7 de agosto de 2019

Manolito Gafotas, Elvira Lindo


Reconozco que no tenía pensado actualizar precisamente hoy con este libro, pero estaba buscando información acerca de otro que leí hace muchos, pero que muchos años, y en la página de la editorial en cuestión había un pequeño banner a la derecha con la imagen de este entrañable personaje que me acompañó en mi periplo infantil y que a día de hoy vuelvo de vez en cuando por pura necesidad de nostalgia y buenos ratos. 
Leí muchos libros, sigo leyéndolos, de hecho, pero recuerdo con especial ternura las aventuras de Manolito Gafotas, un niño rechoncho de Carabanchel —Alto, no lo olvidemos— que afronta como puede una realidad costumbrista pero llena de humor con sus amigos, entre ellos prototipos —lingüísticamente hablando— como el chulito, reflejado en Yihad, el Orejones —o Cochino Traidor—, Susana Bragas-Sucias o Paquito Medina, el listo de la clase, su "sita" Asunción, que les recordaba que lo más probable era que acabaran convirtiéndose en delincuentes o, tal vez, en el próximo premio Nobel su vecina Luisa, que es la cotilla del piso y su familia.
El Manolito de Elvira Lindo es un niño de a pie, creo que por eso gusta tanto. Su vida es una vida normal que magnifica las adversidades que se le presentan. 
La especial relación con su abuelo Nicolás, un hombre realmente entrañable que quiere con pasión a su nieto, el Imbécil, su hermano, que le despierta celos y amor a partes iguales, su madre, ama de casa incondicional que se impone a base de collejas y su padre, camionero, que mantiene a su familia con sus largos viajes pero que, a pesar del cansancio, sigue estando allí para ellos, da igual lo que ocurra.
Aún conservo muchas pequeñas historias y expresiones ligadas a este fantástico personaje.
Cuando el fin de semana se hace denso, larguísimo y aunque tenga mil cosas que hacer no tengo ganas de hacer ninguna yo también me pongo pastosa como Manolito. Es curioso cómo, a pesar de que pasen los años, hay cosas que se graban tanto en tu memoria y en tu forma de ser que siguen conservándose aunque haga siglos, figuradamente hablando, que no lo leas. 
La verdad es que he tenido auténtica pasión por este personaje, aún la tengo, de hecho, y lo cierto es que, pensándolo, me entra un no sé qué por el cuerpo cuando compruebo que hace demasiados años que no me dejo atrapar por sus hojas.
Después de traéroslo puede que lo haga más pronto que tarde, porque siempre es bueno recuperar por un ratito la inocencia de aquellos ojos que devoraban con auténtica devoción las aventuras y desventuras de Manolito Gafotas. 

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