11 de octubre de 2021

Rebelión en la granja, George Orwell


¿Quién no se ha encontrado con, o, al menos, le han recomendado este libro que hoy os traigo en la entrada del blog?
¿Quién no conoce, salvo que esté desconectado totalmente de la política y de estos tiempos aciagos en los que vivimos, algo del argumento de esta historia?
A través de las páginas de esta novela que os traigo hoy, Orwell nos enseña, a grandes rasgos y a su manera de ver, cómo se tergiversa una idea política que, en principio, es adecuada, necesariamente consensuada y aparentemente igualitaria contra el granjero que explotaba a los animales de la granja en una fuerza política y represora porque los propios animales empiezan a equipararse a las personas que anteriormente les . 
Lo que en principio fue una buena idea, justa y, en teoría, procuradora de un futuro mejor, poco a poco fue corrompiéndose hasta el extremo de convertirse en una auténtica tiranía, los vencedores, al fin, fueron los opresores. 
Orwell, con esta obra, nos ofrece un punto de vista diferente, una sátira sincera de aquello en lo que puede convertirse cualquier sistema político, incluso aquel que está coronado de las mejores intenciones para con sus ciudadanos. 
En el libro, el autor recurre a lo que, como humanos, podríamos considerar primitivo y carente de raciocinio, a los animales, —aunque, por supuesto, hoy sabemos qué capacidades tienen realmente pese a que no se acerquen a las que como humanos tenemos— para ser mordaz en una suerte de fábula que, recordando a aquellas primigenias, pretende ser didáctica en cuanto a lo que no se debe hacer. 
Además de la crítica a este sistema político construido por los animales rebelados en la granja, Orwell ofrece una velada crítica al género humano en tanto que los animales entienden, poseen una personalidad bien delimitada —cruel y represiva, por parte de Napoleón; eficaz y esforzada en Boxer en el caso que se nos presenta— y son capaces de comunicarse perfectamente con los humanos que primero les oprimen y luego les sirven en cierto modo al establecer contacto comercial con ellos. 
Esta obra es, en fin, una buena forma de enseñar y aprender sobre los fallos ya cometidos —porque, lógicamente, todos somos capaces de identificar las actitudes de los animales, de forma más o menos alegórica y con las metáforas de los nombres con que se denominan— y que no deben volver a cometerse, sobre lo que no debe volver a ser, no por la idea, sólo la forma de llevarla a cabo.

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