7 de septiembre de 2018

2001, una odisea espacial, Arthur C. Clarke


Fue un amigo mío quien me sugirió este libro hace mucho tiempo. Puedo decir con cierto orgullo que tengo muchos libros recomendados por amigos que me conocen y saben qué me gusta.
Él es un amante de este género y me propuso comentarlo, a pesar de que yo ya lo rondaba por mi cabeza hacía tiempo.
Si me visitáis con cierta regularidad o, por lo menos, habéis visto los temas más frecuentes y el género de los libros más comentados sabréis que la ciencia ficción, las utopías y la aventura son de mis géneros predilectos para perderme entre los libros. 
Esta es, quizá, de las novelas de ciencia ficción más conocidas, de las que más éxito ha tenido en todo el mundo a lo largo del tiempo. Esta novela de Arthur C. Clarke, gran visionario, mejor escritor, ha servido como guía indefectible para todos aquellos que han decidido internarse en la ciencia ficción, tanto para los lectores como para aquellos que quisieron —quisimos— escribir sus propias fantasías. 
Lo curioso de este libro es que no inspiró la película del mismo nombre y dirigida por el magnífico Stanley Kubrick, sino que fue publicada de forma simultanea a la emisión de la película y que ésta estaba basada en una novela corta del mismo autor. 
Supongo que podría considerarse una especie de complemento a la película citada, una especie de índice extraño que hace que logremos comprender ciertos detalles que sucedieron en la película y que quizá no nos resultaron claros al verlos por primera vez.
Reconozco que a pesar de esta especie de interés clarificador que leo entre líneas es una novela difícil y retorcida —aunque lo mismo podría decirse de la película si me lo concedéis—, que quizá no se lea del tirón como sucede en muchos otros casos dado el interés en el tema, sino que requiere de toda la atención posible ya que solo así se alcanzan los puntos expuestos a lo largo de las páginas. 
Es la evolución humana en todos los aspectos la que queda patente. Ya no únicamente a nivel personal, porque la evolución está clara y es un hecho; lo que más llama la atención es lo visionario en cuanto a maquinaria y artefactos electrónicos que todavía no se nos pueden pasar ni por la cabeza.
A todas luces Clarke es un Julio Verne moderno, empapado de su entorno con el deseo de dar una vuelta de tuerca más en el destino humano a través del espacio.
Quizá por eso me gusta, porque tácitamente se advierte ese espíritu de lucha y superación, una mejora para un mundo desagradecido que muerde la mano que le alimenta. 
Quizá sea eso lo que debamos combatir.

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