me ha encantado, la verdad. 
Es un gran libro, una obra que debería estar en cada anaquel de cada estantería, porque es una forma de reivindicar la valía de todas aquellas mujeres que han construido en silencio obligado parte de lo que somos, como un canto a la feminidad no tradicional que es tan válida como la feminidad que se esperaba de ellas. 

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