8 de mayo de 2021

Crepúsculo, Stephenie Meyer

Si mantuviera la infame categoría de Infumables, este libro, culpable de que si ponemos en Google imágenes "crepúsculo" nos salgan fotos de vampiros bañados en brillantina en lugar de los atardeceres tan preciosos que nos brinda la vida, estaría ahí.
De todas formas, con el paso de los años, he atemperado un poco mi opinión y ahora pienso que si a alguien le gusta algo, siempre y cuando no dañe a nadie, me parece maravilloso y espero sinceramente que lo disfrute, por más que a mí no me guste. 
El caso es que, antes, me habría mostrado del todo intransigente, considerando del libro que lo único bueno es que los adolescentes saben qué significa esta palabra, desconocida, en principio, para muchos de ellos, y que ha hecho que la lectura —ah, esa gran olvidada— crezca en sectores en los que brillaba por su ausencia, pero la verdad es que para un entretenimiento anestesiado, en el que solo necesitas desconectar, es perfecto. 
También hay que admitir que, en su momento, consiguió que tiernos jovenzuelos —aunque creo que entre el sector femenino es donde más ha calado, desde luego— despreocupados, centrados únicamente en vacilar por la calle con motos, maquillajes imposibles y pantalones escasos de tela hagan el esfuerzo —¿sobrehumano?— de sentarse con un señor tocho de los que hacen historia, y no solo uno, sino cuatro; próximamente cinco, aparentemente. 
Y así estaban todas, emocionadísimas con que un vampiro se enamore de ellas y lo dé todo por ellas. Y luego vino la película. Y la histeria se multiplicó por mil. Empezó a surgir un alarmante número de adaptaciones —incluso españolas—, vampiros por todas partes, libros, series, películas... y lo que pasa es que cuando explotas demasiado un formato, se agota. Se agota y hastía. 
Así que pasaron a los zombis, que también da para hablar largo y tendido. 
Pero bueno, si bien me gustan las cosas empalagosas, esto es una vuelta de tuerca que hace que hasta a mí, a veces, me resulte grimoso, y hace unos años tenía la teoría de que haría temblar a Bram Stoker en su propia tumba. 
La historia de amor de estos vampiros llenos de purpurina, la chica en apuros y el lobezno puede llegar a ser cuestionable, pero, de nuevo, al final se trata de desconectar. 

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