9 de febrero de 2021

La muerte en Venecia, Thomas Mann

Traer este libro hoy es una especie de acto de contrición bastante particular, literariamente hablando. 
Reconozco que este pequeño gran libro de Thomas Mann en un principio, la primera vez que lo leí no me gustó, y me explico.
Nunca fui una apasionada de la novela corta, tenía la —¿estúpida? ¿incorrecta? ¿infundada?— sensación de que en tan pocas páginas no se podía condensar algo bueno, que para que se hiciera legible tenía que ser extenso, con multitud de detalles... 
Sí, admito que, en algunos momentos, mi gusto por la descripción rozaba la parafilia, porque me encanta recrearme en detalles, paisajes y hechos, es algo que me evade, y si precisamente destaca por algo este libro es por su contenido casi minimalista, con desarrollo en apariencia sencillo y un escenario bastante escueto, algo que, sin duda, estaba muy lejos —o eso creía yo— de mis gustos literarios particulares. 
Con este conjunto de pequeñas cosas que me resultaban un insulto a mi intransigencia —voy puliéndola poco a poco— lo dejé de lado hasta que, hace no mucho, lo redescubrí y me di cuenta de que, lo que en apariencia parecía sencillo y simple era sólo el portal hacia un profundo drama, un desquiciado mundo interior que me sorprendió. 
Lo que en apariencia consideraba insulso resultó ser algo maravilloso, una fantástica descripción de los personajes y del propio entorno que se derrumba poco a poco por una plaga que las autoridades quieren ocultar, aun a costa de las muertes, para conservar un turismo creciente, una entrada efímera de dinero que, al fin y al cabo, en todos los tiempos ha sido el que ha regido nuestras vidas. Teniendo en cuenta los hechos recientes, me resulta una mezcla de la realidad y de la eterna «La máscara de la muerte roja» de Poe
Si gustáis de retos mentales, de un simbolismo casi puro que evoca recuerdos de grandes pasados, os la recomiendo, veréis que la ironía y la decadencia por la que navega la obra son deliciosas, dotándola de un realismo que roza lo grotesco y que, precisamente por eso, se hace maravillosa.

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