30 de agosto de 2018

22/11/63, Stephen King


Admito que si la elegí fue porque me llamó la atención el hecho de que se titulase una novela con una fecha, una fecha que, por otro lado y en parte, me recuerda algo más que el asesinato de Kennedy, que es el que se plantea en la obra. En este caso el cumpleaños de un buen amigo. 
También tuvo que ver el hecho de que la escribiera mi queridísimo Stephen King, un autor que, con cada obra que leo, cada vez me gusta más.  
Leí no sé dónde —pero si encuentro el enlace prometo que lo pondré— que era la primera vez King decidía meterse en un terreno literario tan farragoso como lo es el viaje en el tiempo, no por el tema en sí, sino por tener que casarlo con la actualidad y con la realidad, sobre todo si se elige el pasado en lugar del futuro, que permite más licencias literarias. 
Un anodino profesor de inglés —obviamente de Maine—, Jake Epping, de repente, un día es convocado por el dueño de un restaurante cercano con el que tiene amistad, Al, y le encuentra muy desmejorado, como si hubiese pasado un camión de años por encima de él y le hubiese atropellado. Al le cuenta que, efectivamente, han pasado muchos años para él, aunque no en el mundo real tal y cómo Jake lo conoce. En su restaurante hay una especie de burbuja temporal que le lleva siempre a septiembre de 1958. Le da una serie de pautas y le ofrece que tome su lugar para cambiar la historia y evitar el asesinato de JFK. 
Al principio y lógicamente no está muy convencido, pero pronto aceptará esta delicadísima misión que le llevará a una época que no es la suya y en la que tendrá que vivir durante cinco años para poder llevar a cabo su propósito. 
Lo que en origen era una misión con la única importancia —y no es poca, creedme— de salvar a Kennedy y alterar el curso de la historia, con pequeños cambios aquí y allá, de hechos de los que quedan constancia por una redacción y el testimonio de su amigo Al pronto crece exponencialmente.
Primero porque es inevitable establecer ciertas relaciones en tanto tiempo, quedando constancia de su estancia en el pasado, además de necesitar la certeza de que Oswald fue el único implicado, echando por tierra todas las teorías de la conspiración que han surgido a raíz del asesinato; segundo, porque quizá las consecuencias de este cambio tan brusco no sean tan felices como se las hubiera imaginado el propio protagonista.
Y aquí viene el meollo del asunto.
Más importante que la propia trama, que os adelanto que está fantásticamente bien escrita y para ser una incursión en algo tan complicado como es el tiempo, es precisamente el planteamiento de las consecuencias de ese trasteo en algo que nos viene como humanos y escritores tremendamente grande.
¿Quién no ha deseado tomar otra decisión en un momento clave, cambiar este o aquél aspecto de su vida, avisar a alguien querido de que va a pasar algo desagradable? Y ahora, siendo sinceros, ¿quién se ha planteado las consecuencias que podrían derivar de este hecho?
Está claro que no seríamos los mismos, ¿pero cuánta sería la diferencia entre estas cuerdas, como las llama la novela, o las diferentes realidades alternativas creadas con nuestras acciones?
Según plantea la novela el pasado no quiere ser cambiado, y cuando se lleva a cabo una acción tan importante que determina el futuro hay otra que se cobra las vidas que han debido ser cobradas. 
Es decir, toda acción tiene su consecuencia y estas consecuencias son inevitables.
¿Estaríamos dispuestos a asumir el cambio del futuro, inconstante e impredecible, por un supuesto bien mayor que puede resultar en una tragedia más grande?

28 de agosto de 2018

Demian, Hermann Hesse


De nuevo os traigo a esta humilde biblioteca virtual en donde me prodigo a uno, en mi opinión, de los grandes, Hermann Hesse
Y qué mejor que traeros la que pienso que es una de sus mejores obras y una de las que más me ha hecho pensar en los últimos tiempos. 
Escrita inicialmente bajo el seudónimo que compartía con el protagonista del libro, el Demian es un exquisito retrato de la niñez y juventud de Emil Sinclair, que no es otro que el autor mismo hecho personaje. Sinclair tiene una niñez y juventud en apariencia anodinas, transcurridas en un mundo de ensueño que se desmorona un día con algo tan simple y complejo como una mentira. 
Este cambio tan brusco de "localización", si es que me permitís catalogarlo de tal, le ofrece puntos de vista nunca antes imaginados, y a ellos se suma la aparición de Max Demian, un personaje misterioso que parece guiarle a través de él mismo, de lo que ha vivido y de lo que ha descubierto para así ofrecerle la inestimable posibilidad de valorar lo desconocido y destruir aquellos paradigmas casi autoimpuestos en los que basaba su vida antes de conocerle. 
Seamos sinceros.
Este autor me fascina porque me identifico en cierto modo con él salvando las obvias distancias, y más ahora que voy encontrando en mi vida una relativa estabilidad que en estos meses atrás me ha costado encontrar. 
Digamos que, mejorando lo presente, no estoy pasando la mejor de mis rachas y acabo desquiciada por cualquier tontería, y paradójicamente esto está consiguiendo que las musas me visiten con más frecuencia de lo habitual. Quizá es esta fertilidad creativa de la situación lo que hace que no quiera deshacerme de estos malos hábitos. 
Al margen de estas circunstancias que al blog en nada competen, Hesse siempre me brinda la oportunidad de mejorar, de plantearme nuevos caminos con los que afrontar el presente y sacarlo adelante como si fuese una especie de catarsis otorgada de forma prácticamente gratuita y desconocida, y por eso os lo recomiendo, por si necesitáis un par de mazas metafóricas para acabar con los muros que, en muchas ocasiones, nosotros mismos creamos, y ver más allá de ellos, porque tal vez, y solo tal vez, sean ellos los que nos impidan continuar. 
Como una buena amiga dice catarsis parece ser la palabra del año, el estado del año. 

25 de agosto de 2018

Harry Potter y la Cámara Secreta, J. K. Rowling


Aunque adoro la saga entera y cuando me la releo lo hago del tirón —sí, la sutilidad y la mesura nunca han sido mi fuerte— cada vez que tengo oportunidad debo reconocer que de todos los libros que la comprenden este es quizá el que menos me gustó en su momento y con las películas me sucede lo mismo, aunque admito que es también el que tiene más carga "histórica" al respecto de Hogwarts y no solo en relación al trío de oro.
En el mundo de los magos está por desatarse el horror una vez más, y como siempre, este viene de la mano de Lord Voldemort y si bien no depende directamente esta vez de él, sino de Lucius Malfoy —debo admitir públicamente que en los primeros libros era mi malote favorito de la saga y aunque luego le venció el patetismo esto solo le hizo humano— que deja el diario del joven Voldemort en el caldero de Ginny Weasley, la finalidad última es desatarle a él y devolverle el poder que una vez ostentó sobre el mundo mágico. 
Este diario de la juventud de Voldemort resulta ser la llave que abre la puerta de la legendaria Cámara de los Secretos, un lugar donde Salazar Slytherin guarda un horror que "salvará" al colegio de los hijos de muggle, indignos a sus ojos de ser recipientes de la magia, y devolverá a esta última al lugar que pertenece, a los sangre pura. 
Controlando a la pequeña Weasley con el mejor arma del que dispone el Señor Oscuro, la manipulación, la Cámara se volverá a abrir y a perseguir a los nacidos de muggle, aunque por circunstancias favorables concernientes al desarrollo de la trama ninguno resulta muerto esta vez por el horror que contiene y todas sus víctimas quedan, en cambio, petrificadas. 
Harry Potter junto con sus amigos tendrá que demostrar su inocencia a la vez que busca derrotar a la bestia que, en última instancia, no deja de ser una metáfora retorcida del propio Voldemort.
La verdad es que como digo es el que más historia canónica desprende, en el que Rowling pone sobre la mesa toda la documentación que ha creado en torno a este mágico mundo y da unas dosis mayores de contexto.
Por primera vez se menciona Azkaban y se define, dando paso a que Rowling la desarrolle más profundamente en el siguiente tomo. Vemos por qué Hagrid fue expulsado de la escuela, aunque finalmente queda exculpado y, sobre todo, es para mí el primer libro en que se ve que ya son un trío de verdad y no una pareja —da igual quién la forme— y otro más de sujetavelas. También conocemos más de Dumbledore y, fundamental, la creación de Hogwarts y el establecimiento de las casas y rivalidades que aún en la época del libro perduran a través de los siglos.
Creo que aunque realmente sea el segundo año de Harry casi lo habría añadido al primer volumen.
No es moco de pavo lo de salvar a los nacidos de muggle para que la xenofobia y el terror no se impongan, pero lo que más me gusta del libro es el recorrido que hace por el bestiario y por la historia.
Tiquismiquis que es una. 

22 de agosto de 2018

Los pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán

En mi humilde opinión de lectora empedernida considero que si hay un personaje de la literatura española, una autora magnífica olvidada en cierto modo, esa es Emilia Pardo Bazán.
Es la gran dama de la literatura, un perfecto ejemplo de las corrientes del realismo y el naturalismo, y la mayoría de las veces se ve opacada por otros autores que, si bien brillantes a su manera, no tienen esa picardía, ese buen hacer que tuvo ella. 
¿Recordáis la dicotomía que existía en Doña Bárbara entre Santos Luzardo, representante de la "civilización" y doña Bárbara, que representaba lo salvaje de la selva? 
Pues Doña Emilia hace uso de un recurso parecido, personificar en dos personajes lo rural y lo urbano y ponerlos en choque para reflejar las diferencias que existían en la zona burguesa, cuya lengua es el castellano, acomodada y ciertamente rica, y la zona de los pazos, en el campo, empobrecida y desfavorecida, y hasta cierto punto olvidada, que habla gallego y que lo que conoce son las labores del campo y las inclemencias. 
Si añadimos al señorito que controla todo, su esposa que viene de la ciudad y que no se adapta —razonablemente— al entorno de los pazos, a la criada que tiene un hijo con el señor y que se ve desplazada y conspira para retomar su posición y el sacerdote que consiente y que lucha contra su voluntad y la de dios ya tenemos un cóctel perfecto que hace texto con la sordidez de lo que critica.
La novela es una novela de diferencias y similitudes. 
Doña Emilia usa la contraposición de dos términos, sea rico y pobre, mujer y hombre, gallego y castellano o campo y ciudad para construir sobre esos cimientos la historia que nos presenta. Es rica en descripciones y eso nos facilita el traslado de un lugar a otro y a mí el hecho de las descripciones puntillosas y extensas es algo que particularmente me encanta, puesto que me hace sentir que realmente estoy donde la novela me propone que esté. 
Además, y desde el punto filológico, Doña Emilia hace algo muy interesante en relación al decoro. Según Lope de Vega el decoro consiste en, grosso modo, que cada personaje debe adecuarse a su contexto en cualquier vertiente, sea lingüística, social o en lo que se refiere a los modales. Así, un campesino sin instrucción —hablamos del Siglo de Oro y de épocas previas a la alfabetización general— no puede ni debe hablar como hablaría, por ejemplo, un noble. Su comportamiento también se presupone distinto, así como sus modales. 
De igual manera, Doña Emilia recurre al lenguaje para diferenciar el origen social de cada personaje. Los burgueses, como mencionaba, hablan en castellano, y los campesinos en gallego, y sabedora de que no todo el mundo conoce el gallego y eliminarlo sería contraproducente para la novela y su realismo porque se perdería la esencia lo que hace es crear una especie de lingua franca inteligible por todas las partes, y así consigue que la ambientación sea verosímil. 
Dadle una oportunidad y descubriréis la maravilla que ocultan sus páginas, por lo fino que hila Doña Emilia, por la crítica social que desprende y porque es gloriosa en cada una de sus vertientes.

19 de agosto de 2018

El primer hombre de Roma, Colleen McCullough

Tengo una espinita clavada en el corazón y esa es la de estudiar Historia en algún momento de mi vida. 
Siempre me ha obsesionado hasta niveles inimaginables e incluso estuve a punto de dejar Filología —que finalmente concluí— en el primer año y cambiarme a Historia por mera satisfacción personal. Al final me retracté, pero no quita que en mi corazón siga devorando cualquier libro que tenga que ver con la historia que caiga a mis manos, y eso incluye a las novelas que se ambientan en el pasado y lo recrean con mayor o menor fidelidad.
También tengo un grupo de amigos muy apañado que conoce mis desastres, los acepta y los fomenta, y uno de los chicos del grupo tuvo a bien recomendarme la serie Masters of Rome de Colleen McCullough, una heptalogía que me bebí por las noches cuando me metía en la cama y me daban las cuatro y las cinco de la madrugada diciéndome a mí misma que solo sería un capítulo más. 
Ella es la autora de El pájaro espino —¿a quién no le suena al menos El pájaro espino?— y la verdad es que domina la novela histórica igual de bien que el drama y el romance.
Como os comentaba es una heptalogía que os iré trayendo paulatinamente, quizá uno al mes para que podáis tener espacio para leerlo si os apetece y disfrutarlo, y están ambientadas como habréis imaginado en la Antigua Roma, en los últimos días de la República y los primeros pasos del Imperio. Así, comenzamos teniendo de protagonista a Cayo Mario, Sila, el primer Triunvirato —Craso, Pompeyo y César—, César únicamente y finalmente Augusto, Antonio y Cleopatra. 
El primer hombre de Roma habla de Cayo Mario y de su ascenso. Él, por ser provinciano y no natural de Roma —recordemos que alguien del Subura o por pobre que fuese tenía más estatus, por expresarlo de alguna manera, que alguien de las provincias y naturalizado romano— era considerado por debajo de cualquier plebeyo aun teniendo más dinero que cualquier patricio, así que forja cuidadosamente su ascenso mediante el matrimonio con una de las Julias. En este contexto encontramos su relación con diferentes familias patricias que sirven de coro y sustento a su devenir 
Lo que me parece una maravilla de esta heptalogía es lo bien hilada que está, y me explico. 
Cayo Mario y su ascenso sociopolítico, aun siendo la historia que consideraríamos principal en el libro, se ve ayudado por su relación con Sila, la victoria sobre Yugurta y Livio Druso, y estas relaciones y los hechos que aparecen se verán ampliados en el siguiente tomo de la saga. 
En realidad es como un único libro dividido en partes, sin final diferenciado, y creo que aunque sean densos —porque son libros extensos— eso facilita su lectura.
Como podréis imaginar es uno de esos libros que leo cuando no me apetece nada más que disfrutar y desconectar, y si bien no es el tema que se trata en este libro debo reconocer que la forma que tiene Colleen McCullough de narrar la Conjura de Catilina es mi favorita de todas las que he leído, con permiso de Salustio.

16 de agosto de 2018

Libertad, Jonathan Franzen


Creo que lo comenté al hilo de un drama que publiqué hace no mucho. 
De un tiempo a esta parte en mi ciudad parece ser que la cultura se va abriendo camino poco a poco. Hace unos años era impensable siquiera imaginar que podría haber teatro cada semana, ópera o incluso ballet, o que pudiera surgir un club de lectura en condiciones al que me siento orgullosa de pertenecer. 
Es esta última premisa la que se cumple, y claro, pertenezco porque me parece una forma diferente y divertida de leer, estar entre amigos y disfrutar de animados debates y de una cena cómoda en un entorno privilegiado. 
A pesar de que las primeras veces y por circunstancias ajenas a mí no pude acudir llegué a tiempo para el comentario de este libro de Jonathan Franzen que he decidido traeros hoy. 
Es la historia de tres generaciones norteamericanas con sus bondades y sus desastres, y todos, de una forma u otra, están enfrascados en la búsqueda de la libertad, que es la que titula el libro de hoy; sin embargo, esta libertad que buscan y que, sin lugar a dudas, es el leitmotiv de sus vidas no es colectiva, sino que es solo para ellos mismos y esto nos da una de las claves del libro.
Podría decirse que estas tres generaciones están centradas en Patty, que siendo hija o madre es el hilo conductor de la novela, y en el egoísmo que rezuma por cada personaje. 
No hay un protagonista que tenga la cabeza amueblada en condiciones, todos se convierten en extraños para ellos mismos y para sus seres queridos precisamente por este egoísmo que es el que rige sus vidas, y precisamente esto quizá sea lo que hace que se haya considerado como uno de los más grandes libros —en mi humildísima opinión no lo es del todo, pero es solo mi opinión—, aunque sí considero cierto que el retrato tan sórdido que hace de algo que es tan idolatrado como el estilo de vida estadounidense es un revulsivo para una sociedad que cree tenerlo todo y encima que lo que tiene es perfecto. 
Tiene cierta estructura circular en el sentido de que comienza y acaba siendo —o pretendiendo ser— Patty la anfitriona perfecta, la perfecta ama de casa norteamericana que se dedica a sus hijos aun habiendo tenido la oportunidad de estudiar y hasta de licenciarse y tener una carrera, deseo absolutamente respetable por otro lado.
Y es en este trasfondo de americanismo puro y duro que encontramos también todo lo malo de esta sociedad idolatrada por muchos, el alcoholismo, la propia guerra de Irak que aparece ligada a su hijo, los problemas familiares bajo esta apariencia social de perfección y las infelicidades tan extremas que a menudo nos parecen casi imposibles. 
Al final el libro nos revela que todos somos producto de nuestros ascendientes directos y nuestras decisiones, y que aunque nos creamos libres por ser lo que se supone que queremos ser, en realidad somos esclavos de nuestras propias decisiones y al final de todo la libertad que creamos para nosotros mismos no existe. Siempre habrá algo que nos impida ser libres completamente, ya sea por algo impuesto o autoimpuesto, y en nuestra ignorancia solemos dañar a quienes más queremos, creando monstruos o alejándolos de nosotros.
Recuerdo que tuve un profesor de filosofía que solía decir que el verdaderamente libre era aquél que decidía estar voluntariamente dentro de una cárcel, real o figurada, porque hacía lo que quería y, en última instancia, puede que no estuviera tan falto de razón como pretendían las risas que arrancó esta afirmación en clase. 
Habría que considerar, por supuesto, qué le llevó a querer estar dentro de esa cárcel, pero esa es otra historia.