6 de julio de 2019

Fahrenheit 451, Ray Bradbury


Después de unos días de meditación trascendental vuelvo con este clásico de la distopía escrito por Ray Bradbury en 1953 y que fue producto del terror vivido en los Estados Unidos de su época durante la caza de brujas llevada a cabo por el senador McCarthy en contra de un supuesto comunismo que amenazaba con destruir la esencia americana, si bien y dadas las circunstancias podría haber sido escrita hoy y no nos sosprenderíamos ni levantaríamos la ceja más de lo normal. 
El título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, y Bradbury nos cuenta en esta distopía la historia de Guy Montag y su sociedad. Él es un bombero que no apaga fuegos, sino que los produce. Su función laboral es quemar libros, ya que leerlos impide que la felicidad reine y que la igualdad caiga puesto que, al leer, descubre el individuo las diferencias. 
Un día conoce a una muchacha que le hace cuestionarse y preguntarse si realmente lo que hace es lo que quiere hacer, lo que debe hacer, y en uno de los incendios debe provocar en la biblioteca de una vieja mujer roba uno de los libros, rescatándolo así de su fatal destino y sellando el suyo propio. 
Los ideales de la mujer se hacen patentes cuando es ella misma la que prende su biblioteca, y esta acción tan valiente como desinteresada llevará a Montag a una profunda reflexión que un conocido, el profesor Faber, le aclara. Montag se da cuenta de lo banal de su vida, de lo emotivo de la lectura y, a pesar del riesgo, lee a su mujer y a sus amigas —cuya vida pasa delante de una pantalla con la que interactúan— un poema, y la reacción le hace decidir enfrentarse a su jefe. Sin embargo, una alarma les impide continuar: tienen un aviso y es su propia casa la que debe arder. 
El desenlace a partir de aquí creo que es obvio, pero no me gustaría revelároslo antes de tiempo si sucede que no la habéis leído.
Creo que, además de la evidente cualidad profética que parece tener Bradbury respecto a lo que escribe hablando de esas pantallas enormes y los coches tomando velocidades impensables para la época, es un libro que da que pensar, ya no por la proclamada crítica a la época en la que se escribe el libro, sino porque a veces los ideales se oponen a lo debido, y, en ocasiones, elegir lo correcto no resulta sencillo ni evidente. 
Hubo una película en 1966 con el mismo nombre que fue la que me hizo descubrir el libro. Fue mi profesor de Filosofía el que me la prestó pensando que me gustaría y no se equivocó, y es de hecho una de las pocas adaptaciones cinematográficas de libros de las que no me desharía. 

1 comentario:

Mando dijo...

Es uno de esos libros que todos me recomendaban leer, pero que nunca logré agarrarle el sabor. No sé si porque lo comencé a leer con un pensamiento más "moderno", pero mientras lo leía no dejaba de pensar en cómo es posible que una sociedad futurista exista si no deja leer a las personas, ¿de qué manera se reparte el conocimiento? ¿le gente debe estudiar con medios audiovisuales únicamente? Pues pintan a una sociedad manipulada por la televisión, cuyos ojos nunca descansas de incesantes luces de las pantallas, y mientras lo leía no paraba de pensar que algo así sería imposible ya que llevaría a la locura a más de uno. Sí, la idea es mantener al pueblo bajo control, mantenerlos felices.. un hombre que piensa es infeliz, un hombre infeliz es peligroso. Creo que en cuanto supe el tema principal de la novela me dije a mi mismo "ya sé como va a terminar esto", y no pude evitar terminar de leerlo pensando "no está mal, pero tampoco está bien". Sé que es estúpido catalogar de "sobre valorado" algo sólo porque a mi no me gusta, pero en mi humilde opinión le pondría tal etiqueta sin chistar.