De nuevo os traigo un viaje trepidante y surrealista de la mano del japonés Haruki Murakami, siendo esta novela una fantástica descripción de la geografía japonesa y de, según nos tiene acostumbrados, la psicología de sus personajes.
Esta vez es un publicista mediocre el que, tras hacer una campaña, se ve envuelto en una espiral de misterio a contrarreloj acompañado de su amiga —con derecho a roce, todo hay que decirlo—, la cual es modelo de orejas y es precisamente con ellas que obtiene una suerte de predicciones, tal vez pálpitos, que la orientan en cierto modo para hacer lo que ha de hacerse.
Esta espiral a contrarreloj viene de la mano de un importante grupo con peso en la política que le conmina a encontrar el carnero que aparece en la fotografía que usó en su campaña publicitaria, y es necesario que resuelva el misterio, puesto que la conminación acaricia la amenaza de no poder salir adelante con su empresa nunca más. Un socio alcohólico, el divorcio del personaje principal, el eterno gato al que Murakami nos tiene acostumbrados en sus novelas —llamado Boquerón por el chófer del grupo—, el sexo —satisfecho o no—, Hokkaido y la extraña amiga constituyen el elenco y el trasfondo de esta novela, que, si bien no puede compararse a mi adorada «Tokio Blues» —que os traeré más pronto que tarde—, me resulta deliciosamente fantástica.
Me reitero en la genialidad de las descripciones, pareciera que estés caminando por las montañas de Hokkaido, pero reconozco que esta edición de Anagrama que tengo —aunque os esté ilustrando la entrada con la de Tusquets—, siendo, por otro lado, ésta la única obra que tiene editada Murakami en España en esta editorial, no me termina de convencer, aunque ya se hayan producido cambios editoriales a día de hoy desde que me la compré.
En mi edición había ciertas referencias que, si bien pueden aparecer en el original —cosa que desconozco— me descuadran en demasía, pero, a estas alturas del cuento, naturalmente no voy a cambiar de ejemplar.
Tal vez sea que esté acostumbrada a Tusquets, pero esto, como la elección de los libros, queda a gusto del consumidor, aunque en este caso no se pueda elegir.
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