10 de mayo de 2020

Olor a menta, Myriam M. Lejardi


No lo habría dicho hace unos años, pero hoy por hoy me considero una chica con suerte. 
Me falta gente, eso es cierto, pero al margen de todo eso desde hace casi dos años pienso constantemente que si no me toca la Primitiva es porque ese día ya tuve el golpe de suerte de mi vida. 
Tampoco en lo material puedo quejarme, la verdad es que tengo más cosas de las que necesito —aunque de tanto en tanto me dan mis sirocos de konmari pasivoagresivo y voy desprendiéndome de todo aquello que en realidad no me hace falta, y no porque lo diga la Kondo, sino porque no tengo espacio. Ha llegado el día en el que se ha cumplido aquello que decía mi abuela de "en algún momento, si entra un libro más tendrás que salir tú para caber en el cuarto", y aunque las cosas de las que me desprendo no son precisamente libros, sí que aprovecho los huecos para meterlos—. Y ahora pasamos a la salud: dentro de unos límites razonables estoy sana, y más si tenemos en cuenta el desastre pandémico en el que estamos envueltos desde hace meses. 
¿Qué le falta a todo eso? Amistad, y mis amigos son pocos pero cuidadosamente seleccionados. No suelo prodigarme y soy más descastada de lo que debería, pero están en mi corazoncito todo el tiempo y procuro darme una colleja mental cuando veo que me encierro demasiado en mí misma y lo necesito. 
Hoy os traigo un libro que ha llegado a mis manos precisamente porque puedo decir orgullosamente que su autora, Myriam, es mi amiga. Y aunque estoy convencida de que de una forma u otra habría llegado a mi biblioteca, lo cierto es que cuanto antes, mejor. 
Es la historia de Alexis y Valeria —y de Miau Tse-Tung, el gato de Valeria—. Alexis es un joven rockero, que vive la vida al límite, que ama igual que vive y que un día muere a consecuencia de un accidente de tráfico. Al mismo tiempo que cierra sus ojos definitivamente, en el mismo hospital, nace Valeria, a quien queda ligado el fantasma de Alexis. 
Así, en estas circunstancias, Alexis la ve crecer porque Valeria es la única que le ve y puede interactuar con él —además del gato—, poco a poco, conforme crecen y maduran los personajes —aunque en realidad la única que crece físicamente es Valeria, ya nos entendemos—, y con el amparo de secundarios como Daniela, la hermana de Valeria, y Lucas, su compañero de piso —guiño, guiño, codazo, codazo—, se va forjando una historia romántica agridulce, con las consecuentes limitaciones que propicia el estado fantasmal de Alexis y las locurillas de Valeria, que es superentrañable. 
La única pega que le encuentro es que es breve, —¿me lees, Myriam? ¿para cuándo la segunda parte?—, porque su mensaje y la caracterización de los personajes es de los que llegan hondo. 
Si os llama la atención la historia, está en formato digital y en papel; teniendo en cuenta las circunstancias actuales sabréis que si lo compráis en papel os llegará más tarde, aunque tengo entendido que la editorial os proporcionará una copia digital mientras tanto. 
No es porque quiera a esta chica —que la quiero, y mucho—, pero si os gusta el young adult, el romance paranormal y el humor este es vuestro libro. Se lee de una sentada y vais a reír, llorar e identificaros, estoy convencida. 
Y cuando acabéis con este podéis seguir con sus fanfics de Harry Potter, ahí lloraréis, pero de gustito. 

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