23 de agosto de 2019

El lector, Bernhard Schlink


Este libro de Bernhard Schlink es pequeñito pero curioso, y él es casi un autor de cabecera porque no es la primera vez que me dejo llevar entre sus páginas.
Digo que es pequeñito porque no es excesivamente denso ni largo, lo justo, podríamos decir; y digo que es curioso por el tema que trata, algo que, a lo largo de las páginas, casi considero una suerte de parafilia y no un simple gusto o disfrute.
En Alemania se nos ambienta este libro dividido en dos partes diferenciadas: una, en la posguerra alemana, en la que juventud y casualidad propician una relación amoroso-sexual entre Hanna y Michael, que se convierte en una pugna entre inexperiencia y veteranía y otra, la que luego veremos adelante en el tiempo, de nuevo contrapuestos ambos pero desde una perspectiva mucho más diferente que la de las deliciosas tardes y lugares compartidos al amparo del amor.
Son los juicios por las masacres del Holocausto y una relación totalmente distinta, la de un estudiante de derecho que encuentra a su antigua amada imputada por unos crímenes que en principio cometió. 
La clave de esta obra se encuentra precisamente en las peticiones de Hanna a Michael mientras se prodigan en los brazos del amor.
Hanna siempre le pide que le lea, cualquier cosa, quiere oírle leer, y Michael accede, llegando incluso a constituir una especie de representación sin tintes teatrales cada vez que se encuentran. Después desaparece, y una vez la encuentra de nuevo es para ser juzgada por la muerte de reclusas en Auschwitz
Hanna accede a condenarse por no soportar la vergüenza que para ella supone su analfabetismo, algo que la habría salvado, pero que prefiere soportar aun a costa de perder la vida. Michael, sabiéndola inocente, retoma la relación en términos diferentes, le graba libros para que le oiga leer y produce en Hanna un afán por aprender a escribir que culmina en cartas que nunca serán respondidas. 
No es este el fin del libro, está claro, pero me parece más bonito un descubrimiento de lo tragicómico que encierra el libro en su final que el hecho de contarlo.
Os invito a que imaginéis la situación: ¿qué habríais elegido, adoptando por unos instantes la mentalidad que tenía Hanna y la época en la que se desarrolla el libro? ¿habríais preferido soportar la vergüenza —recordad, siempre bajo la mentalidad de Hanna— y asumir para vosotros una condena injusta —propiciada, también por la cobardía de Michael y la negación a reconocerla como aquella mujer a la que amó— o demostrar la inocencia de unos crímenes terribles a costa de la condena de los demás?
Sin duda esta es una novela fantástica que merece ser leída y reflexionada. 

No hay comentarios: