20 de abril de 2019

No digas que fue un sueño, Terenci Moix


Si unimos a uno de los grandes de la literatura nacional —en mi humilde opinión, como todo lo que digo en este blog día a día, mes tras mes— y Egipto, el eterno Egipto, majestuoso y fascinante, misterioso y hundidas sus raíces en el mito, a nuestra mente viene —por lo menos a la mía— sin un ápice de duda el nombre de Terenci Moix
Es la historia de Cleopatra que llora su luto por un amor que la abandona, un amor por el que lo hubo dado todo y ni siquiera vuelve la cabeza para decir adiós, porque tuvo la desfachatez de decirle simplemente «hasta luego». Cleopatra, la gloria del padre, le odia por haberla dejado así pero también le ama, le ama de una forma tan infinita como el modo en que le odia.
Casi podría equipararse su historia de amor con Marco Antonio con otras tragedias históricas amorosas como la de Romeo y Julieta salvando las distancias, y con el pequeñísimo detalle que de su amor dependían imperios, porque junto con esta tragedia se nos narra como escenario los últimos años del Egipto Ptolemaico antes de ser definitivamente una provincia romana y perder así su soberanía. 
A la misma vez que el amor quiebra la realidad de la reina egipcia es su tierra dominada, Egipto, la que se convulsiona ante malos años de cosecha y el acecho inexorable del Imperio Romano, que viene a adueñarse de todo lo hermoso que ven sus ojos.
No es solo Alejandría donde se sitúa la acción, sino que Moix nos lleva a recorrer las calles de otras ciudades del Imperio, Judea, Antioquía o Atenas, y en ellas, latiendo en su mismo pulso, a Cesarión, hijo de Cleopatra y el divino César, a Octavio Augusto, que en su afán de dominio elimina a todo el que interfiere en sus planes de grandeza y a la buena Octavia, su hermana, casada según convenía a Augusto para cumplir con sus planes. 
Además de la maestría de Moix para trasladarnos a cada uno de los lugares que describe, ya sea la villa de Octavia, el palacio de Cleopatra o el prostíbulo donde Marco Antonio pasa sus horas entre borrachera y borrachera, su grandeza se proclama a la hora de humanizar los personajes, haciendo que nos sintamos uno de ellos acercándolos a nosotros con sus rasgos.
Una maravillosa novela para calurosas tardes de verano.

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