17 de febrero de 2021

Mejor Manolo, Elvira Lindo

Ya sé que quedan muchos Manolitos en medio hasta llegar a este, pero como es el último es más seguro que os lo hayáis leído recientemente. 
Y qué diablos, no lo he podido —ni he querido— evitar. Ha sido como volver a mi infancia.
Cuando vi que Elvira Lindo, por fin, sacaba la siguiente entrega de la vida de Manolito Gafotas tuve una reacción un poco extraña e histérica. Y os preguntaréis por qué digo que fue así. 
Mi reacción natural cuando leí que habría más Manolito fue la de salir corriendo hacia mi madre dando gritos como si estuviera poseída diciéndoselo, y luego me volví al cuarto al recuperar la compostura. 
Pasional que es una.
El caso es que lo conseguí hace relativamente poco y me pasó algo raro. No podía abrirlo. 
No por nada físico, claro, sino porque me daba miedo encontrarme algo que no me hiciera gracia como antes o que me motivara a acabarlo como me pasaba cuando me leía del tirón los otros, la mayor parte de las veces uno detrás de otro, sin parar. 
Y no precisamente porque Elvira Lindo no hubiera conseguido de nuevo el "toque Manolito", sino porque yo misma hubiera cambiado de tal forma que no supiera reconocerlo, como cuando volví a probar los Huesitos, que, aunque obviamente me gustaron, me quedé decepcionada y sorprendida al mismo tiempo, sorprendida de que de pequeña me encantasen.
Pero por fin me armé de valor ayer por la tarde y debo decir que me supo a poco, me faltaron como cien páginas más. 
Ahora Manolito prefiere que le llamen Manolo, ya es un adolescente. El Imbécil ha crecido y es prácticamente un genio informático —aunque ya apuntaba maneras cuando cantaba lo de "cómo nos gusta el arroz, cantamos los japoneses, por eso nos lo comemos felices los doce meses"—, y lo que yo no me esperaba, porque me negué a leer cualquier adelanto, ¡tiene una hermana! Catalina como la madre, aunque más conocida como la Chirli, por Shirley Temple, ya sabéis, y que como ella apunta maneras de artista. 
Y con este nuevo personaje y con los antiguos como Luisa, Bernabé, el Orejones —que da una sorpresa que yo, por lo menos, no me esperaba—, el abuelo y el resto de la familia, Elvira Lindo se mete en lo más actual, en los timos por parte de empresarios que prometieron el oro y el moro y luego sólo daban deudas, en Lady Gaga, y hasta en una crítica social que pone en boca de Manolito y de su abuelo. 
Como digo, aunque me faltaron cien páginas o más, no pude dejar de reír desde que cogí el libro hasta que lo solté, así que os animo a leerlo, a que, si lo tenéis, venzáis el miedo de no saber qué esperar de vosotros mismos y a hacerle hueco completando la colección de Manolitos, que es la que vale de verdad.

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