1 de julio de 2021

La tabla de Flandes, Arturo Pérez-Reverte

 
Sin que sirva de precedente y sólo porque la temática me gusta voy a volver a traeros a Pérez-Reverte, cuyas peculiaridades no están reñidas con la calidad de algunos de sus libros. La trama, en apariencia, es sencilla.
Al igual que en algunas teorías conspiranoicas que se refieren a según qué cuadros famosos de este o aquel autor más famoso todavía, en el que nos ocupa y que es el eje de la novela, se encuentra una misteriosa inscripción oculta tras las capas de pintura cuando Julia, nuestra protagonista, está restaurando el cuadro en cuestión. 
Como es natural, la restauradora pide ayuda para resolver la partida de ajedrez a medias que ilustra el cuadro, y este hecho desencadena historias pasadas y presentes que, siendo sinceros, algunas serán más sangrientas que otras. 
Y eso, para ser sincera, me encanta, porque aunque esto sea ficción no somos conscientes de la magnitud de la influencia que tiene el pasado sobre nuestras acciones y sobre nuestra realidad, por decirlo de alguna forma.
No solemos pararnos a pensar en por qué son las cosas como son, o quizá sí que lo hacemos, pero no nos vamos lo suficientemente atrás en el tiempo para empezar acaso a encajar piezas, y me parece que este libro es muy apropiado para replanteárselo. 
Hay, en efecto, una película que no tardó en salir en relación con el libro, apenas unos cuatro años después, y aunque no sea santo de mi devoción —ya sabéis que pienso que las adaptaciones cinematográficas de obras literarias suelen sobrar porque es la imaginación del guionista y director en cuestión, y no se suele amoldar a la que una misma, como lectora, se hace en la cabeza, con lo que faltan y sobran cosas—, entiendo que se hiciera tan pronto, y con actores que con el paso del tiempo demostraron su categoría, porque el libro es interesante de verdad, no sólo porque como historia es impecable, sino porque tiene gancho, un gancho del que sólo pueden presumir unos cuantos, y más si tratan un tema tan denso como puede ser la historia del arte y sus derivas. 
Como se puede intuir, yo me quedo con el libro, pero nunca está de más hacer una comparativa extraña entre ambas versiones, la original y la imaginada, al igual que releer una obra siempre dará detalles que hemos obviado, o que quizá no habríamos considerado tan importantes.

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