6 de agosto de 2021

La playa de los ahogados, Domingo Villar

De vez en cuando no puedo evitar volver a mi género favorito de entre todos, la novela negra, no sé si por vocación frustrada y desconocida de estar en uno de los dos bandos, sin saber cual más atroz según el cariz que, poco a poco, van tomando las cosas, o bien porque sencillamente, aunque al final todos mueren, me gusta la duda que se crea con la identidad del asesino de turno y disfruto del proceso de resolución del enigma como si fuese una pequeña colegiala a la que dan un caramelo. 
Así, y casi sin pretenderlo, llegó a mis manos este libro de Domingo Villar que me llamó la atención desde que vi su portada y empecé a adentrarme entre sus páginas, principalmente porque hace no demasiado tiempo tuve la suerte inmensa de poder ir a Galicia una semana y, aunque los paisajes no son los mismos, recordé esas imponentes costas que no sé qué tienen, pero tienen algo.
Leo Caldas es un inspector tímido, callado y podría decirse que hasta bohemio; alguien que disfruta del jazz y de la noche a base de paseos, y su ayudante es Rafael Estévez, un aragonés que ha ido a parar a Galicia y que no la entiende, y con el que al principio se producen ciertos roces. 
Y un día, uno de los cadáveres que devuelve el mar no ha sido otro desafortunado que mientras trabajaba encontró la muerte, sino que aparece en la playa con las manos atadas, signo inequívoco de un asesinato, o, cuando menos, de un acto violento y no hay rastro de su embarcación, así que ambos se sumergen en la Galicia más profunda de los pescadores y marineros de la que sólo obtienen el silencio cerrado de los pueblos que guardan secretos casi ancestrales y ligado prácticamente a todas las familias. 
Una de las cosas que más me ha gustado es que casi podemos seguir nosotros mismos la investigación policial porque las pruebas se nos presentan a la vez que la trama, mientras que la ironía aparece por todos lados y vamos desvelando más de la relación de los propios investigadores con su entorno, y al final, nada de lo que aparentaba ser es, puesto que las pesquisas al final conducen a un punto que no hubiera aparecido en la cabeza de ninguno de los personajes. 
A mí, personalmente, hasta me sorprendió.
Este autor, casi a ejemplo de mi adoradísimo Eduardo Mendoza o mi no menos querido Lorenzo Silva, ha creado una saga policíaca, de la que ahora mismo sólo hay dos libros —este es el segundo y quizá no dentro de mucho os traeré el primero, sí, ya sé, me suelo saltar el orden a la torera pero, qué diablos, las reglas están para romperlas, ¿no creéis?— y que ya me tiene cautiva. 
Y la verdad es que fue toda una sorpresa para mí, no porque no me fuera a gustar el género, uno que con pocas excepciones siempre me atrapa, sino porque el ambiente ya hace propicio el misterio. 
Para mí, el mar siempre ha tenido connotaciones relacionadas con la intriga y lo enigmático, por lo que guarda y porque es una fuerza incontrolable que lo mismo es propicia o bien decide destruir todo a su paso. 
La forma de asumir quienes trabajan en él que la suerte consiste en volver a casa siempre me supuso un golpe a lo establecido, que me hizo replantear cualquier esquema que hubiese podido crear en mi mente.

*Edición del 8 de agosto:
Amablemente me han contado en los comentarios que ya son tres libros, ¡más para disfrutar!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola! Por si quieres completar la saga, son tres libros. El tercero se titula El último barco y es más extenso que los anteriores.
Tu blog es muy interesante. ¡Saludos!

Manjo ExLibris dijo...

Ostras, pues no tenía ni idea. Tenía entendido que eran dos, aunque puedo decir que me pasó lo mismo con la Saga de Ender, pensaba que era solo el primero y de repente descubrí la HEPTALOGÍA.
Muchísimas gracias, por la información y por tu comentario.
¡Un saludo!