Posiblemente sepáis que "Doña Bárbara" fue una telenovela porque se emitió en televisión hace no demasiado tiempo y posiblemente siga en emisión en algún canal oscuro, pero lo que probablemente no sepáis es que antes que telenovela fue ópera y película, y sobre todo, antes de película fue libro, un libro escrito por Rómulo Gallegos allá por el final de los años veinte en Venezuela.
Doña Bárbara, cómo no, es la protagonista de este libro al que da nombre. Es una mujer fuerte, una terrateniente a la que hicieron dura y cruel la noche en la que la violó un grupo de piratas y le regalaron, si puede decirse así, un profundo odio a los hombres, a quienes considera tan salvajes como aquellos piratas que le destrozaron la vida y le quitaron a su primer amor, convirtiéndola en un témpano de hielo sin sentimientos, únicamente movido por la ambición de imponer su ley y por la necesidad de venganza, que es su fin último.
Y cuando precisamente es su ley la que impera aparece Santos Luzardo, un abogado proveniente de la ciudad, que es oriundo de Los Llanos y que, en consecuencia, ha sido "civilizado" por la ciudad como ente.
La novela, como habréis empezado a suponer, refleja el dualismo entre civilización y barbarie, reflejado por los dos personajes principales que son Santos Luzardo y Doña Bárbara respectivamente, así como por su entorno y por el nombre que reciben ellos mismos y los lugares en que se prodigan, como por ejemplo la hacienda de la Doña, que se llama "El Miedo".
Estas características abundan en la novela hispanoamericana de la época, y en ellas subyace el ansia de la parte urbanita, por denominarla de alguna forma, por dominar y civilizar en definitiva a la salvaje, a la exótica y ajena; trasmite el deseo de un profundo cambio social, alejando a la sociedad del caudillismo y de las prácticas dictatoriales que a causa de este asolaban el país.
Es en este dualismo donde se refleja la realidad de la Venezuela de la época, y me atrevería a decir desde la obvia distancia que es la realidad que permanece en las zonas más rurales del país aún hoy: una zona entregada a caciques locales, corruptos, influenciados quizá por un temor ancestral a las antiguas creencias.
En este contexto, como reflejo de la vieja Europa y la nueva América, aparece Santos para imponer la ley que es la ley de la civilización, para amansar a la fiera salvaje de Los Llanos y acomodarla al nuevo orden del progreso, valiéndose de la hija que tuvo solo para conseguir su hacienda, porque, en última instancia, ni la siente ni la padece, y a la que a medida que Doña Bárbara va deshaciendo el muro enamorándose de él, convierte una rival por su afecto.
Y cuando Doña Bárbara renuncia y comprende, cede la barbarie ante la civilización y triunfa sobre lo ancestral.
A mí, personalmente, me encanta.
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