No sé si sabéis que soy un poco dramática y que me gustan los libros que me hacen "sufrir", entendido en el sentido de ponerme en tensión, sorprenderme y disfrutar de esa adrenalina que se agolpa conforme voy leyendo más y más páginas.
También disfruto especialmente con esas obras que se adelantan a su tiempo y parecen prevenir a los lectores de una época futura que se antoja extraña, como si el autor fuera una especie de profeta o visionario y para mi gusto particular John Brunner es uno de ellos.
Nos encontramos en el año 2010 —para nosotros cercano en el tiempo, pero en el momento en que se escribió, 1975, aún estaba lejos y la imaginación se disparaba acerca de lo que podía pasar en ese futuro aún ignoto—, donde una red informática abarca todo Estados Unidos pero que, en contra de las ventajas que se podrían presuponer derivadas de este acceso a la información, la sociedad se consume, con un código basta para intentar encontrar algo a lo que agarrarse, pero es de todas formas imposible.
Se ha vuelto al primitivismo en el sentido peyorativo de la palabra contra lo que se podría suponer en este entorno futurista y en apariencia halagüeño, y en este marco hostil surge un informático, nuestro protagonista, reclutado por el gobierno en un plan de sobredotación intelectual que no es nunca quien dice ser, o que puede ser nadie, y que trata de desmontar esta red que reduce a la sociedad a poco menos que ineptos sin causa y sin ninguna motivación.
Como veis hoy os traigo un fantástico hijo del cyberpunk más duro que me fascina.
Se me queda corto este espacio para recomendaros todas las obras de Brunner. Cada cual es mejor que la anterior y lo cierto es que consigue innovar aunque el tema, claro está, esté relacionado entre sí. Os iré trayendo poco a poco más obras suyas para que las disfrutéis tanto como lo hago yo.
Si he elegido este clásico de las distopías es porque a veces me da por filosofar y me parece un preludio bastante aterrador de lo que podría venir con el tiempo.
Está claro que no hay que ser alarmista, lo que sea que elijamos acabará siendo, pero me resulta curioso cómo se puede tergiversar algo tan útil —pero que seamos sinceros, consume el tiempo que antes pasábamos, por ejemplo, buscando información que ahora tenemos a golpe de clic con mil ediciones complementarias que refutan cualquier cosa que buscáramos— hasta convertirlo en una especie de Gran Hermano, en el detonante de lo peor que puede haber en nosotros mismos.
Uno de mis mejores amigos dice que la información es poder, está claro que sí, el problema es en qué manos cae ese poder y cómo puede llegar a usarlo.
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