13 de octubre de 2019

Crimen y castigo, Fiódor Dostoievski


¿A veces no os pasa que os sentís con unas ganas irrefrenables de algo y, aunque no os lo podáis explicar, el ansia que notáis no se sacia hasta que por fin os dais el capricho?
Pues así he estado yo estos días atrás, con la necesidad ineludible de leer algo de la vieja literatura rusa, tan ruda, tan densa, y a la vez tan maravillosa para que me anestesiara en cierto modo los sentidos y consiguiera arrancarme el mal humor. 
Así que buscando entre los libros mi mano se fue hacia él, hacia una de las obras maestras de mi queridísimo Fiódor Dostoievski y una de las que sin duda me ha marcado más a lo largo de mi periplo vital-literario.
El personaje central que, en definitiva, construye la novela desde sus cimientos vitales es Rodion Raskolnikov, un estudiante más bien pobre que encuentra que para él y su familia no hay salida de tanta miseria a pesar de los esfuerzos de su madre y de su hermana Dunia, y podríamos decir que es la hermana el detonante de la trama porque es su decisión de casarse con un abogado bien situado no por amor, sino por necesidad, la que hace que Rodion decida dejarse al asesinato de una usurera para poder sustraer su dinero y así ver solucionada su maltrecha economía.
Pero desde luego no todo es tan fácil y la hermana de la usurera asesinada contempla el crimen, por lo que, irremediablemente, Rodion debe deshacerse de ella. 
Y es aquí donde da inicio la exploración psicológica, el tratado casi médico o filosófico que Rodion, nuestro protagonista, hace mediante la reflexión de sus acciones, siendo que tras el segundo asesinato la confusión le ha invadido.
La verdad es que, a pesar de las disertaciones acerca de la culpabilidad en realidad, el monólogo interior se me antoja muy estimulante, pero, sobre todo, los pensamientos que le provoca el interrogatorio al que se ve sometido al ser considerado uno de los sospechosos y loas dudas que en él nacen acerca de confesarse y cómo confesarse según con quién. 
Es toda una situación la que nos expone Dostoievski y como tal la cierra al final de sus páginas, dejándonos con todo lo que creíamos saber borrado de nuestro mapa existencial.
Es inevitable considerarla como uno de los clásicos entre los clásicos, no solo por su magistral forma y su magistral discurso, sino porque es, tal vez, una de las obras que mejor exploran la psicología del ser humano a través de los personajes.
Sin duda hay muchas otras obras que también lo hacen, que reflexionan acerca de la sociedad en sus páginas y en sus personajes, pero no hay tantas que lo hagan desde la dura perspectiva que nos ofrece Dostoievski: sin ambages, sin matices, sin esperanza.
Sin piedad. 

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