30 de agosto de 2020

Cinco horas con Mario, Miguel Delibes


Mario muere y Carmen, su mujer, le vela durante toda la noche con ayuda de una Biblia, en la que se encuentran frases subrayadas.
Si comienzo con estas palabras estoy convencida de que a vuestra mente viene esa imagen, ese monólogo desgarrado a los pies de la tumba de Mario. 
Y qué absoluta maravilla nos regaló Miguel Delibes con esta novela.
Cada uno de los capítulos del libro comienza con una de estas frases, y partiendo de ellas, Carmen reprocha a Mario, que yace muerto, por todos sus actos, que han impedido que alcancen lo que ella quería para su familia, reconocimiento. 
Esos reproches no están exentos de realidad, debido a la actitud que Mario tomaba hacia ella en vida.
Durante las cinco horas en las que vela el cuerpo de su marido, Carmen relata su vida junto a él, su noviazgo, su matrimonio además de otros recuerdos más dolorosos, más duros.
Además de su vida, Delibes hace una identificación física y psicológica, que, por qué no decirlo, es maravillosa, de cada uno de los personajes, a través de ésta se aprecia que ambos son opuestos completamente, igual que las dos Españas que representan.
El dolor y el resentimiento pueblan la obra, dotándola de una sensibilidad extrema que nos lleva a identificarnos con los personajes y la situación, y nos permite comprender la división sucedida en la España de la época, una especie de cuadro literario que nos facilita el entendimiento de una situación tan convulsa como la vivida en esos tiempos.

25 de agosto de 2020

Flavia de los extraños talentos, Alan Bradley


Una se cansa, en ocasiones, de leer siempre lo mismo, de, aunque no sean las mismas historias —es obvio, siempre variará algo—, encontrar siempre las mismas pautas, el mismo guión predecible que te arrastra a una desgana lectora bastante preocupante. 
No es una sensación agradable, sobre todo cuando se recurre a la lectura como válvula de escape de todos los males que asolan al mundo.
Así que decidí emprender una búsqueda un tanto peculiar, la de un libro que se amoldara a mis gustos y me ofreciera algo nuevo y fresco, que tuviera un mínimo de originalidad que consiguiera no hastiarme, y en este contexto surgió este libro de Alan Bradley que os traigo hoy.
Estamos en el año 1950, en una oscura mansión victoriana de la campiña iglesia, y nuestros protagonistas principales son cuatro: Flavia de Luce, con unos once años y tremendamente maquiavélica y maravillosa, sobre la que girará la trama, sus hermanas Ophelia y Daphne, a las que odia sobre todas las cosas y su padre, un hombre viudo y taciturno que, quizá, con su carácter, haya empujado a sus hijas a ser así. 
Y es en este contexto donde aparece un cadáver en el jardín. 
Desde luego todas las culpas y las miradas sospechosas recaen sobre el padre, y Flavia, que con una inteligencia brillantísima se hace cargo de la situación, decide demostrar su inocencia indagando en el misterio del muerto dentro de un viejo laboratorio desvencijado que se encuentra en la mansión, llevando a la vez su personal venganza contra sus hermanas.
Debo decir que desde el primer momento me enamoré de la ambientación y, por qué no decirlo, de los actos de la protagonista y de su propia caracterización.
Ese regustillo macabro, ese humor negro tan peculiar y tan ligado a ella misma y esa forma de crear en el laboratorio su propia venganza contra sus hermanas me ha llegado al corazón.
Reconozco que me ha parecido tremendamente divertido, y el ambiente que se respira en la novela es, prácticamente, el de una película de Tim Burton, así que no me extrañaría que si lo conociese lo adaptara, y admito que correría a verla. 
De hecho, al hilo de películas oscuras pero fantásticas, desde que vi la portada no puedo dejar de imaginar a Flavia como Miércoles Addams, con su mismo desempeño, su mordacidad y su peculiar forma de ver la vida.
Quizá sólo sea cuestión de tiempo que salga una película.

20 de agosto de 2020

El amargo don de la belleza, Terenci Moix

He decidido volver con esta fabulosa crónica porque me fascina el tema que trata y la forma en que lo hace.
De nuevo Terenci Moix nos lleva al Antiguo Egipto, pero esta vez nos arrastra a la herejía de Tell el Amarna desde el punto de vista de Keftén, un pintor que tras la masacre de su pueblo natal cretense se ve acogido en la niñez por el faraón y crece como igual al futuro faraón Amenhotep IV, más tarde conocido como Akenatón, y junto a Nefertiti, la bella que llegó.
Tras volver a su hogar en Creta y algunas crecidas del Nilo, es requerido por la corte para decorar la nueva ciudad, Aketatón, y allí descubre que las cosas han cambiado, mucho, demasiado tal vez, en una sociedad como la egipcia. El fanatismo religioso ahora inunda cada calle de las Dos Tierras, no hay lugar para los antiguos dioses, que se ven relegados y olvidados, encuentra que tiene un hijo que está cumpliendo con el noviciado de Atón y que Nefertiti, más bella que nunca, es aún más terrible en lo que respecta a la religión que su esposo.
Lo efímero se hace patente en la epidemia desconocida que ataca la ciudad y la puebla de muerte, y esa muerte no deja escapar siquiera a la familia real, pareciendo ser enviada por los antiguos dioses. 
Muere Akenatón, y Nefertiti, aferrada a los nuevos dogmas monoteístas, maneja los hilos para que sea su hija y Tutankatón, después conocido como Tutankamón, los que continúen con la herejía, pero lo que parecía estar bien atado se deshilacha como una antigua tela, puesto que Atón se olvida para dejar paso a Amón, y con él, la vuelta a los antiguos dioses. Nefertiti, desencantada y traicionada, decide morir sola, y Keftén vuelve a Creta, donde se le presentarán diferentes situaciones, incómodas algunas, con su hijo, dudando de si el sueño de volver lo inundó todo cubriendo a la realidad con su manto.
De nuevo Moix nos hace amar lo antiguo, acercándonoslo de forma que casi se puede acariciar con los dedos, sin dejar de lado el recapacitar sobre lo vivido y lo soñado, lo pasado y lo presente y lo que se puede obtener de ello.
Dejarse atrapar por las hojas de esta novela es, a mi parecer, una fantástica forma de descubrir lo ajeno, y el calor que reina en estos días contribuye a dar un paso más allá, a introducirnos en la vida de los adoradores del Sol, pero recordad, los fanatismos son odiosos y dañinos, y, por desgracia, no siempre tan efímeros.

15 de agosto de 2020

Justine o los infortunios de la virtud, Marqués de Sade

El título de esta novela va de la mano cogido al escándalo que supuso en su época y el que sigue desencadenando en la actualidad.
Escrita por el Marqués de Sade, Justine no es sólo una novela erótica como se puede pensar. 
No es sólo una compilación de —a ojos de algunos— obscenidades o situaciones sexuales. 
Justine también se conforma de la justificación de estos actos, por lo que podría decirse que, a pesar de lo que parezca, pretende ser una especie de monólogo interior o autoconvencimiento de una situación, en cierto modo, depravada; un modo de presentar al lector las motivaciones para esos hechos y purgar, de alguna forma, todos esos pecados.
No deja de ser también una metáfora en sí misma, puesto que la protagonista se identifica con la virtud o con la candidez, y es el sistema, los libertinos y el vicio, los que la corrompen hasta los extremos más brutales.
Justine y su hermana Juliette son, en sí, antagonistas, mientras que Justine es la virtud más pura, Juliette es la depravación personificada. Juliette tiene éxito en su vida con un buen matrimonio —ya se sabe, la época— mientras que Justine, a pesar de su obcecación, muere sin haber obtenido recompensa y muere de una forma absurda, pero el narrador concluye que, quizá, la recompensa esté en la otra vida.
La crítica a la sociedad y a la religión se hacen patente a lo largo de todo el relato y es en este punto donde radicó su éxito, al margen del morbo que pudiera producir en un colectivo de gente y un entorno tan conservador como el que le sirvió de cuna.
Leer relatos como este permite plantearse muchos puntos acerca de todo lo que nos rodea y constituye un interesante ejercicio de conocimiento. 
Yo os animo a que lo hagáis.

11 de agosto de 2020

De ratones y hombres, John Steinbeck

Si algo me fascina de John Steinbeck, además de «Las uvas de la ira», claro, es la facilidad que tiene para zaherir con bofetadas de realidad a una sociedad socialmente —valga la redundancia— adormecida, y digo facilidad porque lo hace con una soltura, con una naturalidad que deja perplejo a más de uno —a mí la primera— y no es otra que la naturalidad de quien vive una situación así de cerca. 
En muchas ocasiones no hay mejor narrador que el narrador en primera persona que ha vivido de esta o aquella manera, aun con tintes de fantasía literaria, todo lo que describe y no es producto de su imaginación.
Es de nuevo una fantástica crítica y descripción de la sociedad americana del tiempo en que se desarrolla. No se escapa ningún detalle ni emoción a aquellos que el tiempo, la sociedad y las circunstancias han maltratado de todas las maneras posibles, incluida la marginación por parte de aquellos que les han relegado a ese estado tan cruel.
Steinbeck nos da una lección detrás de otra, ya no a nivel social, cuyo efecto está claro por el entorno temporal en el que se desarrolla la vida de los personajes. A lo que me refiero es a la maestría con la que su pluma se desliza en los personajes y exprime hasta el último dato para lograr el máximo realismo.
Hoy por hoy, las técnicas se han dispersado, está claro, pero no hay que dudar al otorgar a este escritor el privilegio del que él mismo dota a sus novelas, la pulcrísima técnica literaria y la maravilla que crea con palabras sencillas, sin complejidad aparente, para hacernos recorrer los caminos que sondea.
Creo que este libro debería catalogarse entre los más grandes de la tragicomedia, y me explico.
Si bien la situación no es agradable —a la vista está—, son esos aires de picaresca que se advierten con total claridad los que convierten a esta novela en una especie de eutanasia paliativa.
Al final uno se da cuenta que lo que parece cruel, puede resultar una bendición cuando es lo de fuera lo que te convierte por dentro.

6 de agosto de 2020

La caza del carnero salvaje, Haruki Murakami

De nuevo os traigo un viaje trepidante y surrealista de la mano del japonés Haruki Murakami, siendo esta novela una fantástica descripción de la geografía japonesa y de, según nos tiene acostumbrados, la psicología de sus personajes.
Esta vez es un publicista mediocre el que, tras hacer una campaña, se ve envuelto en una espiral de misterio a contrarreloj acompañado de su amiga —con derecho a roce, todo hay que decirlo—, la cual es modelo de orejas y es precisamente con ellas que obtiene una suerte de predicciones, tal vez pálpitos, que la orientan en cierto modo para hacer lo que ha de hacerse.
Esta espiral a contrarreloj viene de la mano de un importante grupo con peso en la política que le conmina a encontrar el carnero que aparece en la fotografía que usó en su campaña publicitaria, y es necesario que resuelva el misterio, puesto que la conminación acaricia la amenaza de no poder salir adelante con su empresa nunca más. Un socio alcohólico, el divorcio del personaje principal, el eterno gato al que Murakami nos tiene acostumbrados en sus novelas —llamado Boquerón por el chófer del grupo—, el sexo —satisfecho o no—, Hokkaido y la extraña amiga constituyen el elenco y el trasfondo de esta novela, que, si bien no puede compararse a mi adorada «Tokio Blues» —que os traeré más pronto que tarde—, me resulta deliciosamente fantástica.
Me reitero en la genialidad de las descripciones, pareciera que estés caminando por las montañas de Hokkaido, pero reconozco que esta edición de Anagrama que tengo —aunque os esté ilustrando la entrada con la de Tusquets—, siendo, por otro lado, ésta la única obra que tiene editada Murakami en España en esta editorial, no me termina de convencer, aunque ya se hayan producido cambios editoriales a día de hoy desde que me la compré. 
En mi edición había ciertas referencias que, si bien pueden aparecer en el original —cosa que desconozco— me descuadran en demasía, pero, a estas alturas del cuento, naturalmente no voy a cambiar de ejemplar. 
Tal vez sea que esté acostumbrada a Tusquets, pero esto, como la elección de los libros, queda a gusto del consumidor, aunque en este caso no se pueda elegir.

1 de agosto de 2020

El talento de Mr. Ripley, Patricia Highsmith


¿Os he sorprendido en este día de canícula? ¿sí? ¿no?
Para mí, la lectura de este libro sí que lo fue, sin duda.
Mayormente porque siempre había oído hablar de la película homónima —qué puedo decir, esta película siempre iba y venía de la televisión y cada vez me gustaba más— y me parecía tan redonda que nunca se me había pasado siquiera por la cabeza que resultase ser una adaptación cinematográfica de un libro.
Y qué libro.
Patricia Highsmith nos hace el retrato de Tom Ripley, un superviviente nato en la Gran Manzana, que, invitado por un millonario a la vieja Europa a que convenza a su hijo de que vuelva a casa cual hijo pródigo, ve, en su habitual picaresca desarrollada para poder vivir en las calles amenazantes de una fría ciudad, la oportunidad deseada para comenzar de cero, para empezar a vivir de verdad, lejos de todo aquello que le ha aprisionado desde que tiene memoria y de cuentas pendientes con la justicia.
Sin embargo, a pesar de que a primera vista puede parecer que va a escaparse sin más, realmente se encuentra con el hijo del millonario, Dickie, y su novia, donde se forma un extraño triángulo —lo de amoroso o no ya lo concluiréis vosotros una vez leáis el libro— en el que las artimañas, el engaño y los tejemanejes serán los que primen para ganarse la simpatía de esta pareja, y tendrá que buscar la forma de que no acabe esta nueva vida que se ha construido, llena de lujos y comodidades en comparación con la anterior y será de nuevo la picaresca la que aflore para conseguir sus objetivos.
Tengo que reconocer que Ripley me encandiló desde el primer momento porque me trajo a la memoria toda la retahíla de pícaros literarios y de cada uno de ellos tiene una parte.
Quizá sea ese puntito de canalla, o tal vez la compasión que hace nacer y que consigue que empaticemos con él —síndrome de la enfermera creo recordar que lo llamaban en Regreso al Futuro—, pero sin duda consigue embaucarnos, por lo menos a mí me embaucó, tanto como a Dickie y a su novia, ganándose un hueco en el anaquel más preciado con su inventiva y sus peripecias, que le elevan a la categoría de pícaro.
Hoy es un día especial porque es el cumpleaños de una persona especial, así que solo podía elegir un libro especial.