4 de mayo de 2019

El Árbol de la Ciencia, Pío Baroja


Narrando la vida de Andrés Hurtado, Pío Baroja nos ofrece una perspectiva de la España de finales del siglo XIX, con sus hipocresías, sus delirios de grandeza, su cainismo, su orgullo herido y la doble moral.
No hay que olvidar que la acción se sitúa justo en los años en los que los últimos reductos de lo que había sido el Imperio Español se escapan de entre los dedos de las autoridades que, con mayor o menor acierto, lidiaron con la situación de la forma en la que la razón les dio a entender, y esta llamémoslo tristeza social que inundaba el país se contagia a sus habitantes, bien por la pérdida de riquezas que aún se esperaba obtener de aquellos recónditos lugares, bien por la incertidumbre que producía el no saber qué ocurriría con los familiares que a buen seguro se encontraban allí.
Así, Baroja nos ofrece este libro, que dividido en dos partes separadas por una disquisición filosófica, nos hace ver aspectos totalmente diferentes del país y de sus gentes:
En la primera parte la descripción se centra en Madrid, capital del reino, una mezcla en ebullición a punto de estallar de burgueses y proletarios, cada uno reclamando lo suyo; en la segunda se establece una relación del caciquismo y los devenires y sufrimientos para el pueblo derivados de este, sus injusticias sobre una población empobrecida e ignorante que no tenía más remedio que aceptar con las orejas gachas o creyéndose favorecida por el señorito todo lo dicho sin rebatirlo, sin preguntar por qué, y uniendo las dos partes encontramos el diálogo filosófico de Andrés Hurtado con su tío, el doctor Iturrioz, en el que se produce una especie de búsqueda del interior, un intento por salir y escapar de todo lo malo que le rodea hacia una luz supuesta que, con manto protector, espera que lo mejore todo. 
El pesimismo parece ser la única constante de todos los protagonistas, bien por las circunstancias adversas, bien porque la España de la época —y quizá la de todas las épocas en cierto modo— lo lleva adherido en la piel como un perfume inevitable. Debemos recordar que es época de desastres y de desazón, de angustia por un pasado que, sin ser mejor en realidad, a los habitantes se lo parece. 
Este libro es una de mis pequeñas joyas. Es una magistral crónica de la contemporaneidad que envolvía a Baroja y además una excelente muestra de la pericia del autor con la narrativa y la psicología de los personajes. 
Los hace nuestros, los hace uno de nosotros, y en cierto modo nos contagia de la inquietud existencial de ellos para que nos preguntemos qué estamos haciendo y si lo estamos haciendo bien. 

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