12 de mayo de 2021

La tumba de Huma, Margaret Weis y Tracy Hickman

Siguiendo el camino que comencé con «El retorno de los dragones», continúo la trilogía de las Crónicas de la Dragonlance. En la segunda parte, reanudada meses después de los hechos que cerraron el primer libro, nuestros héroes continúan con su misión. A la vez de la misión, que acaba conmoviéndoles por encontrar la tumba del legendario Huma, se van desarrollando cada vez más los personajes, se empiezan a ver los caminos que van a tomar —aunque en realidad queramos que siga siendo como lo planeamos al leer el primer tomo—, y, paradójicamente, va girando desde las aventuras hasta el misterio, cuando deben descubrir cuáles son las motivaciones ocultas de ellos mismos, casi como si a través de sus peripecias pudiéramos descubrir, a la par de ellos, cuáles son las causas que les llevan a esta o a aquella decisión. 
Lo único que no me gustó nada es la muerte de un personaje que era muy querido para mí. 
Ya sé que es un ciclo natural, no sólo la muerte, sino la muerte de un personaje. 
Es algo necesario para dar continuidad a la historia y para justificar los motivos de esta o aquella acción, pero, al igual que cuando lo leí la primera vez —y admito que estuve llorando horas y dejé el libro aparte y no quise leerlo más, aunque luego me pudo la curiosidad—, sigo pensando que la historia podría haber seguido con la muerte de otro personaje menos especial y que podría habérsele más jugo al que murió. 
La verdad es que Margaret Weis y Tracy Hickman nunca me decepcionan. 
Y cada vez que me introduzco en los fantásticos mundos del universo Dragonlance siempre acabo contenta y feliz, porque no es fantasía épica al uso. 
Podría decirse que fueron casi pioneros, y, por suerte, no han conseguido equipararles, por mucho que se hayan hecho libros absolutamente fantásticos pertenecientes al género. Siempre me resulta divertido, y reconozco que necesario, volver a los juegos de rol
Es una de las formas que tengo para comprobar cómo olvido lo que me hizo «sobrevivir» en mi adolescencia y darme un pequeño toque de atención para que no deje ir una de los pilares en los que me apoyé para superarla y, por qué no decirlo, recordarme que la literatura también podemos escribirla nosotros mismos, siendo, incluso, los personajes que decidamos ser. 
Porque la literatura no tiene que limitarse sólo a los libros, ¿no creéis?

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