No hay manera, siempre caigo.
Me considero una lectora avezada puesto que llevo toda mi vida leyendo, prácticamente desde que tengo uso de razón. La lectura es un pilar fundamental de mi vida y creo que tengo ojo para seleccionar libros que van a gustarme, pero a veces mis creencias fallan estrepitosamente porque me dejo llevar un poco por la fama —soy humana, qué le voy a hacer— y me llevo chascos.
No voy a negar el indudable valor —o inconsciencia— de Roberto Saviano al escribir este libro documentándose como se documentó, pero no puedo dejar de sentir que le falta algo.
Desde luego no la verosimilitud, pero sí algo que no logro identificar plenamente.
En vista del revuelo que se formó con el tema de las amenazas al autor, los fotomontajes que se hicieron con su muerte y demás parafernalia surgida en torno al libro y a su artífice —no voy a negarlo aunque me equivoque de lleno y es posible que lo haga; viéndolo en retrospectiva y teniendo en cuenta que vive protegido el equívoco es más que probable, pero sí que creo que se hinchó un poco el tema para publicitar el libro—, pensé en mi inocencia que sería una suerte de compendio de documentos incriminatorios, de, no sé, palabras que mostraran una realidad —por desgracia— que se sigue dando en muchas partes y que proliferan sin que se pueda evitar porque desde el más bajo hasta el más alto está más o menos toqueteado por estas corruptelas, y esto, mal que nos pese, es una realidad, aunque es más evidente en unas zonas que en otras.
Después de haber leído unos cuantos libros relacionados con la mafia, tanto de ficción como documentales y demás, en cierto modo, poniéndolos al mismo nivel, este se quede cojo de alguna forma, pero quizá sea por la idea mental que me hice del libro y no por el libro en sí, lo reconozco.
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