Me he propuesto alejarme en cierto modo de sesudos libros con contenido trascendente en este año del que ya, sorprendentemente, ha pasado un mes.
A veces también se necesita un respiro de tanta intensidad y se agradece que los libros, además de refugio, sean una especie de calma que nos recibe y que no echa sobre nuestros hombros nada más que una historia que al acabar el libro, nos haya gustado más o menos, ahí se queda. Y al mismo tiempo es una forma también de abrir las mentes, en particular la mía y en general las vuestras si os dejáis llevar por el qué dirán literario —pasa con más frecuencia de la que estamos resueltos a reconocer— y os permitís este pequeño capricho que, en apariencia terrible, es como cuando te tomas una sopa de sobre sabiendo que la casera está más rica, el gusto te lo das sin trabajera.
Y por eso os traigo este libro de Robin Cook hoy, el autor que pasa a este anaquel y que, siendo médico, a mí me parece estar un poco obsesionado con temas de su profesión, porque, creedme, hay una línea razonablemente gruesa que diferencia la profesión de la paranoia. Prácticamente todas sus obras giran en torno a horribles enfermedades que destruyen a muchísimas personas en poco tiempo, con conspiraciones que vienen desde el poder para poner en tela de juicio ciertas situaciones y el típico héroe o heroína que salva la situación después de haber escapado de la muerte, siempre por los pelos y más de una vez.
También reconozco que he escogido este libro como podría haber elegido cualquier otro del autor, en realidad muchas veces solo hay que cambiar una enfermedad devastadora por otra y la trama es idéntica, pero al final se agradece porque cuando consigues salir del estupor inicial hasta te ríes y olvidas por un rato los problemas.
En el caso de la novela que os traigo hoy se trata del ébola, y la enfermedad en sí es lo único congruente del libro, porque resulta bastante inverosímil que seas capaz de colarte en un laboratorio de extrema seguridad y acabar de rositas cuando vas sola y el gobierno en pleno, con militares incluidos, conspiran contra ti.
Para mí leer estos libros es como ver las películas de los fines de semana en determinados canales que todos conocéis, no hay por dónde cogerlas, están todas cortadas por el mismo patrón y al final el culpable es el personaje flagrantemente malvado que conspira para obtener más poder aun a costa de matar a gente inocente, pero aun así debo haceros una confesión: aunque sean unos petardos tremendos, y permitidme la expresión, son libros y películas que personalmente me encantan y disfruto muchísimo.
Aunque sepa que son lo peor y a veces me descubra anticipando tramas no puedo dejar de leerlos, porque aunque sean malos a rabiar me encantan, y no debo de ser la única cuando tienen tantísimo éxito.
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