25 de agosto de 2021

El día de la lechuza, Leonardo Sciascia

La historia de cómo llegó a mis manos de devoralibros este fantástico libro de Leonardo Sciascia es un tanto peculiar.
Pertenezco a una suerte de club de lectura —aunque hace tiempo que no nos reunimos— en el que estamos pocos amigos, pero que nos complementamos y sabemos qué es lo que queremos de una forma tácita y agradabilísima; a pesar de que no nos vemos físicamente, mantenemos unas reuniones un tanto sui generis que, sin embargo, satisfacen plenamente mi curiosidad bibliófila. 
Si el primer autor interesante hasta la saciedad que me descubrieron fue Luis Landero, el segundo gran descubrimiento fue esta novela con tintes de mafia que me gustó hasta tal punto que se ha convertido en una de mis novelas de cabecera. 
Y me gusta hasta el extremo de que la portada es fantástica y se adecúa tan bien a la novela, que entre nosotros hemos creado una especie de culto en torno a ella. 
Yo, en mi incultura, tenía a Mario Puzo como único referente de la novela "mafiosa", único e insuperable, y cuán equivocada estaba. 
En Sicilia, la vieja y compleja Sicilia, un antiguo albañil, ahora propietario de una pequeña empresa, es asesinado cuando va a subir a un autobús y, milagro, nadie ve nada, además de huir todos. 
El único que tratará de descubrir el entramado es un capitán de los Carabineros, joven y despreocupado, que no cuenta con encontrar detrás de este crimen, en apariencia simple, una elaborada trama política, económica y mafiosa. 
Lo que creía límpido y justo, resulta protegido por la omertá cumplida más a rajatabla; lo que, en un principio, parecía ser el bando de los buenos, poco a poco se convierte en la pesadilla que le arrastrará a un pozo sin fondo en el que el precio por descubrir es la muerte. 
Las claves, a mi parecer, las encuentro en la portada y en la desbandada que se produce cuando se comete el asesinato. 
Para mí son los dos puntos de inflexión del libro —y por eso me parece tan sumamente bien colocada— aunque el primero esté un poco puesto en relación por la editorial que nos ocupa. 
El silencio de una sociedad manejada por un juramento invisible lucha contra las voces que pugnan por recobrar una normalidad que, quizá, nunca se haya tenido en un sistema encorsetado de mirar hacia otro lado y decidir que, en la habitual comodidad, sobrevivir es el mayor premio de la vida. 
Da que pensar. 
Bajo el trasfondo de un "inocente" —valga la expresión— asesinato, se esconden tras el telón de normalidad las aspiraciones políticas y económicas más despiadadas. 
Y ahí es cuando se empieza una a preguntar si nosotros y nuestras circunstancias no seremos producto de nuestra propia comodidad. Si lo que permitimos es lo que se ajusta a nuestras creencias o, por el contrario, no es más que mirar para otro lado como los del autobús y pensar que la historia la escriben los que escapan o sobreviven. 
Juzguen ustedes mismos.

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