Allí donde el luto es una imposición y el fanatismo religioso el pan nuestro de cada día se desarrolla esta historia que, aunque ficticia, en los pueblos de la España más profunda de principios de siglo XX y anteriores podía encontrarse en cualquier casa.
Esta en concreto se centra en la Andalucía profunda que tanto amaba mi adorado Federico García Lorca.
Bernarda Alba enviuda e impone a sus cinco hijas el luto más riguroso, ocho años, según ella, como siempre se había hecho, y con esta convención social Federico recorre las aguas de las apariencias, de la envidia, del dinero, la muerte, la situación precaria de la mujer sostenida por normas sociales salvajes —hasta las de más alta condición—, de la represión y de la lucha por la libertad.
En la obra no aparece ningún personaje masculino salvo el difunto marido de Bernarda Alba y Pepe el Romano, pretendiente de Angustias, la hija mayor, y no actúa como personaje en ningún momento, es decir, únicamente "sirve" de hilo conductor de la obra y de la desgracia que planea sobre las cabezas de estas mujeres puesto que no interviene directamente en ningún momento.
Lorca, a través de los personajes y de su caracterización psicológica, maneja los hilos de esta casa de luto, simbolizando a través de sus nombres y de sus actitudes la desgracia que arrastrarán después.
Como sabréis, Lorca es un autor simbolista, yo lo considero así al menos. Tiene un abanico amplio de símbolos cuyos significados son inamovibles, y si identificas estos símbolos en la obra comprendes e incluso adelantas cualquier final cerrado a golpe del «¡Silencio!» con el que abre y concluye el drama.
2 comentarios:
La maravilla hecha obra. Cada vez que la releo la disfruto igual o más que la anterior :)
Federico es muchísimo Federico y en esta casa lo amamos.
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