3 de abril de 2019

La voz dormida, Dulce Chacón


Hace tiempo que llegó a mí este libro, y si mal no recuerdo fue en forma de regalo. 
Nunca he sido una persona difícil para regalar, si os soy sincera, siempre estaba el comodín del libro al que recurrían con muchísima frecuencia —y la cantidad ingente de libros que tengo lo atestigua— y yo aceptaba con una sonrisa y bastante satisfacción, pues prefería encontrarme un libro que seguro me iba a gustar a algo que no supiera usar o, más bien, darle el uso que se merecía.
Así, y sin enrollarme más, apareció en mi vida Dulce Chacón y este libro que os traigo hoy para añadir al anaquel virtual que poco a poco vamos construyendo. 
Cuando lo leí —y hoy me reafirmo— consideré que estas páginas eran una perspectiva necesaria de la Guerra Civil que también necesitamos conocer, pues creo que en pocas ocasiones se ha afrontado con tanta verosimilitud, porque el dolor, queramos o no, las inunda a todas. 
No estoy muy segura —aunque posiblemente esto suceda porque no han llegado a mis manos y si los conocéis me gustaría que me los comentarais para poder leerlos, por supuesto— si antes que «La voz dormida» había habido un libro así, que cuenta la historia desde la perspectiva de la mujer, desde los horrores que sufrieron las mujeres en la contienda y tras ella, desprovistas de voz durante esos años y confinadas a una forma de vida impuesta por la moral de aquellos años. Y fue Chacón con este libro las que nos quitó la venda de los ojos de un tirón para enseñarnos lo que suponíamos y siempre quisieron callar: los padecimientos de las mujeres perdedoras de la guerra.
Allí donde la creencia constituye una ofensa nacen las historias de las protagonistas y de todas aquellas que, por extensión, son la voz dormida de la historia, todas las anónimas que murieron y sufrieron por estar convencidas de la necesidad, de la esperanza de algo mejor.
Me resulta un gran testimonio de la crudeza de aquellos años, y a veces incluso acabé riendo por la sordidez y la absurdidad de muchas situaciones que narra y sin poder creer que algo tan puro y tan hermoso como es el amor —el de verdad— pueda nacer en esas circunstancias y aún haya instante de lucidez entre tanta muerte, y por eso os invito a leerlo, porque siempre estamos necesitados de otras perspectivas que nos permitan comprender lo que no debería volver a suceder. 
Es curioso cómo algo tan crudo como la historia que cuenta, porque de verdad lo es, puede resultar un relato rápido y que no cansa, pues la lectura es ansiosa y satisfactoria al mismo tiempo que dolorosa. 

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