29 de abril de 2019

La devoción del sospechoso X, Keigo Higashino


Japón es un país que, personalmente, siempre me ha llamado la atención.
Tal vez sea por sus costumbres tan alejadas de las nuestras, que les aíslan del resto del mundo y por propia voluntad —es una cualidad que valoro; no sé si es una virtud, pero a ratos prefiero estar tranquilamente en la soledad y en el silencio—, o quizá por esa capacidad de sacar fuerza de la situación más desastrosa, sobreponerse y brillar sobre todos los demás.
Puede que sea que ese aislacionismo sea carne de misterio, precisamente por lo diferentes que son, aunque seamos iguales, salvando el idioma y algunos rasgos.
Y quizá porque es una gran desconocida que se va abriendo lugar a pasos agigantados en cualquier anaquel que se precie últimamente estoy dedicándome a deleitarme con la literatura japonesa que, como yo, valora el misterio, y seamos sinceros, tiene una tendencia a la obsesión, a lo puntilloso y a unas florituras que aún no he encontrado en la literatura occidental que me fascina tremendamente.
Es en este contexto que encontré este libro de Keigo Higashino, un libro que desde primera hora me llamó la atención por el título tan sugerente que encierra, como digo, esa floritura que mencionaba antes. ¿Quién se imagina a un sospechoso como alguien devoto? Con nuestra mentalidad occidental nosotros pensaríamos directamente en psicópatas obsesivos, no en la devoción.
Y no es solo que haya un sospechoso, es que se añade más misterio al asunto nombrándole con una X, el símbolo casi universal de lo desconocido.
Es la historia de Yasuko y Misato, madre e hija, que matan al ex marido y padre, un maltratador deleznable, y su vecino Ishigami se ofrece a ocultar el cadáver que, irremediablemente, es descubierto, y justo a partir de aquí empieza de verdad la trama.
Debo admitir que para mí supuso un revulsivo en el momento en que lo acabé. Primero porque no me esperaba la historia y después de haber leído toda la novela negra que ha llegado a mis manos la verdad es que pensaba que eso sería difícil —y naturalmente me queda tanto, tanto por leer—, y segundo porque, la verdad, la gracia de este tipo de libros, por lo menos para mí, está en descubrir junto con los personajes y la historia quién es el asesino, si se solventará o no el asunto, el motivo del asesinato. 
Este libro, en cambio, no es así. 
Realmente podría decirse que el asesino está identificado desde primera hora —y esta fue una de las cosas que me gustó y sorprendió—, y más que por el asesinato, podría decirse que el libro está organizado en torno a la justificación del mismo, a una especie de lucha entre los protagonistas por no descubrirse y por la explicación del crimen y el modus operandi de los perpetradores. 
Me ha encantado precisamente porque se aleja de todo lo que he leído en este sentido y porque en realidad el toque de exotismo que tiene es simplemente perfecto.

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