15 de marzo de 2019

Bienaventurados los sedientos, Anne Holt



No me puedo resistir, y tampoco lo pretendo, a la novela policíaca
Creo que habré leído cientos de libros del género y nunca, nunca me canso, no sé qué tiene pero me enamora.
Quizá en otra vida fuera algo así como Sherlock Holmes, quién sabe. 
El caso es que, hoy por hoy, aunque Aloysius Pendergast siga siendo mi detective de ficción favorito —y dejo como voto traéroslo más pronto que tarde—, la novela policíaca en auge es la escandinava, y es algo que también me encanta porque personalmente es una zona que me fascina.
Anne Holt es noruega y escribe maravillosamente bien como sabréis si os habéis dejado llevar por sus páginas, y en esta ocasión nos cuenta la situación a la que se debe enfrentar Hanne Wilhemsen, la detective que aclarará la trama. 
Esta hace acto de presencia cuando, en un mayo especialmente caluroso, se encuentra una caseta abandonada en Oslo llena de sangre, hasta el punto que parece que la han echado con una manguera, y en una de las paredes se encuentran ocho números escritos con la misma sangre —como habréis adivinado son los números que ilustran la portada—; sin embargo la escena del crimen carece de lo esencial en estos casos, la víctima, y todavía no están seguros de que la sangre derramada pertenezca a una persona.
Semanas más tarde se repite el patrón, aunque esta vez sucede en una aparcamiento, y otra vez esos números que dicen todo y no dicen nada, porque como ocurrió en el suceso de la caseta no hay testigos ni cuerpo que pueda ayudar a la policía a esclarecer el caso.
Paralelamente se produce una violación en el fin de semana entre ambos regueros de sangre, y ahora es cuando cobra sentido el título de la novela, porque por la fecha y por el acto se considera que los supuestos asesinatos —ya que no hay cuerpos— y la violación están relacionados entre sí, aunque por algún motivo no se finalizó la macabra obra.
Ya no es la policía la única interesada en el caso. El padre de la chica violada, hastiado por el descontrol y lo que él considera desatención por parte de la policía, toma las riendas del asunto para saber quién fue el canalla que atacó así a su hija, y su rabia se hace nuestra conforme pasan las páginas y se va desarrollando el caso.
Me parece una lectura deliciosa y excelente.
Es una novela redonda, de verdad, creo que pocas veces he sentido la emoción que sentí cuando leí la última página y cerré el libro. Como os mencionaba la rabia del padre la vas sintiendo como lector mientras pasas las hojas porque es un caso intenso, muy intenso.
Lecturas como esta me confirman que el futuro de la novela negra está allí en Escandinavia, que, per se, no deja de ser una tierra misteriosa y llena de historia, llena de tradiciones, que por su poca población cada ciudad es casi como un pueblo y es un marco incomparable para ponerlo como centro de asesinatos que necesitan resolución. 

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