10 de noviembre de 2019

La Regenta, Leopoldo Alas, "Clarín"


No sé si alguna vez os lo he dicho pero entre las grandes damas de la literatura, tanto literatas como personajes literarios, una de las que más admiro es Ana Ozores, la protagonista de este libro de Clarín que os traigo hoy y que, estoy convencida, todos conoceréis, bien por referencias, bien porque habéis seguido sus andanzas en el Oviedo de finales del siglo diecinueve
A lo largo de todos los años que llevo afirmando este hecho muchos me han preguntado por qué, diciéndomelo directamente o en algunos comentarios que he podido oír, y la razón es porque considero que Ana Ozores es una de las grandes incomprendidas de la historia de la literatura.
Muchos la encuentran insulsa, tal vez hasta algún lector ha comprendido y justificado todos sus males como respuesta a su comportamiento alejado de la norma social, pero lo cierto es que nada más lejos de la realidad. 
Casi como una mezcla de Jane Eyre y Madame Bovary patria —salvando las obvias distancias— es la gran incomprendida. 
Se la presupone pedante, estirada, hasta podría afirmarse que comete el «pecado» de ser fría, pero en mi humilde opinión es todo lo contrario. Ana Ozores es una víctima de su propio destino, porque dada su condición de nacida en una familia noble venida a menos se ve obligada a aceptar un matrimonio de conveniencia en el que, desde luego, no hay amor y ni siquiera se le espera; es, a un mismo tiempo, presa de esta situación y de ella misma, amén del puritanismo social obligado de la época porque es incapaz de dar rienda suelta a sus pasiones y de mirar por ella misma en lugar de por el honor y la honra, si bien, seamos sinceros, este cuidado al final le sirve de bien poco.
Es también prisionera de una ciudad-pueblo en la que tras cada ventana se esconden un par de ojos escrutadores que todo lo recopilan y comentan, unos ojos que son capaces de ver sus miserias y no pueden mirarse a ellos mismos y comprender que son peores que la pobre Ana y sus pecados. 
Y toda esa idiosincrasia la relata como nadie nuestro Clarín, que supo dar a la literatura de su época un leitmotiv para que una mujer como Ana, para que una obra como esta fuera recordada y apreciada, ya que es indudable que esta obra fue acaso el culmen del realismo español para acercarlo al naturalismo y abrir camino a toda la literatura posterior que bebió de su fuente. 

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