7 de enero de 2021

La historia de Lisey, Stephen King

Hace un tiempo estuve viajando relativamente bastante en comparación a como ahora lo hago, y cuando no hay nada que hacer en un aeropuerto, aparte de aburrirme, me da por recorrerlo entero entrando en las tiendas que encuentro, ojeando los libros que aparecen en sus estantes. 
De vez en cuando, la Justicia Librera me auspicia y encuentro alguno que llevo buscando bastante tiempo; otras veces juega conmigo y me lo pone delante, pero en un idioma que no entiendo. Y eso fue lo que me pasó con este libro, que lo encontré, sí, pero en italiano, y no es un idioma en el que me maneje precisamente. 
De todas maneras, pude acceder a una copia digitalizada que tenía desde hacía bastante tiempo y saciar, en cierta medida, la furia que me entró en el momento en que no la encontré en español o en inglés. 
Este libro es uno de los que más me gustan de Stephen King, aunque realmente creo que podía quedarme con todos. Creo que su grandeza es, precisamente, no tener que recurrir a asesinatos masivos por parte de objetos o personas o tampoco a lo típico de zombis, vampiros y otros seres que adornan nuestras pesadillas desde que tenemos memoria. Si este libro me gusta es por la presión psicológica que acabas teniendo, ese miedo que infunda lo desconocido, lo misterioso, las dudas y que tan bien ilustra King por medio de sus escritores, como si fueran médiums que traen a la realidad todo lo que está en sus mentes. Scott Landon, asediado por su locura que él mismo reconoce y que no entiende por qué a la gente le gusta —yo supongo que es porque no la sufre— muere asesinado por uno de sus fans, y su viuda, Lisey, necesita organizar sus escritos, conocidos y desconocidos. Entre estos últimos descubre la fragilidad mental de su marido en frenéticos textos macabros y todo lo que le atormentaba, y le son de utilidad en el momento en que un psicópata torturador la empieza a acechar para acabar con su vida, cual si de manual de supervivencia se tratase, y siendo, a la vez, la causa final de este asedio asesino. 
Y en tanto se desarrolla la desconcertante novela, encontramos retazos de la vida de Scott, como si fuese una especie de justificación de lo que acabó siendo, como si su final estuviese marcado por su principio. Me gusta, porque aunque recurre a algunos tópicos que ya ha utilizado en otras novelas para caracterizar a los asesinos —el acento sureño, por ejemplo. Cuando uno empieza a leer una obra de King después de haberse perdido varias veces entre su bibliografía y encuentra a alguien con acento sureño no puede evitar pensar que es, indefectiblemente, el asesino de turno—, creo que da una vuelta más a todo lo que ha hecho con anterioridad, y la forma de combinar lo real con lo no tan real, haciéndonos dudar y mirar por encima del hombro para ver si el psicópata, por curiosidad, aparece, me parece que nadie como él es capaz de conseguirla.

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