3 de septiembre de 2018

Ivanhoe, Walter Scott


Hablemos de clásicos, ¿os parece?
Soy una loca de la novela histórica y de la historia en general, eso puede que ya lo sepáis. 
También es bastante posible que os haya contado ya que la historia es mi espinita clavada y que algún día, preferentemente más pronto que tarde, me gustaría estudiarla en condiciones, tal y como merece. 
En tanto y mientras mi situación me lo permite me sumerjo de lleno y todas las veces que puedo en la novela histórica, que siempre es una delicia para pasar horas y horas en tardes en las que las paredes se caen encima, y por eso os traigo hoy Ivanhoe, el clásico de Walter Scott, ambientado en la Inglaterra del siglo XII. 
Como muchas veces que hablamos de una novela ambientada en esta época el leitmotiv es el del honor y el de la honra. 
Juan Sin Tierra urde un plan por el que quitarle el trono a su hermano, el legítimo rey Ricardo Corazón de León, que lucha en las Cruzadas, y es en este contexto histórico que el rey requiere de Ivanhoe, nuestro protagonista, perteneciente a una familia sajona, en contraposición a la nobleza meramente normanda que gobernaba el país, deshonrado y defenestrado, que con el servicio al rey buscará recuperar su nombre y sus tierras y reparar su desdicha y la de la corona. 
En su periplo digno de una novela bizantina —realmente pueden compararse y mucho— con personajes que conocemos de otras historias como el mismísimo Robin Hood —creedme, le identificaréis enseguida— y con el amor indeciso por dos mujeres, una noble y una judía —recordemos las olas de antisemitismo que se sucedían en Europa en la Baja Edad Media— Ivanhoe crecerá como hombre y caballero e irá conquistando cada uno de los obstáculos en base a la mesura, al esfuerzo y a su buen hacer. 
Por supuesto podemos encontrar licencias del autor para narrar el tema. 
Sí es cierto que muchos de los personajes son reales o están inspirados muy groseramente —sin sentido peyorativo— en personas reales, también las circunstancias, pero se notan estas licencias si se conoce la historia. 
También, entrelazadas en la historia, encontramos una crítica sutil pero no velada hacia la corrupción de los nobles, las traiciones de estos a sus caballeros y sus siervos, la iglesia, la religión y su influencia en todo lo que compete a la vida de la gente y a la sociedad feudal en última instancia.
En cualquier caso el tema que trata y cómo lo trata no desmerece la novela, al contrario, antes bien la adorna y la convierten en un entretenimiento delicioso para cualquier tarde de domingo. 

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